Dos de las productoras más
potentes en los setenta, la Shaw
Brothersy la Hammer, unían fuerzas en 1974 para
ofrecer una curiosa mezcla entre los vampiros occidentales y los chinos, los Jiangshi, usando además a caras conocidas
de ambos universos. David Chiang y Peter Cushing protagonizaban, junto a
un elenco ecléctico, una película que se ha convertido en un título de culto,
aunque no pudieron contar con Christopher
Lee para interpretar a Drácula, negándose tras leer el guion. No obstante,
no estamos ante una mala película, ni mucho menos, pero sí ante una rareza que
a pesar de navegar entre dos mundos vampíricos, fue capaz de ofrecer estupendas
escenas de Kung Fu con la mitología habitual de los chupasangres occidentales.
Aventuras, terror y artes marciales unidas en una película perfecta para ver un
día como hoy.
El profesor Van Helsing
(Cushing), se encuentra en China dando una conferencia sobre los vampiros, y es
abordado por Hsi Chiang (David Chiang), para pedirle ayuda para terminar con
una maldición en su pueblo donde reinan seis vampiros malvados, tras haber
acabado un antepasado de Chiang con el séptimo. Además, deberán evitar que
resuciten al séptimo. Lo que no saben es que los villanos han pedido ayuda al
mismísimo Drácula, que tomará el cuerpo del mensajero. Una rica heredera,
Vanessa Buren (Julie Ege), financiará la expedición hasta el pueblo maldito. Tras
la presentación de todos los personajes, la película pasa a ser una de
aventuras donde el Kung Fu y los elementos habituales del cine de vampiros van
de la mano. Fue la segunda película de la Hammer en China, tras Shatter (Call Him Mr. Shatter. 1974), donde aparecía Ti Lung y el mismísimo Peter Cushing, y también co-producida por la
Shaw además de contar con el mismo guionista que ésta, Don Houghton, que ya tenía en su filmografía incursiones vampíricas
como Drácula 73 (1972) o Los Ritos Satánicos de Drácula (1973),
ambas de la Hammer. A pesar de la experiencia de Houghton, y de la presencia de
la Shaw, la incorporación de los jiangshi
no es exactamente la habitual, occidentalizando bastante a estos personajes del
folclore chino. Elementos característicos como la ropa o los habituales
saltitos, son sustituidos por andrajos y un trote, además de convertir a los
seis vampiros de oro restantes en expertos en Kung Fu en una maniobra comercial
evidente al gusto de los occidentales, ya sumergidos en el cine de Kung Fu tras
la irrupción de Operación Dragón
(1973) de Bruce Lee.
Uno de los aciertos es el no
mantener las formas habituales de detener a los vampiros occidentales en tierra
china. Los crucifijos, tantas veces usados, no surten efecto en vampiros de
tierras no cristianas, y Van Helsing lo remarca en una secuencia, evitando caer
en manierismos que hubiesen hecho perder fuerza a la película. Y contar con dos
directores, uno británico y acreditado, Roy
Ward Baker, y otro chino, el mítico Chang
Cheh, consigue equilibrar las escenas de Kung Fu con las que no lo tienen.
Y si hablamos de Kung Fu, tenemos que hablar de los dos coreógrafos que tuvo,
el legendario Liu Chia Liang (o Lau
Kar-Leung) y Tong Kai, estudiante de
otra leyenda hongkonesa como es Yuen Hsiao Tien, y habitual de la Shaw. El
trabajo de ambos es, como solía ser, de calidad, ofreciendo un despliegue de
Kung Fu a mano desnuda y con las diversas armas que los hermanos de Chiang
lleva, es decir, lanzas, arcos, mazas, espadas… todas usadas brevemente contra
humanos, pero sobre todo contra los no-muertos.
El carisma de David Chiang se
complementa con la presencia de Cushing, eterno Van Helsing, apoyado
por un
reparto que incluía a Julia Ege,
habitual del cine británico, o Lau
Kar-Wing, interpretando a Kwei, el arquero. Para Drácula, tras la
mencionada negativa de Christopher Lee, tenemos a John Forbes-Robertson, el único conde que sustituyó a Lee en las
producciones de la Hammer, quien, por cierto, se enfadó al doblarle la voz por
David De Keyser. A pesar de ser la Shaw co-productora, la película termina
virando hacia el protagonismo de Cushing y del resto de personajes ingleses,
exceptuando la presencia de Shih Szu,
la única fémina del grupo liderado por Chiang, que se convierte en el
componente romántico de la película y del hijo de Van Helsing, Leyland,
interpretado por Robin Stewart. Claro
está que, si tenemos a Drácula y a su némesis, Van Helsing, el clímax deberá
enfrentar a ambos, aunque tenemos que admitir que dicho clímax es menos potente
de lo esperado. Pero sin duda tenemos que recordar que a veces es el viaje , y
no el destino, lo importante, y en este caso, así es, ofreciendo dosis de
entretenimiento de gran calidad, con esta curiosa mezcla que la ha llevado a
convertirse en una película altamente recomendable y querida por gran parte de
los fans de ambas productoras, en parte por el exotismo que termina siendo unir
conceptos occidentales con chinos. También ayuda a que tenga un ritmo
estupendo, a pesar de lo abrupto de su final, algo que podemos ver en muchas
producciones de la Hammer, acabando la película en cuando acaban con el
villano. Pero lejos de ser algo criticable, consigue mantener ese tono directo
que podemos ver durante toda la película, reduciendo a su mínima expresión
elementos románticos y superfluos a la propia trama, y si bien no es una obra
maestra, es una producción estupenda y sumamente entretenida, que, a fin de
cuentas, es lo que promete y da con creces.
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