CRÍTICA - MUAY THAI: DEPORTE EXTREMO (2022)


Se acaba de estrenar en Netflix esta serie documental de tan sólo cuatro episodios que nos muestran una cara no muy conocida del Muay Thai. Con el título original de Hurts Like Hell, asistimos a una mezcla entre ficción y testimonios reales sobre el mundo de las apuestas y de los combates infantiles. Tengo que admitir que cuando comencé a verla, pensaba que era todo ficción, una miniserie de intriga sobre el mundo de las apuestas, legales, y sus conexiones con la mafia, pero cuando empezaron a salir personas reales, me llamó incluso más la atención, por lo que no he tardado en verla, y más con cuatro episodios de unos 50 minutos cada uno.

Ya sabemos que hay programas de televisión que narran cualquier tipo de suceso y mezclan testimonios con entrevistas, todo con un aspecto digamos, algo cutre, muy de telefilme barato. Por suerte no estamos ante ese tipo de programas, con una calidad propia de una serie de ficción. Aunque cada episodio se centra en diferentes aspectos oscuros del Boxeo Tailandés, con un texto en pantalla en cada uno de ellos de forma introductoria, podríamos dividir los episodios en dos grupos de dos, debido a lo que se cuenta en la parte de ficción, enlazando los episodios 1 y 2 por un lado, y 3 y 4 por otro, aunque al final, los cuatro están conectados.

Comenzamos con Phat, un joven gurú del boxeo, un profesional que se dedica a apostar en los combates y hablar de ellos en redes sociales, aconsejando sobre quien apostar a sus seguidores. Pero Phat querrá dar el salto al primer nivel, apostando con gente demasiado peligrosa, y mientras los testimonios nos cuentan cómo funciona el mundo de las apuestas, vamos viendo, a modo de ejemplo, lo que le ocurre a Phat durante un combate.

El segundo episodio continúa hablando del mismo combate del primero, pero desde el punto de vista del árbitro, mientras que los dos últimos se centran en los combates infantiles y la dura vida de los luchadores, además de hablar de los combates amañados. En estos dos últimos, la conexión es a través del combate juvenil anterior en el que apuesta Phat en el primero. Esta conexión tampoco es esencial, pero sí un acierto narrativo, ayudando a entender todo el mundo que gira alrededor del Muay Thai.

El drama humano es lo que vemos, sobre todo, ya sean los niños, obligados a combatir para salir de la pobreza, los apostadores, en busca de una vida más cómoda, o incluso los árbitros o promotores, intentando ganar dinero, aunque sea con combates amañados. Es curioso ya que a veces me ha dejado la sensación de ser propaganda tailandesa para evitar el juego, usando además a actores conocidos como Nat Kitcharit, Thaneth Warakulnukroh (actor, cantante y DJ de éxito) o Vithaya Pansringarm (posiblemente uno de los secundarios tailandeses más reconocibles en cualquier producción occidental rodada allí)

Vithaya Pansringarm

No obstante, tiene un acabado bastante occidentalizado, por el tipo de montaje en determinadas secuencias, o la música escogida, quizás pensado para mentes occidentales y para que sea más exportable. Ofrece una visión nada halagüeña del deporte nacional tailandés, que se sostiene en las apuestas y en sus conexiones con las mafias que hay detrás, con una crítica más que velada a la sociedad actual, dejando de lado la tradición para convertir algo como el Thai Boxing en un mero negocio, buscando alejarse de normas morales y éticas.

Un buen trabajo donde las artes marciales que vemos son bastante realistas, con ese intercambio de golpes de los luchadores acompañados de vítores y gritos de los espectadores. Un ruido, una seña de identidad de un país prostituida para que unos cuantos se hagan muy ricos a la vez que muchos caen en la miseria o en algo peor.

NOTA: 7

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