Una de las películas más
esperadas de este año ha sido “The Raid 2: Berandal”, secuela de “The Raid”, o “Redada
Asesina” en España. Mientras esperamos a su salida en nuestro país (algunas
fuentes indicaban que podríamos verla en formatos domésticos a finales de este
verano pasado, cosa que no ha ocurrido, ni parece que vayamos a poder verla
antes de que termine este año) aprovecho para, por fin, hacer su crítica. Lo
primero que tengo que decir es que su director y guionista, Gareth Evans, no se
ha limitado en repetir la fórmula de la primera entrega, si no que ha hecho
aumentar el tamaño de este microverso indonesio, comenzando dos horas después
de la finalización de “The Raid”. Si en la primera parte nos centrábamos en un
escenario prácticamente único, el edificio donde los SWAT entran, aquí Evans
saca la cámara para ofrecernos un retrato de la guerra a tres bandas entre las
mafias locales y la Yakuza japonesa, si bien los personajes importantes son
todos indonesios. Las fuentes de las que bebe Evans son muy diversas, pero
sobre todo orientales, por lo que el uso de planos generales al más puro estilo
surkoreano y japonés enriquecen visualmente la película. Si, se que los planos
generales no los han descubierto ni en Korea del Sur ni en Japón, pero en estas
dos cinematografías se usan de forma mucho más efectiva que en el cine
norteamericano más de género. Por que a pesar de este aspecto mafioso, seguimos
en una película de artes marciales con el toque de thriller que muestran una gran evolución positiva en la forma de
escribir y dirigir de Evans.
Tras una introducción haciendo
referencia a Tama, el villano de la primera parte, Evans nos muestra que por
muy peligroso que fuese, hay alguien por encima suya, y es en este punto donde
la película se vuelve más grande, no sólo en duración (estamos ante un película
de dos horas y media frente a la hora y cuarenta minutos de la primera) Aquí se
mezcla la mencionada guerra mafiosa con el tema de policías infiltrados,
permitiéndonos tanto ver cómo funcionan las familias criminales como el peso de
la misión del protagonista, repartiendo en el metraje todo de forma equilibrada
y muy coherentemente. He hablado antes de los planos generales, estáticos, para
más señas, excelentemente compuestos y que ayudan a situarnos espacialmente y a
veces nos separan de la violencia más cruda, aunque no durante todo el metraje,
ya que los que Evans nos muestra es lo esencial, sin recrearse demasiado en la
sangre, como se puede apreciar en la secuencia de apertura, con una ejecución
con un tiro a quemarropa con una escopeta. Justo cuando se aprieta el gatillo
hay un corte al título de la película. A pesar de esto, la violencia es
mostrada pero sin deleitarse demasiado, usando planos más cortos pero con un
montaje rápido para no caer en efectismos. Los golpes y demás duelen, y mucho,
pero a veces Evans nos los muestra rápidamente, logrando una mayor sensación de
crudeza que si se hubiese mostrado más claramente. Otro ejemplo de esto son las
ejecuciones en el restaurante, usando de nuevo planos generales, primeros
planos o planos medios, además de una naturalidad escalofriante. De nuevo
comparamos la primera y la segunda entrega y vemos que esto es algo presente en
ambas, y si el microverso que se ha creado es mayor, la violencia también.
En “The Raid” teníamos pistolas,
cuchillos y artes marciales, y aquí…pistolas, cuchillos, artes marciales, bates
de baseball y martillos. Las coreografías de Yayan Ruhian e Iko Uwais se unen a
la dirección de acción del propio Evans para subir un peldaño más en la calidad
de todas las secuencias de acción, algo que parecía que no se podía superar, al
menos durante unos años, pero Evans sabe muy bien lo que quiere, evolucionar, y
con el trabajo de los dos coreógrafos se ha conseguido. Escenas largas de
lucha, combates escalofriantes y una ejecución de las coreografías soberbia por
parte de todos los actores involucrados. Iko Uwais aprovecha el estar rodeado
de compañeros que bordan sus papeles, aunque no estén demasiado desarrollados.
Yayan Ruhian repite, a pesar del destino del Mad Dog de la anterior parte, con
un nuevo personaje sin nada que ver con el anterior. Quizás la parte dramática,
que intenta dar mayor profundidad a su personaje, o al menos sus motivaciones,
sea lo que menos me ha convencido, o mejor dicho, lo que creo que realmente
sobra de la película. Pero claro, es necesario hasta cierto punto para conocer
a su personaje, que provocará unos giros de guión que ayudan a que la película
avance. Su técnica es impresionante, y se luce en dos secuencias espectaculares
con reminiscencias a películas como “Lady Snowblood”, sobre todo la última
secuencia en la que sale, en el callejón de la discoteca, con todo nevado. La
ausencia de música otorgan más crudeza aún a lo que vemos, pasando después al
uso de la música para dar una sensación muy dramática a la secuencia.
Volviendo a las artes marciales,
dos de los grandes descubrimientos de la película son Julie Stelle como Hammer
Girl y Very Tri Yulisman como Baseball Bat Man. A pesar de la inexperiencia de
Stelle en artes marciales, la ejecución de sus coreografías es excelente,
gracias sobre todo por Very Tri Yulisman, uno de sus entrenadores con quien se
complementa muy bien al tener un vínculo ambos personajes. El tiempo pasado por
Yulisman con Stelle a la hora de entrenar traspasa la pantalla para ofrecernos
tres secuencias estrella, dos por separado, mostrando sus talentos, y la
secuencia conjunta contra Uwais. La incorporación de sus armas de lucha, dos
martillos en el caso de Stelle y un bate de Baseball para Yulisman, son otro
elemento que enriquecen la parte marcial a niveles increíbles. Si la historia
está plagada de traiciones, intrigas y demás, la parte marcial no se limita a
mostrar a la estrella como una máquina de luchar, si no que se reparte este
peso entre varios personajes, sobre todo los dos mencionados y Cecep Arir
Rahman, maestro de Pencak Silat que tiene su gran momento en la lucha con
cuchillos en la cocina, en el tramo final, otra coreografía soberbia donde
Uwais y Rahman demuestran su velocidad y precisión con una pelea que pone los
pelos de punta, al igual que todas las que vemos. La parte que transcurre en la
cárcel mezcla esta pericia técnica de los actores con unas peleas más brutales
y salvajes, con unos stunts de
infarto y que tras finalizar te duele todo el cuerpo. Además, la batalla en el
barro está rodada de forma magistral, con Evans moviendo la cámara
continuamente, con escasos cortes que hacen de ella una secuencia digna de
analizar y con una complejidad técnica que no todo el mundo podría realizar.
Gareth Evans afronta así una
película ambiciosa técnicamente, con un cambio sustancial respecto a la primera
entrega, donde se aproxima a algunos de sus referentes cinematográficos como
Takeshi Kitano, sobre todo en las secuencias donde aparece la Yakuza, y al cine
de género en general, dando un paso más allá y confirmándose como una de las
mayores promesas del género. Y digo promesas por que en su filmografía marcial
sólo tiene la primera parte pero que con esta secuela asienta su carrera de
forma firme.
Podría seguir escribiendo sobre
la genialidad de la película, los giros de guión bien trabajados y sobre todo
las escenas de lucha, de las mejores del año, situando a ésta película como un
punto de referencia del género en este siglo XXI y que hace que tengamos ganas
de la tercera anunciada entrega (no tanto del remake estadounidense). Pero es hora de terminar de escribir,
resumiendo un poco lo escrito hasta ahora. “The Raid 2: Berandal” es sin duda
una de las mejores películas de artes marciales del año, ofreciendo una
historia de mafiosos bien escrita, muy bien dirigida y realmente espectacular e
incluso escalofriante, con unos personajes secundarios que enriquecen el
conjunto sin olvidar las secuencias más dramáticas. A mucha gente le ha
parecido lenta y aburrida, pero que el guionista sea el director, el director
de acción y el editor ayudan aún más a convertirla en lo que es, una película
indispensable para los aficionados al cine de acción y artes marciales, de las
que te pasas el metraje sufriendo por cada golpe dado y de la que quieres más,
a pesar de su duración. Antes de terminar, quiero destacar la presencia
japonesa con Kenichi Endo, Kazuki Kitamura y Ryûhei Matsuda, tres actores más
que solventes que aportan mayor entidad a la película. Vamos, que si no la has
visto a estas alturas, deberías, o te perderás una película de culto
impresionante. He visto a gente no acostumbrada a ver cine en VOSE verla y
encantarles, sobre todo por las secuencias de lucha, pero si te gusta el cine
en general, podrás ver la excelencia técnica de Evans, con un montaje perfecto.
Si la evolución positiva de esta secuela respecto a la anterior es como es…
¿qué nos esperará en la tercera parte? Estoy deseando descubrirlo…
NOTA: 8’9
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