Ya desde que aparece el logo de
la Cannon, te frotas las manos ante lo que viene. La música, el tema principal,
ya es un clásico, como toda la banda sonora. El tono épico y con cierta sombra
de peligro, por la música que acompaña, ya consigue mantenernos atentos. Vemos
al nuevo, a Joe, que lo presentan brevemente para saber que estamos ante un
hombre silencioso y novato en el ejército. La banda sonora seguirá con las
fanfarrias con los créditos, mientras seguimos al convoy en un viaje que se
detiene en una obra. Y ya tenemos acción, con unos soldados asaltando a los
camiones. El héroe da el pistoletazo de salida a una pelea en la que Joe usa
herramientas de los camiones como armas, pero entra en escena en unos cinco
minutos desde que empezó, los ninjas. Y en estos minutos hemos visto al prota,
al gracioso, a la chica y a los malos, disparos, persecuciones, explosiones,
artes marciales y, claro está, ninjas. Repito, en cinco minutos. Además, la
banda sonora sufre un cambio. Durante este inicio oíamos muchos instrumentos de
viento, muy militar todo, pero cuando Joe comienza a actuar, escuchamos música
asiática, mezclada con la intriga, mientras que los ninjas aparecen. No nos andamos con contemplaciones. Si vamos a
vender una peli de ninjas, pues ninjas desde el principio, donde se puedan
mostrar sus habilidades, incluyendo las del protagonista, cazando flechas en el
aire con una pala, y retando a sus enemigos con la mirada, como buen James Dean que buscaba la Cannon cuando
encontró a Michael Dudikoff para
protagonizarla, tras la negativa de Chuck Norris. Tras esta secuencia, tenemos
al prota y a la chica estableciendo su relación, o comenzándola. Unir una
secuencia de acción y una que roza la comedia, podría resultar chocante, o no
funcionar, pero el ritmo no decae, consiguiendo unificar toda esta presentación
de la propia película, es decir, que tenemos ninjas, militares, amor, humor e
intriga. Y todo esto se mantiene durante el resto del metraje, siendo este
endiablado ritmo el que marca el film, en parte lo que la hace tan
indispensable. La aparición de Steve
James se produce justo para ser él quien diga por primera vez la palabra
ninja, con jota bien marcada. Estando ya el concepto de ninja asentado en
Estados Unidos en aquellos años, no hacía falta presentarlos de forma
misteriosa, por lo que se acepta el concepto directamente, normalizando la
figura del shinobi como villano del
género. Y por eso mismo, cuando vemos a los villanos hablar de lo que ha
ocurrido en el asalto al convoy, se identifica fácilmente a Joe como un ninja
americano. Maravilloso. Y rápidamente escuchamos el curriculum del protagonista
dando al personaje ese halo de misterio al no existir datos de su pasado. La
película sigue estableciendo vínculos, esta vez entre Joe y el resto de
compañeros, momentos para otra secuencia de acción entre Joe y Jackson. Esto
también corresponde a los clichés del cine de artes marciales, donde dos personajes
se enfrentan y, a través de las artes marciales y de quien gane, se establece
una unión fraternal entre ambos personajes. También conocemos a los villanos y
sus planes, un enorme negocio de tráfico de armas que tiene entre sus filas a
un clan ninja, liderado por el ninja Estrella Negra, interpretado por el
auténtico maestro de Karate, Tadashi
Yamashita. Y ver el enorme campo de entrenamiento ninja es una gozada. Ninjas
negros, amarillos, rojos, naranjas, azules, con armas, sin ellas, realizando
acrobacias, mientras el jefazo del negocio va explicando las ventajas de tener
un ejército ninja, y dar paso a una estupenda exhibición de Estrella Negra, a
quien otorgan el más alto grado dentro del Ninjutsu, la Maestría.
La película está compuesta de secuencias emblemáticas, icónicas casi en la mayor parte de su metraje, y es algo que contribuye enormemente al estado de culto del film, como el enfrentamiento entre Joe y Jackson, cubo en la cabeza incluido. Momentos épicos que estructuran la película y mantienen las dosis de entretenimiento a tope, incluso cuando se relaja la trama. Algunos de estos momentos son los románticos, como la cita entre Joe y Patricia, con Joe uniformado, con la moto. El vínculo romántico entre ambos corresponde a la necesidad de establecerla de cara al clímax, algo de libro en el cine de acción de la época y que incluso se mantiene en la actualidad. Un cliché repetitivo en el género, pero que no por ello deja de funcionar. También, la huida del cuartel con la moto de forma peligrosa ayuda a definir al personaje, su rebeldía, y de nuevo estamos recordando a James Dean. Una forma inteligente de unir tantos conceptos con el único propósito de entretener, una demostración de cómo hacerlo a la perfección. Se nota la inocencia y ganas de diversión de aquella época, los ochenta, que hacían que películas sencillas como ésta, podían llegar al Olimpo dentro de un género o subgénero. Y eso que, a nivel marcial, como sabemos, sólo Yamashita y Steve James tenían conocimientos. Pero esto juega a su favor si tenemos en cuenta, de nuevo, que estamos en 1985, en una época en la que nos daba igual si el prota sabía o no luchar, sobre todo si aparecen ninjas, tanto en persona, como los conceptos, al estilo de lo que ocurre en El Guerrero Americano, con Joe demostrando sus habilidades, pero sin ponerse el traje hasta el tramo final, largamente esperado y que aplaudimos cada vez que volvemos a verla. Una de las ventajas del cine de ninjas es que no es necesario ser un virtuoso de la pierna para interpretar a uno. El uso del ninjato, o espada ninja, favorece resultar creíble en las coreografías, caso de Dudikoff, junto a una buena forma física y unas coreografías que saben sacar partido del actor. Recordemos la pelea en el almacén, usando las siluetas de los asesinos para verles atravesar cristaleras, para después asistir al combate entre Joe y tres o cuatro ninjas, que nos dejan para el recuerdo un momentazo, con la elección correcta de planos para el momento en el que enganchan con cadenas al héroe y éste lanza sus espadas. Otra imagen icónica que hemos podido ver en míticas revistas como Dojo.
Como buena película ninja, la infiltración es totalmente necesaria, por lo que tenemos a Joe escondido en los bajos de su camión robado, para entrar a la base de operaciones de los villanos, la cual derivará en una persecución llena de tiroteos y la introducción de más elementos misteriosos con el padre adoptivo de Joe interactuando con él, tras haber sido presentado brevemente como jardinero del villano, y en flashbacks. Estos pequeños momentos de revelaciones o subtramas se van añadiendo de forma inteligente, relajando el ritmo levemente para volver a añadir al puzzle mas acción como la de Estrella Negra en la base norteamericana, toda una forma de usar de la mejor forma las habilidades reales de los ninjas con un Tadashi Yamashita enorme. Sólo por esta secuencia, merece formar parte de los villanos icónicos del género, siempre dejados de lado por la mayor parte del fandom. El pequeño duelo contra Joe que hay a continuación también es de las secuencias míticas de la película, con el héroe y el villano cara a cara poniendo en uso sus habilidades como shinobis. Esta secuencia es de las mejores de la película, aumentando aún más por la banda sonora, algo que no me cansaré de repetir ya que acompaña totalmente cada secuencia e incluso a la propia acción.
El misticismo ninja filtrado por occidentes nos deja siempre un amplio abanico de posibilidades de mostrarse en películas, desde lo más paramilitar hasta lo más fantástico, y esta saga prescinde de esto último, pero manteniendo sus señas de identidad más características. El Kuji Kiri, esas posiciones de los dedos con sutras que otorgan ciertas habilidades con la energía interna como epicentro, también se puede mostrar de forma muy fantástica, y aquí es mínima, con el Covadera, el último nivel que da unos poderes que no vemos mucho, pero que dejan ese toque fantástico y mítico de los ninjas. Todo ello lo vemos en la secuencia final, ya con Joe vestido de ninja y reencontrado con su maestro. Y ponemos toda la carne en el asador para dar a dicha secuencia final el toque épico, con Joe lanzando flechas para cortar el paso a los villanos, y comenzando así su ataque contra todo un ejército, paralizado ante su presencia, por muchos discursos que echen amenazando a Patricia (que, evidentemente, como suele pasar, ha sido secuestrada para dar se toque dramático al combate final) Y para dar mayor potencia a la imagen del héroe todopoderoso ninja, Joe se presenta solo ante sus enemigos con dos sais en las manos, sin temer a nadie. Y aunque tirará sus armas, se verá rodeado de ninjas, a los que se enfrentará con su espada. Pero no está solo. Una explosión envuelve en humo a Joe y aparece, mágicamente, su maestro, también encapuchado y con un hakama rojo, para que se le diferencia más. Otro momento icónico, como la propia secuencia de lucha, la batalla ninja repleta de muertos interrumpida por la aparición del ejército norteamericano disparando al ejército de los traficantes de armas. Aquí la acción se divide mostrando la balística con la puramente ninja. Las dos se convierten en muestrarios de todo tipo de acción, desde cañones pasando a granadas, ametralladoras, pistolas, y terminar con el cuerpo a cuerpo, convirtiendo a Jackson en quien une ambos tipos de acción de una forma suave y perfecta. La ninja nos trae armas como los sais, kamas, ashikos y demás parafernalia, incluyendo lanzallamas por parte de Estrella Negra. El duelo entre ambos adquiere tintes épicos entre explosiones y disparos, pero manteniendo y mezclando la acción sin dejar un momento de respiro. A pesar incluso de usar láser Estrella Negra, el clímax llega en el duelo con espadas en la fuente, un duelo magistral que deja como colofón, como mandan los cánones del cine de acción, una gran explosión. Y ya, para rematar, el momento en el que Joe se quita la máscara ninja y se convierte en pegatina mítica nivel Superpop final, para ensalzamiento de la imagen del descubierto Dudikoff a niveles de estrella. Steve Lambert y Mike Stone se encargaron de la coordinación de especialistas y de las coreografías marciales, respectivamente, y unido al ritmo de Firstenberg como director, y a ese guion donde todo funciona a la perfección, dieron como resultado una película sincera, sencilla y segura de dar más de lo que ofrecía, una unión de talentos y momento de las que no se dan tan a menudo como nos gustaría, pero que aquí sí lo hace, y todo en estado de gracia para que 35 años después siga siendo uno de los grandes clásicos del cine marcial ochentero a pesar de sus defectos ya que sobre todo tiene virtudes.
NOTA: 9
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