En 2007 aparecía Kuro Obi, es decir, Cinturón Negro, una excelente película
sobre el Karate, y diez años después se estrena Mukoku, pero sobre el Kendo. Un drama basado en la novela de Shû Fujisawa, que profundiza en el
significado del Kendo, en la lucha interna contra nuestros demonios, todo ello
acompañado de auténtico Kendo, con estupendas coreografías y unos personajes
sólidos. Un producto japonés que se aleja de la actual y creciente moda de los live-actions de mangas y animes, algo
que siempre ha existido en la cinematografía nipona pero que se ha acentuado en
los últimos años hasta copar la producción actual. Se agradece ver una película
como ésta, navegando entre medias del cine de autor y del cine marcial, sin
histrionismos ni comedia metida con calzador. El director de Freesia (2006) o My Man (2014) nos sumerge en una historia muy humana con
connotaciones filosóficas.
Kazuyoshi Kumakiri firma una película sobria y pausada, que es
exactamente lo que el guion necesita. El drama es parte fundamental del film ya
que no estamos ante una mera película de acción. Nos van presentando a los dos
personajes principales, un experto en Kendo lleno de traumas por la relación
con su padre, Maestro del arte marcial al que él mismo mandó al hospital en
estado vegetativo, y un joven amante del rap que descubre su pasión por el
Kendo. La relación entre ellos servirá de motivación para ambos en su vida, un
camino de redención y afirmación, una búsqueda de identidad que usará las enseñanzas
del Budismo Zen del que se nutre el Kendo. El trabajo de los actores es
impecable, sobre todo de Go Ayano (Lupin
y el Corazón Púrpura de Cleopatra), que se come al resto del reparto,
exceptuando al veterano Akira Emoto
(Zatoichi), el Maestro Mitsumura del film. Mientras vamos conociendo todos los
matices del pasado de Kengo Yatabe (Ayano), vamos profundizando en los aspectos
filosóficos del Kendo, en parte a través de los ojos del joven Toru,
interpretado por Nijiro Murakami (Aguas
Tranquilas), otro personaje lleno de demonios internos. Pero no veremos estas
luchas personales. Tenemos combates de Kendo bien repartidos en sus dos horas
de metraje, todos muy potentes y fluidos, alejados de lo visto en películas
como la trilogía de Kenshin (por otro lado, magnífica trilogía con combates
excelentes), sin cables ni efectos de ordenador. Puro Kendo en acción, tanto su
versión más deportiva, con shinai o
katana de bambú, como con bokken o bokuto, de madera maciza. Las
diferencias de las armas en los combates son un reflejo de la propia evolución
de los personajes, esa búsqueda del equilibrio, ese momento preciso que
necesita el auténtico Kendo para, en un solo movimiento, acabar con el enemigo.
Una técnica, un muerto. Los combates están así coreografiados como una
extensión de la psicología de los protagonistas, y magníficamente ejecutados
por los actores. Se nota que ha habido un trabajo previo muy intenso que
traspasa la pantalla. Claro está que por todo lo comentado hasta ahora Mukoku no es una película trepidante,
de acción que no pare. Es todo lo contrario, pero la calidad del film, en
general, es la que muchas veces pedimos cuando vemos una película de artes
marciales, es decir, un guion sólido, buenas actuaciones y buenas artes
marciales. Por ello he mencionado al principio Kuro Obi, toda una maravilla de película seria sobre el Karate que
continúa indirectamente aquí con el Kendo. Dos muestras de un cine marcial
diferente, de calidad, que muestra un arte marcial de forma realista, contando
una historia muy concreta pero que sirve perfectamente de vehículo educativo en
lo que a Budismo y Kendo se refiere, sin aburrir ni darnos farragosas lecciones
de filosofía. Una película muy por encima de la media que no ha tenido la
repercusión que se merece en los círculos del cine marcial. También he hablado
del cine de autor, de cierta cercanía en la dirección, y es que el tono de la
historia y los planos elegidos por Kumakiri entroncan con esa tradición de
drama intimista japonés habitual en los festivales internacionales. Destacar el
combate final, grabado casi todo con un plano general estático que permite
disfrutar de los estupendos movimientos.
Resumiendo, Mukoku es una película que equilibra perfectamente el drama con las
artes marciales más puras, un regreso a las raíces del cine samurái adaptado a
los tiempos modernos, un recital de cine más allá de lo comercial, y sin duda,
un título indispensable para los practicantes de Kendo y de artes marciales
tradicionales japonesas.
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