Actualmente no hay demasiadas
estrellas occidentales dentro del cine de artes marciales. Si quitamos a
Michael Jai White y a Scott Adkins, no nos quedan muchos. Si, tenemos a Van
Damme, a Matt Mullins, Jon Foo, Darren Shahlavi o Gary Daniels, pero dentro de
este subgénero, no hacen grandes películas. Personajes secundarios o películas
con difícil o nula distribución así como películas que no consiguen sacar todo
el potencial del actor. En el caso de Daniels, ya demostró su gran calidad en
los noventa y aunque se agradecen sus películas, no llegan a lo que fue. De vez
en cuando aparecen títulos como las dos secuelas de “Invicto”, “Promesa
sangrienta” o “Ninja” y su segunda parte, títulos que nos devuelven a los
noventa con grandísimas coreografías. Y en este grupo se encuentra “Falcon
Rising”, antes “Favela”. Es curioso que de los títulos anteriores, en dos de
ellos se encuentre Michael Jai White, convirtiendo su nombre junto al de Scott
Adkins en las grandes estrellas del género en occidente, sobre todo si vemos
que para producciones asiáticas les han requerido para dejar ver sus
respectivas técnicas. Pero esto no es un reportaje sobre los grandes artistas
marciales de este siglo XXI, si no una crítica a “Falcon Rising”, pero he visto
necesario puntualizar un poco el
contexto en el que se ha estrenado lo último de Jai White, que incluso en
Estados unidos ha sido estrenada en algunos cines para pasar el video bajo
demanda (VOD) Entrando en materia, “Falcon Rising” es una película que recupera
el espíritu del cine de acción de los ’80 y ’90, con un guión-excusa para
lucimiento de las escenas de lucha. Ernie Barbarash deja de momento a Van Damme
(le dirigió en “Juego de asesinos” junto a Adkins, “6 balas” y la próxima “Pound
of Flesh”) para, bajo la producción de Isaac Florentine (“Invicto 2”), comenzar
una nueva franquicia con el ex-marine John “Falcon” Chapman, un personaje
atormentado por sus recuerdos en la guerra (supongo que Afganistán, ya que no
mencionan dónde luchó) que viajará a Rio de Janeiro para encontrar a los
agresores de su hermana, a la que han abandonado pensando que había muerto. La
dirección de Barbarash ha mejorado bastante en las secuencias de acción, aunque
puede que en parte se haya debido a tener a Larnell Stovall como director de
acción, incluyendo las espectaculares coreografías de lucha. Los momentos más
dramáticos son los más flojos de todo el film, poniendo toda la carne en el
asador para que se puedan seguir y disfrutar mucho las escenas de artes
marciales, que junto a la perfecta ejecución de Jai White y del equipo de
especialistas hacen de esta película una de las mejores del año. Insisto, esto
se debe sobre todo a las secuencias de acción, ya que el resto del metraje no
es nada llamativo, por lo que acentúa que lo mejor de toda la película sean las
escenas de lucha. Con esto no quiero decir que sea un guión malo, si no que es
un guión muy típico, algo predecible, vamos, una excusa para unir las
secuencias de lucha sin demasiadas complicaciones, un guión correcto y sencillo
que va directo al grano.
Volviendo al tema de las peleas,
como he dicho la ejecución de las mismas de Jai White es realmente
impresionante. Jai White es muy técnico, y Stovall lo sabe, por lo que aprovecha
para explotar las técnicas puras de Karate del que Jai White es experto, sin
olvidar las patadas en salto más espectaculares. Si además metemos a Lateff
Crowder, experto en Capoeira y con una secuencia en concreto para su lucimiento,
a parte de las secuencias finales, el entretenimiento y la calidad están
servidas. Además tenemos una lucha final de katana contra tonfas (por cierto,
una de las armas de Kobudo que peor se me ha dado hasta el punto de cogerla
cierta manía, hasta que he visto esta secuencia) increíble, con planos más
largos de lo habitual que hacen que literalmente flipe con cómo los maneja Jai
White. Podría seguir alabando las coreografías durante horas, dando ejemplos en
cada pelea de lo magistral de las mismas, pero creo que ya he dejado claro que
son muy muy buenas, de las mejores coreografías que he visto este 2014. El
nivel de Stovall sube un peldaño más sin caer en la repetición de la fórmula
que le ha convertido en un nombre de culto en los círculos de cine marcial más
especializado. Su entrada en 87Eleven Action Designer le ha lanzado al primer
plano y en cada nuevo trabajo suyo vemos por qué es uno de los mejores
coreógrafos actuales. La mezcla de técnicas de Karate, Kobudo, Kendo, Jiu Jitsu
y toques de Kung Fu, junto a la acción balística es soberbia, tanto por el diseño,
la ejecución, la filmación y el montaje. Una buena ración de todo esto en una
hora y cuarenta minutos no se ve muchas veces.
Si las secuencias de artes
marciales son el verdadero plato fuerte de la película, situando esta película
entre lo mejor de Jai White junto “Invicto 2”, “Promesa sangrienta” y “Black
Dynamite”, justo antes de “Rompiendo las reglas 2”, en la parte dramática, no
nos podemos quejar. No ha habido ningún actor que me chirrie, si acaso algún
personaje o su presencia en determinadas secuencias, metidas con calzador, como
el personaje de Kuka, un chico de las favelas que tiene un encontronazo con el
protagonista en una secuencia forzada pero que igualmente se agradece por la
pelea de White contra varios atacantes. El caso es que incluso hay dos
personajes de los que no me importaría ver un spin-off, Thiago y Bororo,
interpretados respectivamente por Jimmy Navarro y Lateef Crowder. Quitando el
giro de guión de sus personajes, sería muy interesante una película con dos
policías de las favelas, ya que sobre todo Thiago es un personaje interesante
de explorar. El resto del reparto, con un Neal McDonough relajado, Masashi
Odate como el villano de la función, y la presentación de Laila Ali, hija del
mítico Mohammed Ali, como actriz de cine tras su paso por la televisión,
funcionan correctamente, conformando la historia entre todos, de forma muy
sencilla, de libro. Los personajes necesarios para dar los pasos correctos y
desplegar todas las armas en la parte de acción. No hay historias secundarias
que rompan el ritmo, el camino queda bien marcado y delimitado entre todos, sin
ocultar demasiadas sorpresas pero que al final, te deja un muy buen sabor de
boca, la sensación de estar satisfecho pero de querer más. Más “Falcon”
Chapman, más Jai White, más Larnell Stovall más Ernie… bueno, si es Isaac
Florentine, mejor. Por cierto, la música encaja de nuevo a la perfección,
dramatizando momentos de frases lapidarias de White o en el momento en el que
Chapman se enfada, usando los clichés visuales que mejor funcionan y haciendo
que se disfruten incluso más las secuencias que estos momentos anuncian que
viene, un despliegue de puñetazos, luxaciones y patadas espectacular.
Resumiendo, algunas de las
mejores secuencias de artes marciales del año en una historia típica y tópica
pero no por ello deja de funcionar. Un divertimento con el espíritu de los ’80 y
los ’90, incluyendo ciertos guiños u homenajes en localizaciones (¿cuántas
películas terminaban en naves en el puerto, o tenían secuencias de acción en
ellas?) e incluso técnicas y momentos de grandes momentos del cine de género de
los ’90 y a directores como Sheldon Lettich, pero con ese toque oscuro que
actualmente existe en el cine de acción de serie B, algo que está ayudando a
levantarlo. Un joya marcial al que la falta un guión un poquito mejor y un
director más personal pero que gracias a las propias escenas de lucha consigue
convertirla en una de las mejores películas del año, manteniendo a Jai White en
la cima, aunque siga compartiéndola con buenos amigos suyos, del subgénero.
NOTA: 8
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