Que aparezca una película
panameña con las MMA de fondo no es nada habitual, pero aquí la tenemos. Con
una clara inspiración en Warrior, el
debutante Aldo Rey Valderrama se
pasa al largo tras sus anteriores trabajos, dentro del mundo del cortometraje.
Una historia dramática con buenos personajes y un villano potente, tópico pero
haciendo que el actor que lo interpreta, Jorge
Perugorría, se haga fácilmente con él. Muchas veces pedimos películas de
artes marciales con buenos guiones, y no siempre se consigue. En esta ocasión
creo haber dejado claro que sí se consigue, aunque habrá más de una persona que
vea una película algo lenta y con pocas escenas de lucha. Pero ya sabemos lo de
la cantidad y calidad, y es que estamos ante una película en la línea del cine
de autor, o del cineasta que cuenta historias humanas, dando igual el contexto,
pero siendo importante para la propia película. Kimura se presenta así como una buena muestra de lo lejos que han
llegado las MMA en el mundo del cine.
Dos hermanos enfrentados, un
promotor de lucha mafioso y una mujer, componentes habituales en este subgénero
con torneos de artes marciales mixtas. Es indudable que el éxito de Warrior ha conseguido llamar la
atención a productores para ofrecer diferentes versiones de la misma historia,
pero con ese toque algo comercial al tratar las MMA. Al centrarse en los
personajes, tenemos la historia de redención y sobre enfrentarse a los demonios
internos ocupando la mayor parte del metraje, pero de vez en cuando aparece
Jorge Perugorría para ser ese despiadado mafioso ávido de dinero. Como he dicho
al principio, Perugorría ofrece una estupendo villano, amenazador que acelera
la película de forma que se nos pase volando. Claro está que la parte final,
con el torneo, después de haber visto alguna que otra pelea aislada, rodadas
cámara en mano, con algún momento espectacular, pero todo con un toque
realista. Ivan Kupei es el director
de acción, y consigue lucirse, aunque sabe a poco. Hay que destacar sin duda la
pelea final, con un montaje paralelo de las luchas externas e internas. Es
decir, mientras vemos el combate en el octógono, se van intercalando planos de
otra pelea más sucia, una representación del combate psicológico que ambos
personajes sufren. Son estos planos donde Kupei despliega un estupendo arsenal
que hacen de esa pelea la mejor del film. Nick
Romano (Ilegítimo) es el protagonista, convincente tanto en las secuencias
dramáticas como en las de lucha. Se nota cierto entrenamiento de cara a estas
escenas, y aunque no estamos ante maestros, nos creemos totalmente tanto a Romano
como al resto de actores.
El equilibrio entre drama y la
parte más marcial es acertado, aunque se nota que su director busca más aportar
una historia interesante, no en vano el guion es suyo junto a Diego Otero, nuevos valores
cinematográficos que aportan su granito de arena. No es una película perfecta,
claro está, pero hay que aplaudir cualquier película de artes marciales que nos
venga, sobre todo occidentales. Son escasas las producciones, al margen de Can
Aydin y sus amigos, o de vez en cuando lo que produce Luc Besson. Estamos viendo cómo van apareciendo nuevos directores,
actores y coreógrafos que buscan devolver el brillo al género. Y aunque el
resultado no sea espectacular, sí consiguen superar una calidad mínima para
poder disfrutar de una buena película y unas buenas coreografías. No puedo
terminar sin remarcar el título de la película, que hace referencia al torneo
de MMA, que sin duda a los fanáticos del cine marcial nos hace recordar a la
entrañable saga italiana Karate Kimura.
Claro está que no tiene nada que ver, pero no deja de resultar curioso.
Resumiendo, una buena película con buena acción, seria y algo deprimente, con
sus escenas de entrenamiento y el torneo final, que relaja la tensión de la
historia en pos de un buen entretenimiento.
NOTA: 7,5
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