La semana pasada te hablé de una
película japonesa épica del 2016, y esta, he decidido traer al blog, en la
colaboración semanal con el festival de cine de acción español NIAFFS’18, otra
película japonesa pero de 1983. El motivo principal es demostrar que el cine de
samuráis tiene diversos enfoques, personalmente siempre interesantes. Además,
este film une el jidai geki con la
fantasía y con tres nombres imprescindibles para el cine nipón como son los de Kinji Fukasaku, Sonny Chiba y Hiroyuki
Sanada. Auténticas leyendas, vivos los dos últimos, que nos han
proporcionado incontables horas de entretenimiento. Fukasaku, un nombre
normalmente asociado al yakuza eiga,
o cine de Yakuzas (mafia japonesa), pero con títulos fuera de ese género,
firmaba un guion, junto a Toshio Kamata
(Eclipse en el tiempo) para lucimiento de Sanada, protegido de Chiba. Dos horas
y cuarto de samuráis, magia y acción que llegó a estrenarse en España y que
esta semana voy a reivindicar, así como a su protagonista, Hiroyuki Sanada.
Los aficionados y amantes del
cine japonés de los setenta y los ochenta sin duda conocerán a Sanada, pero
para la mayor parte del público como pronto le conocieron en 1998 con The Ring, la famosa película de terror,
y posteriormente en 2002 con la maravillosa El Ocaso del Samurái, a la que siguió El Último Samurái en 2003. A partir de aquí, su carrera en Estados
Unidos ha proseguido, viéndolo en Hora
Punta 3 (2007) junto a Jackie Chan, Sunshine
(2007) Speed Racer (2008), la serie Perdidos (2010), Lobezno Inmortal (2013), La
Leyenda del Samurái: 47 Ronin (2013), la serie Helix (2014-2015) o en la segunda temporada de Westworld, en emisión en estos momentos. Pero la carrera de Sanada
comenzó a finales de los sesenta, entrando en el Japan Action Club de Sonny Chiba en 1972, con tan sólo dice años de
edad. De esta forma comenzó a trabajar en las películas de Chiba hasta
conseguir despuntar gracias a sus estupendas habilidades físicas, siendo el
protegido de Chiba junto a Etsuko Shiomi.
Incluso participó en algunas películas chinas como Ninja in the Dragon’s Den (1982), Ultra Force (1986) y más recientemente en La Promesa (2005) Su velocidad y agilidad le acercan más a los
héroes de acción hongkoneses que a su mentor, algo de lo que el propio Chiba es
consciente a la hora de coreografiarle. Que haya nombrado tantos títulos
diferentes demuestran su versatilidad como actor, sin limitarse a un género
concreto, motivo por el que he querido reivindicarle. Una vez hecho, es el
momento de pasar a hablar de este film que, como he dicho en la introducción,
fue dirigida por Kinji Fukasaku (The
Yakuza Papers, Battle Royale), totalmente alejado del estilo sucio y urbano de
sus obras más conocidas. La trama gira alrededor de una princesa perseguida por
un clan diabólico y los ocho guerreros que la protegerán. El título, tanto en
inglés como en castellano, habla de samuráis, pero cuando llegó a Estados
Unidos se usó también la palabra ninjas sustituyendo a samuráis, lo que provocó
que incluso en el doblaje en nuestro país hablen de los shinobi, un error que podemos perdonar. Dos horas y cuarto de
película que se toma su tiempo para que vayan apareciendo los ocho guerreros
místicos, que irán encontrando ocho perlas o piedras brillantes para conformar los
protectores. Uno de ellos es el propio Chiba, que a principios de los ochenta
se encontraba inmerso en la televisión en diversas series, dejando así que
Sanada fuese el protagonista, al margen de que la edad de Hiroyuki era la más
adecuada para el papel. No obstante, debido al desarrollo de la historia, no
estamos continuamente siguiendo a Sanada, dejando tiempo para desarrollar al
resto de personajes aunque en menor medida. Al ser una historia fantástica,
tenemos efectos especiales, obra de Tetuzo
Ozawa, artífice de los mismos a partir de 1991 en diversas entregas de la
saga de Godzilla, como en Godzilla contra King Ghidorah (1991) o Godzilla contra Mechagodzilla (1993),
manteniéndose en el kaiju eiga. Estos
efectos se limitaron a las superposiciones en momentos de destrucción, brillos
para armas míticas y algunos y escasos más, algo que es incluso positivo ya que
podríamos haber asistido a unos efectos algo pobres pero funcionales que
rompiesen un poco el tono del film. Eso sí, cuando los guerreros enseñan sus
piedras, se nota demasiado el plano congelado de sus manos para permitir una
animación donde aparecen kanjis japoneses en las esferas.
Pero los efectos no son lo
importante. La historia, basada en una novela de 1982, Shin Satomi Hakkenden, de Toshio Kamata, hace realmente referencia
a los Ocho Guerreros Perro de Satomi, algo que como he indicado, se pierde con
la traducción internacional, que tiene su lógica cuando el personaje de Chiba
narra la leyenda original. Un reparto coral que tiene sus mayores aciertos en
Sanada, Chiba y Shiomi, la otra protegida de Chiba. Un trio de lujo que tienen
sus momentos de lucimiento en unas estupendas secuencias de acción donde
tenemos katanas, lanzas y kamas, el
arma de Sanada, además de lucha cuerpo a cuerpo. Estas escenas se van
desgranando a los largo de la película, con un buen uso de cables que acercan
ciertos momentos al mencionado cine de Hong Kong, con su punto álgido en la
batalla final de diecisiete minutos sin tregua donde Sanada se explaya
totalmente con sus acrobacias y patadas. Todo un recital de sus habilidades
físicas. También hay sitio para el amor y cierto toque de drama, siendo así una
estupenda película muy completa. Incluso los temas mitológicos japoneses están
tratados de una forma nada localista, siendo un producto muy exportable. Por
algo llegó a países como Estados Unidos, España, Alemania, Portugal e incluso
Hungría, aunque fuesen algunos años después. En cierta manera puede recordar a La Leyenda del Samurái: 47 Ronin, con
esa mezcla de cine de samuráis con fantasía y con el propio Hiroyuki Sanada,
como he indicado al principio, pero mucho menos fantásticas, con, por ejemplo,
escasas criaturas animales. Para terminar, mi habitual resumen final. La Leyenda de los Ocho Samuráis es una
épica y fantástica historia con elementos habituales, es decir, princesas en
peligro, clanes malvados y héroes legendarios, con momentos sangrientos, e
incluso el denominado ero-guro, es
decir, la unión de las palabras erótico y grotesco, ya presentes en la novela original
pero que aquí tiene menor presencia. También hay un toque terrorífico en
algunas secuencias, complementando así al film y enriqueciéndolo ya que todos
los elementos están en su justa medida. No sobra ni falta nada. Ah, y también
quiero destacar la banda sonora totalmente ochentera, llena de sintetizadores
que la confieren un aire muy especial. Si no la conoces, es el momento de verla
ya que, como he dicho al principio, el cine de o con samuráis es muy rico y
extenso, que con diferentes enfoques hacen que sea un subgénero digno de
estudio y repleto de maravillas, desde las obras maestras de Kurosawa hasta
estas producciones de entretenimiento. Dos horas y cuarto que se pasan volando.
NOTA: 8
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