Sabemos que el cine de artes
marciales, aunque presente en la mayor parte de las cinematografías, es casi
feudo exclusivo de Asia, centrándose en Hong Kong y China pero sin olvidar
Japón, Korea del Sur e incluso India. Si nos vamos a Occidente, es evidente que
Estados Unidos se lleva la palma, con algunas incursiones (y estrellas)
británicas. En España un puñado de actores marciales intentan conseguir crear
una industria, aunque sea modesta, y en Latinoamérica… a parte de competidores
en MMA y en otras artes marciales, no suelen salir muchos actores, sobre todo
debido a la ausencia de títulos de género más allá de Hector Echevarría y algún
otro derivado que no ha conseguido el éxito…excepto Marko Zaror.
El actor y
artista marcial chileno tiene unos cuantos títulos a partir de 2006, donde
debutó como protagonista con “Kiltro”. A esta le siguieron la genial “Mirageman”,
“Chinango” y “Mandrill”, todas ellas producciones chilenas a las que siguieron “Invicto
3” y “Machete Kills” como villano en ambas películas. Tras pasar de
protagonista a villano, Zaror ha rodado la que es su mejor película hasta la
fecha, donde es el protagonista absoluto y en una co-producción
chileno-norteamericana bajo el auspicio de XYZ Films, los mismos que están
detrás de películas como “The Raid” y su secuela, “Killers”, “On the job”, “Zombies
nazis 2” o “Tusk”, además de contar con el mismo Zaror como productor junto al
director de ésta y de los mejores títulos del actor, Ernesto Díaz Espinoza.
La trama es sencilla en su
planteamiento, un misterioso hombre (no voy a desvelar nada que pueda fastidiar
la película a nadie) se dedica a acabar con delincuentes de la forma más
expeditiva posible, hasta que un buen día llega a un pequeño pueblo y tras ayudar
a un pescador, se ve involucrado en una lucha a muerte contra un estadounidense
traficante de drogas que ha perdido un dinero que pretende recuperar. A pesar de
tratarse de una historia muy típica, el desarrollo que hacen los guionistas (el
director ayudado por alguno de sus colaboradores en películas como “Tráiganme
la cabeza de la mujer metralleta” o “Mirageman”) se mantiene en una línea muy
clásica dejando la profundidad al personaje principal. Le vamos conociendo a
través de flashbacks, profundizando
en su motivación y dándole un carácter religioso que si bien no suele gustarme
demasiado, en éste film es absolutamente necesario. Todo el drama que lleva a
cuestas el personaje del Redentor, Pardo, es decir, Zaror, no se cuenta tal
cual, muestran, por decirlo así, el origen del Redentor apoyándose en la
interpretación de Marko para darle algunos matices. Incluso el ritual que lleva
a cabo cada día, cargando una pistola con una sola bala y jugando a la ruleta
rusa, no se explica, pero queda claro gracias a los mencionados matices
interpretativos. Vamos, que no comete los errores del cine norteamericano de
contar todo con palabras y no dejar que el público intente entender al
personaje, sus motivaciones y sus actos, más allá de las escenas de artes
marciales. Respecto a esto, también tenemos que agradecer a Zaror las
increíbles coreografías de las que podemos disfrutar en su casi hora y media de
metraje. Es evidente que la película es de artes marciales, siendo el plato
fuerte las peleas. El entrenamiento de Zaror es continuo y su excelente forma
física parece ir cada vez a más, deleitándonos con combinaciones de puños,
piernas, acrobacias y grappling,
emparejando las coreografías con películas como “Invicto 2” y su tercera
entrega o incluso “Flash Point”. Más de uno se echará las manos a la cabeza con
éste última referencia, pero la pelea entre Zaror e Icaro, Nelson Núñez, el joven
en chándal, es muy similar en espíritu y en el uso de técnicas a la que pudimos
ver entre Donnie Yen y Collin Chou. Es otro punto a favor de la película. No
sólo las coreografías están llenas de técnicas excelentes, si no que la
ejecución de las mismas es espectacular, presentándonos a actores desconocidos con
un gran nivel técnico junto a los stunts
de calidad. El trabajo de los especialistas, en gran medida los propios actores
secundarios, los matones habituales, es doblemente aplaudido por algunos
momentos especialmente duros ya que las coreografías tienen un punto sangriento
y salvaje, técnicas y momentos expeditivos, que se apoyan en los efectos
digitales para ofrecer más sangre aún que si bien “cantan” un poco, al igual
que algunos fuegos y explosiones, se le perdona por el alto nivel marcial que
tiene. El uso de palos, bates de baseball, pistolas, hélices de barcas e
incluso llaves inglesas acentúan la dureza de las peleas dándole un punto gore.
Además, la duración de algunas peleas, como la de Pardo e Icaro, de algo más de
tres minutos, o los tres minutos también de Pardo contra Piedra, interpretado
por Boris Smirnow, así como la pelea final contra el Alacrán, de cinco minutos
unido a la excelente dirección de Díaz Espinoza, con planos abiertos para
disfrutar de cada técnica, con ralentizaciones en las acrobacias, un buen
montaje, obra del propio director, algo que suele ser habitual en su
filmografía, editar sus propias películas, sin olvidar los encuadres más
efectivos para ensalzar la imagen casi superheroica del protagonista (sin olvidar el propio vestuario, con esas capuchas grandes, un uniforme
de superhéroe urbano y real, algo que ya nos mostró en “Mirageman”, que
aprovecho para reivindicar su estreno en España) y la más
siniestra del Alacrán, antagonista absoluto con un aura casi sobrenatural, una
especia de escenificación de la eterna lucha entre el bien y el mal, con la connotación
religiosa cristiana de Dios y el Diablo utilizado de forma perfecta alejándose
del tufillo panfletista y proporcionando cierto sentido de épica.
La atmósfera de la película,
rodada en exteriores, y sabiendo que el presupuesto no es el mismo que el de
películas similares de Hollywood, se enriquece con el toque western, con pueblos polvorientos,
desiertos y una especie de ley del más fuerte, con todo un pueblo bloqueado por
hombres armados en busca de los tres fugitivos y del dinero perdido. Los
decorados, grandes locales en ruinas o pequeñas casas en caminos llenos de
arena o elementos usados en las peleas, como botellas rotas, elementos que la
emparejan visualmente en algunos momentos con dicho género. El personaje de
Zaror es similar al visto en los spaguetti-western
de Sergio Leone e interpretados por Clint Eastwood, un héroe parco en palabras,
con un dramático pasado, imbatible e impartiendo justicia, en este caso,
divina. Incluso tenemos un momento duelo, cuando Pardo se cruza por primera vez
con Piedra. Los planos escogidos son los habituales en el cine del oeste, con
los vaqueros parados en medio de una calle, mirándose fijamente. No quiero
dejar de mencionar al actor estadounidense Noah Segan, visto en “Looper” o “Cabin
Fever 2” que es además uno de los productores de la película. Su personaje,
Steve Braddock, se aparta ligeramente de los capos de la droga vistos en
Hollywood con un personaje divertido, espontáneo y que da un punto cómico al
film, algo poco habitual. Loreto Aravena, actriz de televisión chilena, cumple
con su papel de Antonia, la chica de la película, pero al igual que pasa con Braddock,
se aleja del estereotipo, debido sobre todo a la ausencia de historia de amor.
Hay afecto y amistad, e incluso podemos pensar que Antonia se enamora de Pardo,
pero la historia no necesita ese lastre habitual. Una madre que necesita dinero
para curar a su hijo, subtrama que se menciona pero que de nuevo no se
introduce en exceso en el guión para centrarse en la historia de redención del
protagonista. Mauricio Diocares, otro actor de televisión, es Agustín, el
catalizador de los sucesos de ésta aventura del Rendentor. Un personaje con
algunos momentos más cómicos pero interpretado muy convincentemente. Por
último, destacar a José Luis Mosca, el malvado Alacrán, que destaca como gran
villano de la cinta, unido a Pardo de una forma muy cruenta, siendo además
quien convirtió a Pardo de sicario de la mafia a asesino redentor.
Resumiendo, “Redeemer”, o “Redentor”
es una violenta historia de redención y venganza, con una profundidad dramática
que funciona perfectamente junto a elementos del western y algunas de las mejores coreografías del año. Un trabajo
marcial milimetrado y ejecutado con maestría que convierten a una pequeña
película en un título de culto automáticamente, una muestra de que con talento
es posible hacer grandes películas de género. Una excelente dirección y un
trabajo soberbio por parte de Zaror, tanto delante como detrás de las cámaras,
coreografiando las secuencias de acción, donde usa todo lo que tiene cerca como
elementos letales, además de mostrar una forma física excelente y una técnica
sorprendente. Incluso diría que me ha gustado más que “Falcon Rising” de
Michael Jai White, por citar una buena cinta de acción de éste año. Una
película que supera las expectativas creadas, una cinta indispensable para los
amantes del buen cine de artes marciales.
NOTA: 8’75
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