LA PELI DEL DOMINGO: LA LLAVE DE SHAOLIN (1978)


Todas las productoras tienen una serie de títulos digamos de categoría A, grandes y buenas producciones con estrellas que con el tiempo se pueden convertir en clásicos. Pero también tienen películas menores que pueden estar protagonizadas por grandes estrellas, como el título del que hoy vamos a hablar, una estupenda película de Kung Fu que sin destacar entre toda la producción de la mítica Shaw Brothers pero que es perfecta para verla un domingo como hoy. Buenas peleas, grandes nombres y entretenimiento asegurado aunque no sea un clásico de la época. Si en los créditos aparecen los nombres de la Shaw, David Chiang, Lo Lieh, Dick Wei, Michael Chan, Kara Hui o Ho Meng-Hua, está más que claro que se convierte en una película digna de ver, y si encima tiene el gancho de la palabra Shaolin en el título, mejor. Venganzas y Kung Fu para este primer domingo de septiembre.

El asesinato del padre de Li Cheng Ying (David Chiang) y de Ling Meng Ping (Chen Ping) llevará al primero a Thailandia, para introducirse en la banda del culpable del crimen para consumar su venganza. Vamos, una historia típica a la que se la incluye una técnica especial nacida en el Monasterio de Shaolin y un giro en su segunda mitad que se ve venir pero que conforma una película sumamente entretenida rodada en Hong Kong y en la provincia de Auytthaya, Thailandia. El director Ho Meng-Hua (The Monkey goes West), todo un artesano de la Shaw, nos trajo una película donde David Chiang (Hermanos de Sangre) se luce junto a Michael Chan (Ultra Force) y Lo Lieh (De Profesión - Invencible) coreografiados por Tong Kai (La Furia del Tigre Amarillo) Lieh es el villano, pero un villano con matices que le hacen destacar por encima de sus compañeros, mucho más arquetípicos. No aporta nada nuevo al género, metiendo con calzador la palabra Shaolin en una técnica poco espectacular y muy forzada que, a pesar de ser el título de la película, termina siendo de escasa relevancia. Tiene ciertos toques de intriga pero centrados en el propio villano mientras se investiga quien quiere matarle, convirtiéndose en una especie de juego del gato y el ratón entre Chiang y Michael Chan, sólo para terminar siempre con los dos actores peleando. Chiang despliega su carisma habitual como protagonista, todo correcto, incluyendo las peleas, mientras que Chan va de menos a más, superando al propio Chang y robándole el protagonismo. Tanto Kara Hui (Las Garras de la Tigresa) como Dick Wei (Los Piratas del Mar de China) tienen sus momentos destacables, aportando así más nombres de calidad a los que tenemos que sumar los de Yuen Yat-Chor (La Ira del Tigre), uno de los hijos del gran Yuen Hsiao-Tien, Tony Leung Siu-Hung (Le Llamaban Dragón Gordo), actor y estupendo coreógrafo, e incluso el de Yuen Wah (Kung Fusión), todos ellos secundarios y de relleno, es decir, personajes para las escenas de lucha y a los que se enfrentará nuestro héroe. Las peleas son buenas, algo habitual en la Shaw, y aunque no sean demasiado originales, permiten que disfrutemos de las habilidades de los actores.


Volviendo a la historia, es inevitable meter ciertas dosis de drama para acentuar el espíritu de venganza, con madres ciegas e hijos perdidos, además de toques policiales con tráfico de drogas y pasados criminales. Uno de los elementos más forzados es el origen de la cicatriz de Michael Chan, nada creíble pero perdonable. De esta forma, La Llave de Shaolin es una amalgama de géneros, con el de cine marcial por bandera, buscando giros de tuerca para seguir ofreciendo cine de entretenimiento con el sello de la productora. Recordemos que se trata de una película de 1978, y el cine hongkonés había cambiado de rumbo con la aparición de Bruce Lee a principios de la década, y la explosión de la Bruceploitation, y este mismo año aparecería Jackie Chan con su díptico junto a Yuen Hsiao-Tien y la productora Seasonal. Sin duda, un final de década convulso que terminaba tras los esfuerzos por seguir ofreciendo éxitos de taquilla y mantener el status de muchas estrellas que se había apagado algo por el Pequeño Dragón. Además, para este film se añadían toques modernos (los coches y motos), ofreciendo momentos que presagiaban la reconversión del género hacia terrenos contemporáneos, alejándose poco a poco del cine más clásico. A pesar de ello, se mantienen las claves más clásicas, sobre todo a nivel coreográfico y de localizaciones. Sin duda, una muy entretenida película perfecta para ver esta tarde que si bien no se la puede considerar un clásico, sí es una muestra del buen hacer habitual hongkonés en el género.

NOTA: 6´5

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