
La imagen de Sonny Chiba como una de las máximas estrellas del cine de acción y
marcial japonés es indiscutible. Y le debemos, no sólo una filmografía
espectacular con títulos como The Street
Fighter, Golgo 13, Yakuza Deka o la trilogía sobre el
Sensei Mas Oyama, ya que gracias a él nació el Japan Action Club, en cuyas filas militaron Hiroyuki Sanada o Etsuko
Shihomi. Y los tres son los protagonistas de la película que hoy critico,
todo un clásico ochentero japonés a medio camino entre el cine de samuráis y
ninjas y el del Kung Fu hongkonés, pero todo un ejemplo de la calidad que Chiba
y su equipo aportaban al género y que es indispensable para los aficionados.
Toques históricos, excelentes coreografías, stunts,
intriga… Una mezcla tremendamente efectiva y toda una puesta de largo de
Sanada, apoyado por su mentor con una producción espectacular.
Una historia con componentes épicos,
con una familia buscando restaurar su nombre mediante la venganza y la justicia
es el leit motive que mueve al
personaje de Sanada, un heredero de un clan que tendrá que enfrentarse a sus
enemigos mientras las intrigas políticas continúan. Un equilibrio entre la
parte de la venganza, que centra en ella la acción, junto a las partes más
calmadas y donde avanza la historia más contundente, permiten a gente como
Chiba o Sanada poder desarrollar sus capacidades dramáticas lo suficiente para
que no resulte una película más sencilla y algo más olvidable. Pero no nos
engañemos, es un vehículo para lucimiento de Sanada, con Chiba ejerciendo como
villano pero con menos minutos en pantalla, y donde la presencia de Shihomi,
conocida por Sister Street Fighter,
y protegida de Chiba, se debe a lo mencionado anteriormente, arropar a Hiroyuki
Sanada a pesar de haber participado en otras películas anteriormente pero que
aquí se encargaba del personaje protagonista. Sus habilidades atléticas son
espectaculares, con una plasticidad en las luchas muy diferente a lo que
ofrecía Sonny Chiba, más contundente. Por ello las peleas tienen un aire que
recuerda mucho al cine hongkonés, más fluido con técnicas cercanas al Kung Fu
cuando es Sanada el luchador, mientras que es más clásica en otros
enfrentamientos como los que envuelven a Chiba o a Shihomi, a pesar de que la fémina
usa los nunchakus e interpreta a un personaje chino, lo que conlleva unas
técnicas más cercanas a las de Sanada.
Al margen de las coreografías,
estupendas, con unos especialistas que se ganan de sobra su sueldo, recibiendo
golpes, golpeando, cayendo y demás, la historia está bien estructurada, sin ser
una obra maestra, claro. El equilibrio comentado entre las secuencias de acción
y las intrigas palaciegas impide que nos aburramos, si bien quien busque sólo
acción se aburrirá con esas secuencias que evocan el cine clásico nipón, pero
con ese componente comercial tan de la época, donde se sucedían los
largometrajes con ninjas y samuráis que nos iban mostrando las facetas menos
realistas de los mismos en favor del entretenimiento, así como algunos momentos
algo bizarros que recuerdan al anime más desenfadado, con esos ninjas que
reptan por los árboles o técnicas algo demenciales. También hay que ver algunos
guiños, por decirlo así, que se usan quizás como ganchos, como el recordatorio
del estilo que creó el famoso ronin Miyamoto Musashi, con dos espadas,
usado en el personaje de Sanada. Su director, Noribumi Suzuki, fallecido el pasado 2014, ya tenía experiencia en
el cine de acción, y demuestra su solvencia con pulso firme, sin demasiados
aspavientos, rodando de la forma que se necesita, acompañado de una buena
fotografía y una rica dirección artística a la que hay que sumar algunos
conceptos visuales algo más modernos y pop, marcando así una diferencia visual
importante con el cine más clásico de samuráis. El ritmo del film ayuda a que
no decaiga la atención en sus casi dos horas, aunque tengo que admitir que en
algún momento el guion flojea un poco para remontar poco después. De esta forma
estamos, para terminar y resumir, ante una buena película de acción y artes
marciales, donde todos sus intérpretes tienen sus momentos de lucimiento, que
cabalga entre el cine clásico y el moderno, con ciertas influencias hongkonesas
y una muestra de la calidad del Japan Action Club y de Hiroyuki Sanada, un
actor que ha demostrado que se puede ser un icono de la acción a la vez que un
gran actor, como se puede observar en su extensa filmografía.
NOTA: 8
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