THE RAID 2: BERANDAL (2014)



Una de las películas más esperadas de este año ha sido “The Raid 2: Berandal”, secuela de “The Raid”, o “Redada Asesina” en España. Mientras esperamos a su salida en nuestro país (algunas fuentes indicaban que podríamos verla en formatos domésticos a finales de este verano pasado, cosa que no ha ocurrido, ni parece que vayamos a poder verla antes de que termine este año) aprovecho para, por fin, hacer su crítica. Lo primero que tengo que decir es que su director y guionista, Gareth Evans, no se ha limitado en repetir la fórmula de la primera entrega, si no que ha hecho aumentar el tamaño de este microverso indonesio, comenzando dos horas después de la finalización de “The Raid”. Si en la primera parte nos centrábamos en un escenario prácticamente único, el edificio donde los SWAT entran, aquí Evans saca la cámara para ofrecernos un retrato de la guerra a tres bandas entre las mafias locales y la Yakuza japonesa, si bien los personajes importantes son todos indonesios. Las fuentes de las que bebe Evans son muy diversas, pero sobre todo orientales, por lo que el uso de planos generales al más puro estilo surkoreano y japonés enriquecen visualmente la película. Si, se que los planos generales no los han descubierto ni en Korea del Sur ni en Japón, pero en estas dos cinematografías se usan de forma mucho más efectiva que en el cine norteamericano más de género. Por que a pesar de este aspecto mafioso, seguimos en una película de artes marciales con el toque de thriller que muestran una gran evolución positiva en la forma de escribir y dirigir de Evans.
Tras una introducción haciendo referencia a Tama, el villano de la primera parte, Evans nos muestra que por muy peligroso que fuese, hay alguien por encima suya, y es en este punto donde la película se vuelve más grande, no sólo en duración (estamos ante un película de dos horas y media frente a la hora y cuarenta minutos de la primera) Aquí se mezcla la mencionada guerra mafiosa con el tema de policías infiltrados, permitiéndonos tanto ver cómo funcionan las familias criminales como el peso de la misión del protagonista, repartiendo en el metraje todo de forma equilibrada y muy coherentemente. He hablado antes de los planos generales, estáticos, para más señas, excelentemente compuestos y que ayudan a situarnos espacialmente y a veces nos separan de la violencia más cruda, aunque no durante todo el metraje, ya que los que Evans nos muestra es lo esencial, sin recrearse demasiado en la sangre, como se puede apreciar en la secuencia de apertura, con una ejecución con un tiro a quemarropa con una escopeta. Justo cuando se aprieta el gatillo hay un corte al título de la película. A pesar de esto, la violencia es mostrada pero sin deleitarse demasiado, usando planos más cortos pero con un montaje rápido para no caer en efectismos. Los golpes y demás duelen, y mucho, pero a veces Evans nos los muestra rápidamente, logrando una mayor sensación de crudeza que si se hubiese mostrado más claramente. Otro ejemplo de esto son las ejecuciones en el restaurante, usando de nuevo planos generales, primeros planos o planos medios, además de una naturalidad escalofriante. De nuevo comparamos la primera y la segunda entrega y vemos que esto es algo presente en ambas, y si el microverso que se ha creado es mayor, la violencia también.
En “The Raid” teníamos pistolas, cuchillos y artes marciales, y aquí…pistolas, cuchillos, artes marciales, bates de baseball y martillos. Las coreografías de Yayan Ruhian e Iko Uwais se unen a la dirección de acción del propio Evans para subir un peldaño más en la calidad de todas las secuencias de acción, algo que parecía que no se podía superar, al menos durante unos años, pero Evans sabe muy bien lo que quiere, evolucionar, y con el trabajo de los dos coreógrafos se ha conseguido. Escenas largas de lucha, combates escalofriantes y una ejecución de las coreografías soberbia por parte de todos los actores involucrados. Iko Uwais aprovecha el estar rodeado de compañeros que bordan sus papeles, aunque no estén demasiado desarrollados. Yayan Ruhian repite, a pesar del destino del Mad Dog de la anterior parte, con un nuevo personaje sin nada que ver con el anterior. Quizás la parte dramática, que intenta dar mayor profundidad a su personaje, o al menos sus motivaciones, sea lo que menos me ha convencido, o mejor dicho, lo que creo que realmente sobra de la película. Pero claro, es necesario hasta cierto punto para conocer a su personaje, que provocará unos giros de guión que ayudan a que la película avance. Su técnica es impresionante, y se luce en dos secuencias espectaculares con reminiscencias a películas como “Lady Snowblood”, sobre todo la última secuencia en la que sale, en el callejón de la discoteca, con todo nevado. La ausencia de música otorgan más crudeza aún a lo que vemos, pasando después al uso de la música para dar una sensación muy dramática a la secuencia.
Volviendo a las artes marciales, dos de los grandes descubrimientos de la película son Julie Stelle como Hammer Girl y Very Tri Yulisman como Baseball Bat Man. A pesar de la inexperiencia de Stelle en artes marciales, la ejecución de sus coreografías es excelente, gracias sobre todo por Very Tri Yulisman, uno de sus entrenadores con quien se complementa muy bien al tener un vínculo ambos personajes. El tiempo pasado por Yulisman con Stelle a la hora de entrenar traspasa la pantalla para ofrecernos tres secuencias estrella, dos por separado, mostrando sus talentos, y la secuencia conjunta contra Uwais. La incorporación de sus armas de lucha, dos martillos en el caso de Stelle y un bate de Baseball para Yulisman, son otro elemento que enriquecen la parte marcial a niveles increíbles. Si la historia está plagada de traiciones, intrigas y demás, la parte marcial no se limita a mostrar a la estrella como una máquina de luchar, si no que se reparte este peso entre varios personajes, sobre todo los dos mencionados y Cecep Arir Rahman, maestro de Pencak Silat que tiene su gran momento en la lucha con cuchillos en la cocina, en el tramo final, otra coreografía soberbia donde Uwais y Rahman demuestran su velocidad y precisión con una pelea que pone los pelos de punta, al igual que todas las que vemos. La parte que transcurre en la cárcel mezcla esta pericia técnica de los actores con unas peleas más brutales y salvajes, con unos stunts de infarto y que tras finalizar te duele todo el cuerpo. Además, la batalla en el barro está rodada de forma magistral, con Evans moviendo la cámara continuamente, con escasos cortes que hacen de ella una secuencia digna de analizar y con una complejidad técnica que no todo el mundo podría realizar.
Gareth Evans afronta así una película ambiciosa técnicamente, con un cambio sustancial respecto a la primera entrega, donde se aproxima a algunos de sus referentes cinematográficos como Takeshi Kitano, sobre todo en las secuencias donde aparece la Yakuza, y al cine de género en general, dando un paso más allá y confirmándose como una de las mayores promesas del género. Y digo promesas por que en su filmografía marcial sólo tiene la primera parte pero que con esta secuela asienta su carrera de forma firme.
Podría seguir escribiendo sobre la genialidad de la película, los giros de guión bien trabajados y sobre todo las escenas de lucha, de las mejores del año, situando a ésta película como un punto de referencia del género en este siglo XXI y que hace que tengamos ganas de la tercera anunciada entrega (no tanto del remake estadounidense). Pero es hora de terminar de escribir, resumiendo un poco lo escrito hasta ahora. “The Raid 2: Berandal” es sin duda una de las mejores películas de artes marciales del año, ofreciendo una historia de mafiosos bien escrita, muy bien dirigida y realmente espectacular e incluso escalofriante, con unos personajes secundarios que enriquecen el conjunto sin olvidar las secuencias más dramáticas. A mucha gente le ha parecido lenta y aburrida, pero que el guionista sea el director, el director de acción y el editor ayudan aún más a convertirla en lo que es, una película indispensable para los aficionados al cine de acción y artes marciales, de las que te pasas el metraje sufriendo por cada golpe dado y de la que quieres más, a pesar de su duración. Antes de terminar, quiero destacar la presencia japonesa con Kenichi Endo, Kazuki Kitamura y Ryûhei Matsuda, tres actores más que solventes que aportan mayor entidad a la película. Vamos, que si no la has visto a estas alturas, deberías, o te perderás una película de culto impresionante. He visto a gente no acostumbrada a ver cine en VOSE verla y encantarles, sobre todo por las secuencias de lucha, pero si te gusta el cine en general, podrás ver la excelencia técnica de Evans, con un montaje perfecto. Si la evolución positiva de esta secuela respecto a la anterior es como es… ¿qué nos esperará en la tercera parte? Estoy deseando descubrirlo…

NOTA: 8’9

          

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