Tras el éxito en 1985 de El Guerrero Americano, Michael Dudikoff,
la Cannon y el director Sam Firstenberg,
permanecían juntos para ofrecer La
Fuerza de la Venganza (1986), mientras que Chuck Norris, recién salido de Invasión
U.S.A (1985), tenía Delta Force
(1986) y El Templo del Oro (1986) Sho Kosugi había terminado su relación
con la Cannon, por lo que era obvio que la productora de los primos israelíes
no iba a dejar escapar el boom ninja
que habían provocado, por lo que dos años después de la original, aparecería
esta confrontación que nos devolvía a Joe Armstrong y a Jackson. Y a los
ninjas, claro. La fórmula estaba creada, es decir, el uso paramilitar de los
ninjas, pero con el añadido de la manipulación genética. Toda una mera excusa
para explotar a los guerreros silenciosos, y aunque el guion es bastante
tópico, la magnitud de la película es mucho mayor. De primeras tenemos ya a
Dudikoff rubiales, menos misterioso, y más metido en el papel de estrella, como
Steve James, que acentúa el humor
respecto a su aparición original. La actitud del guerrero americano responde a
esa especie de autoconsciencia que decía al principio, con esos planos de
lucimiento físico que parecen destinados a transformarse en pegatinas para el Superpop, en plan, soy guapo y lo sé. James,
por su parte, tiene sus chistes para seguir desarrollando su imagen cool, incluyendo las espadas mariposa
que usa. Es curioso que James, a pesar de haber estudiado artes marciales,
visualmente no es en esta película, muy plástico, pero su carisma, acentuado en
sus apariciones, es sin duda arrollador. Cada frase suya parece estudiada al
milímetro, creando grandes momentos en plan badass
con sus sentencias lapidarias. También tenemos a Mike Stone, el artífice real del boom ninja ochentero, como gran villano y coreógrafo de lucha,
rizando el rizo tras ser sustituido en La
Justicia del Ninja (1981), basada en una idea suya, y relegado a coreógrafo
y doble de Franco Nero. De esta forma parece que le compensaban por lo sucedido
con la mencionada La Justicia. El
nivel coreográfico es más que notable, con buenísimas técnicas ejecutadas mejor
o peor, pero consiguiendo lo mismo que la saga de Karate Kid, es decir, ofrecer cine marcial, pero sin que
necesariamente sean buenas las que vemos. En este caso, realmente la ejecución
en determinados momentos es algo mala, pero igualmente disfrutable. También
tenemos muchas armas ninjas, claro está, pero sobre todo, peleas con espadas,
con el duelo final entre Stone y Dudikoff, sinceramente, digno de volver a ver
y analizar.
Por otro lado, tenemos un nivel de producción más alto, con un estupendo uso de planos abiertos y grúas, abandonando ese aspecto casi de cine de guerrillas de la primera parte. La magnitud de la propia película demuestra, como decía al principio, el espíritu de la Cannon. Presupuestos ajustados, entretenimiento máximo y estrellas recicladas o, en este caso, creadas por la propia productora. Incluso los decorados intentan dar ese aire de superproducción, como demuestra la arena de combate de los villanos. Coger ciertas ideas de la película original, cambiarlas mínimamente, como si pensasen en hacer un remake con más dinero y ya con la imagen de los ninjas totalmente asentada en el imaginario popular. Nunca se habían usado tantos clichés tan bien, dando todo lo que ofrecen en sus dosis, como ver a Jackson a lo Rambo, quedarse sin balas y usar los cuchillos, perderlos y quedarse sin camiseta para una buena pelea a puñetazos, el misticismo ninja, con Joe, disfrazado de ninja enemigo que, por arte de magia (ninja, literalmente) transforma su ropa en su propio uniforme de Shinobi. Y también
NOTA: 7’5
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