NIAFFS'17: EL RETO DEL SAMURAI (1982)

La fascinación occidental por los samuráis y su mundo nos ha dado películas como esta que traigo esta semana, un clásico ochentero infravalorado y muchas veces ignorado. El éxito de la serie Shogun en 1980, basada en la novela del mismo título de James Clavell (y magnífica, así que aprovecho para recomendar su lectura, así como la recuperación de la serie en la estupenda edición en DVD que tenemos en España… y en mi estantería) hizo que el gran Toshiro Mifune no terminase su incursión occidental, aunque tras El Reto del Samurai sólo participó tres films más en occidente, siendo dos de ellas co-producciones. Pero ya hablaré de Mifune y su carrera en otra ocasión, ya que esta crítica se centra en la película mencionada, el debut como protagonista de Scott Glenn tras participar como secundario en numerosos films desde 1965. Una película que recuerda en cierto sentido a Yakuza (1974), ese otro clásico con el gran Ken Takakura y Robert Mitchum que, al igual que este otro film, nos muestra ciertos aspectos de la cultura japonesa, pasados por el filtro norteamericano, claro.


Glenn interpreta a un boxeador que es contratado para devolver una katana a Japón gracias a sus habilidades como luchador y se verá involucrado en la lucha entre dos hermanos por el control de dos espadas gemelas. De esta forma, sus guionistas, John Sayles (actor, guionista y director) y Richard Maxwell, nos van mostrando la cultura tradicional nipona a través de los ojos del protagonista, acompañándole en un viaje que le cambiará para siempre. Es evidente que uno de los mayores atractivos de esta película es la presencia de Toshiro Mifune, el icono por excelencia del samurái en el cine japonés y que aquí interpreta, como no podía ser de otra forma, al maestro que acogerá al norteamericano y enseñará el camino del samurái. Pero al contrario de lo que puede parecer, no sólo aporta su carisma y presencia para dejar que Glenn se quede con las secuencias de acción. Por suerte, podemos ver cómo se luce manejando la katana en las coreografías del maestro Ryû Kuze, actor, coreógrafo, coordinador de especialistas y asesor en el uso del sable japonés en películas como Samurai Assassin (1965), The Sword of Doom (1966) o Kill! (1968), además de las obras maestras de Akira Kurosawa Yojimbo (1961), su secuela Sanjuro (1962) o Kagemusha, la Sombra del Guerrero (1980) Es evidente que la película, al estar dirigida hacia el público occidental, tiene técnicas, digamos que más comerciales, pero por suerte, al ser una co-producción entre Estados Unidos y Japón, tienen una calidad indudable por encima de lo que Hollywood ofrece cuando no deja que los japoneses metan mano a sus producciones. Y teniendo a Kuze y a Mifune, es más que seguro que la calidad de las coreografías es alta. Bueno, de las coreografías de katana, ya que hay otro coreógrafo que se encargó de las escenas de lucha sin armas, y no es otro que el mismísimo Steven Seagal, acreditado como Steve y que supuso su primer trabajo en el cine. Aunque actualmente casi nos de risa (bueno, y sin el casi) debido a su caída en picado en el cine y su implicación en los escándalos sexuales que están arrasando Hollywood, Seagal siempre ha sido, es y será un gran maestro de Aikido (dicho esto, me pregunto por qué no intenta demostrar esto poniéndose algo en forma y recuperando su prestigio como artista marcial serio, como ha demostrado en cursos realizados en los últimos años donde no es doblado como sí pasa en sus films) y en 1982 vivía en Japón, estando muy bien considerado en el mundo del Aikido aunque fuese un gaijin. Por ello era la persona ideal para coreografiar las peleas, facilitando el trabajo directo con el resto del equipo norteamericano. Técnicas sencillas pero efectivas de Aikido, bien ejecutadas incluso por Scott Glenn, aunque se nota que no es un experto, lo cual incluso favorece a la película para que nos resulte más creíble su interpretación. Es más, cuando Glenn lucha, no es el héroe imbatible que aprende artes marciales y se hace invencible. Si, es buen luchador y vence a sus enemigos, pero en el enfrentamiento final (tranquilo, no hay spoilers), no está al nivel de su contrincante, el villano interpretado por Atsuo Nakamura (El Más Allá) por lo que la empatía con su personaje se acentúa. No podemos olvidar al único personaje femenino, Akiko, interpretado por la hawaiana Donna Kei Benz, a la que veríamos tres años después como esposa de Sho Kosugi en Ruega por tu Muerte (1985), que cumple, pero con un papel secundario bastante de adorno.
El director, John Frankenheimer cumple a la perfección con una dirección muy setentera, a pesar de que fue en la década de los sesenta donde forjó su filmografía con títulos como El Hombre de Alcatraz (1962), El Mensajero del Miedo (1962) o El Hombre de Kiev (1968) pero curiosamente sí emplea recursos visuales de los ochenta como la exageración en las consecuencias del uso de la katana, cercenando y rajando de forma que ofrece secuencias con cierto toque gore. El director, además, fue muy cuidadoso con los detalles japoneses, y según cuenta uno de los guionistas, John Sayles, viajó a Japón para sustituir los ideogramas chinos que habían puesto en el guion por los japoneses originales en sólo cinco días, además de buscar las localizaciones y reescribir el guion mientras Mifune se llevaba a todo el equipo a cenar. Esta meticulosidad se agradece mucho, ya que al contrario de lo que suele suceder en Hollywood, es muy respetuosa con todo, a pesar de algunos elementos menores occidentalizados, por lo que los amantes de la cultura japonesa se sentirán identificados con el personaje, deseosos de ser ellos quienes aprendan lo que el protagonista de la película aprende. Tenemos además elementos de thriller en la figura del villano, alejado de la tradición para así enfrentar a los dos hermanos, uno anclado en el pasado y otro en el presente. Es más, la figura del protagonista es un puente entre ambos, ya que mientras que Mifune y su escuela usan armas tradicionales (katanas, arcos y flechas, e incluso armas arrojadizas similares a los shuriken ninja, las famosas estrellas), sus adversarios van armados con pistolas y ametralladoras. De esta forma, a pesar de aprender a usar la katana, Rick, el protagonista, alterna la espada con las armas de fuego, dejando claro a Yoshida (Mifune) que los tiempos han cambiado.

Antes de terminar, algunas puntualizaciones o curiosidades, como el remontaje para televisión del propio director, con menos metraje y cambio de título, Sword of the Ninja, con menos momentos de casquería y violencia, el rodaje en el Templo de Shokokuji o el trabajo del director de fotografía, Kôzô Okazaki, el mismo de Yakuza, por lo que es normal que este film nos recuerde al de Robert Mitchum. El resto del reparto tiene caras conocidas de la época, numerosos actores norteamericanos de origen japonés habituales en series y películas como secundarios, aunque hay un actor que sólo apareció en este film como actor, Kenta Fukasaku, el mismísimo hijo de Kenji Fukasaku, mítico director de cine yakuza y de Battle Royale y que tras interpretar al pequeño Jiro, no volvería al cine hasta 1996 como asistente de director en series de televisión para debutar como director sustituyendo a su fallecido padre en Battle Royale: Réquiem (2003) Resumiendo, una entretenida película de acción, con un equipo de especialistas japonés de calidad, buenas coreografías marciales, realistas, un Toshiro Mifune en plena forma, incluso en las secuencias de acción, con un toque más setentero que ochentero y que nos demuestra la influencia que ha tenido en producciones posteriores como Presa de la Secta (1995) o las dos entregas de Ninja con Scott Adkins en lo referente a ver a un occidental conocer la cultura tradicional japonesa, salvando las distancias. Un pequeño clásico a reivindicar.

NOTA: 7’75

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