Hablar de Ryoo Seung-wan es hablar de calidad
como director. Arahan (2004), Criying
Fist (2004), Dachimawa Lee (2008),
The Unjust (2010), The Berlin File (2013), Veteran. Por encima de la ley (2015) y The
Battleship Island (2016) son títulos indispensables para entender el cine
surcoreano actual. Auténticos blockbusters
de calidad, con estupendos actores y tocando diversos géneros pero donde la
acción suele tener mucho protagonismo, pero si además unimos su talento al de Jung Doo-hong, actor y experto artista
marcial con algunos de los mejores títulos del género en su filmografía como
coreógrafo o director de acción, el resultado es una de las mejores películas
de artes marciales de los último años surgidos de Corea del Sur. Está claro que
hablamos de The City of Violence,
todo un homenaje al cine de artes marciales hongkonés, del que Seung-wan es
amante y que queda más que patente en las estupendas peleas de las que podemos
disfrutar en la hora y media que dura. Todo un tour de forcé que convierten a este título en una auténtica delicia
para los aficionados. Si no la has visto, deberías, y si tienes dudas, espero
que en esta crítica te de los motivos suficientes para buscarla y verla. Te
aseguro que no te defraudará.
Cuando un amigo
de la infancia fallece, el grupo de colegas que vivieron numerosas aventuras en
su adolescencia se vuelven a reunir para rendirle tributo, pero lo que parece
un asesinato por un robo se convierte en una intriga que Tae-su, policía del
grupo de crimen organizado de Seúl, y Seok-hwan, otro de sus amigos, investigarán.
Una trama simple, bien narrada, con buenos giros que aúna el cine policíaco con
la acción y que no nos deja un minuto de descanso. Para los papeles
protagonistas, el director se queda con uno de los personajes, Seok-hwan, dejando
al especialista Jung Doo-hong el otro personaje protagonista, el policía
Tae-su, un perfecto tándem. Mientras la intriga avanza, las escenas de lucha
hacen lo propio, con un estupendo equilibrio entre ambas a pesar de cierta
previsibilidad en quien se encuentra detrás del asesinato del amigo de ambos.
Tenemos además secuencias en flashbacks
para dejar patente la relación de todos los amigos, con cierto toque amargo
sobre el paso del tiempo y cómo la amistad puede perdurar en el tiempo, aunque
con matices que se van descubriendo poco a poco. Una radiografía de las
relaciones y la amistad pero con una atmósfera amarga, como acabo de decir,
pero emotiva. La duración del film es la necesaria, sin secuencias de relleno,
y va directa al grano, es decir, tenemos momentos más dramáticos donde se
recuerda con nostalgia la juventud del grupo de amigos, otras donde es palpable
cómo cambia la gente, y otras que son canela fina en cuanto a acción.
Y toca
centrarnos en la mencionada acción. Jung Doo-hong es sin duda el mejor
coreógrafo de acción de Corea del Sur, y junto al amor del director por el cine
de Hong Kong, hacen que cada secuencia de peleas sea una obra de arte sin poder
elegir una en concreto. Está claro que el tramo final es soberbio, espectacular
y maravilloso, pero antes de llegar a ella nos obsequian con auténticas
genialidades, como la pelea contra las tribus urbanas, donde además se rinde
homenaje a la mítica película The
Warriors (1979), con ese grupo vestido como jugadores de Baseball y en
cuyas camisetas se puede leer el título de la película. Una batalla campal
entre las tribus contra Doo-hong, al que enseguida ayuda el mismo director, y
donde podemos ver geniales coreografías realistas, sin un uso de cables
innecesario y sin que los protagonistas parezcan superhombres. Mientras que
ésta, y otras peleas, son rodadas con mucho nervio pero con un toque menos
artístico, la parte final en el restaurante japonés, permiten al director dar
un toque mucho más visual, con esos planos cenitales, el uso de las puertas y cuchillos,
con cierto aspecto de western
acentuado con la música. También tenemos una diferenciación con la ropa, sobre
todo al principio de la secuencia, con los protagonistas vestidos de negro y
sus contrincantes de blanco. Esto le otorga cierto toque de videojuego, ya que
tras pasar por encima de los innumerables luchadores de blanco en el patio
exterior, en el interior del restaurante pasan a la siguiente fase, con
luchadores más duros y vestidos de negro armados con cuchillos. Pero no se
queda aquí la cosa, ya que, tras seguir avanzando, llega el momento de luchar
contra la flor y nata del villano, cuatro magníficos luchadores (de nuevo
vestidos de blanco) que les ponen las cosas más que difíciles a nuestros
protagonistas en una pelea sangrienta y tremendamente espectacular. Resumiendo,
una magnífica película de artes marciales, imprescindible y maravillosa,
tremendamente espectacular que no aburre y que, años después de su estreno,
permanece igual, sin envejecer nada mal y que todo amante de la acción y las
artes marciales debería ver. Incomprensiblemente no ha llegado a España, y no
existe ninguna edición que traiga al menos subtítulos en castellano, pero es
tan sumamente buena que recomiendo encarecidamente verla, aunque sea con
subtítulos en inglés. Te aseguro que no verás ninguna película tan buena
surgida de Corea en los últimos años, exceptuando Fighter in the Wind (2004), coreografiada por el mismo Jung
Doo-hong, pero que es algo inferior a esta ciudad de la violencia.
NOTA: 9
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