Mientras veía el capítulo ocho de
los diez que componen esta segunda temporada, tenía claro que iba a ser la
crítica semanal que hago en colaboración con el No Identity Action Film Festival, y como me suele pasar, empezó a
tomar forma la habitual entradilla. Pero al terminar el último episodio, me
explotó la cabeza, dejándome como ninguna serie me ha dejado, muy tocado. Y no
es sólo porque el estilo de Karate de la película original y de la serie, sea
el mismo que el que yo he estudiado. La calidad de esta serie es abrumadora, y
por muchas series que haya visto y vea, por muchas que haya en la actualidad,
no son nada comparadas con la que Cobra
Kai ofrece. Más de uno dirá que exagero, pero cuando respiras cine y
televisión, cuando escribes sobre estos temas a diario, que te deje tan tocado
una serie tiene un significado muy concreto, y es que no podemos olvidar que el
cine, o en este caso las series, tienen que transmitirte algo, además de
cumplir ciertas reglas de calidad audiovisual. Pero es difícil encontrar
cualquier producto que incumpla dichas reglas, siendo más difícil aún ver una
película o serie mal rodada (exceptuando las escenas de peleas en el cine
norteamericano, siendo la asignatura pendiente de muchísimas películas
hollywoodienses) La cosa es que esta serie, y más esta segunda temporada es sin
duda todo un ejemplo de lo que carecen otras series aplaudidas por crítica y
público, normalmente dejándose llevar por una campaña de publicidad dirigida a
encumbrar producciones sin tener realmente la calidad necesaria (sí, una de
ellas es Juego de Tronos, para qué
engañarnos)
Más de uno se llevará las manos a
la cabeza por la afirmación con la que he terminado la entradilla, pero es lo
que hay y en esta crítica espero dejar claro todo esto. Lo primero es hablar de
la evolución de los personajes, algo poco habitual en cualquier serie. Ya en la
primera temporada veíamos una evolución y cambio de roles en los personajes de
Daniel LaRusso y Johnny Lawrence, pero aquí se va un paso más allá
desarrollando sus personajes y demostrando que la vida real está llena de tonos
grises y no se puede catalogar todo dentro del blanco y el negro. Los continuos
giros de guion enfatizan todo esto, ofreciendo estos matices en todos los
personajes, no sabiendo quien es el bueno o el villano, ya que en algún momento
todos los son. Incluso Kresse (Martin Kove), ofrece estas dos caras, teniendo
que esperar a que la serie avance para saber si tenemos que tenerle lástima o
no. Igual pasa con los alumnos de ambos bandos. Si en la anterior temporada
Miguel pasaba de ser el héroe a casi el villano, aquí sigue cambiando, igual
que Robby. Quizás el único que parece decantarse por “el mal” es Hawk, pero
incluso tiene un par de capítulos donde se busca conocerlo y entenderlo. Y esto
es parte de la genialidad, dotar de tantas capas a todos, desarrollándolos y
sobre todo hacerles crecer y enfrentarse a todo los que les ocurre. De esta
forma se convierte en todo un viaje de autoconocimiento, con tantas influencias
externas que les hacen buscar su propio camino. Estas influencias van desde sus
amigos, sus padres o sus senseis, convirtiendo la rivalidad de Cobra Kai y de
Miyagi-Do, es decir, la de Daniel y Johnny, en su propia rivalidad. La
irrupción de Kreese desestabilizará a los dos maestros y a sus alumnos.
Además de Kreese, no puedo dejar
de mencionar otra incorporación, la de Stingray, un personaje que aparece
brevemente en uno de los episodios para ir ganando protagonismo y convertirse
en todo un acierto que aumenta las dosis de humor. Y es que la serie aumenta
las dosis de drama, pero todo muy equilibrado, creando conflictos muy humanos
entre los adultos y los adolescentes, con un tono muy realista que hace que
empatices con todos ellos. Los sentimientos, decisiones y pensamientos de todos
ellos consiguen que nos identifiquemos en diferentes momentos con todos ellos,
entendiéndoles. Stingray relaja todo, como Demitri, dos personajes que creo que
son estupendos, enriqueciendo aún más la serie. Volviendo al viaje de
autoconocimiento, en la saga original era Daniel quien lo realizaba, y aquí
continúa, intentando volver a sus raíces karatekas, pero sin duda el Johnny
Lawrence de William Zabka es quien tiene que hacer este viaje, cogiendo las
riendas de la serie a pesar del perfecto equilibrio que hay entre los dos
protagonistas. Es quien ha cambiado más, y aquí es cuando parece ir encontrando
su camino, a pesar de las numerosas zancadillas que va encontrando. No
obstante, el contraste entre las vidas de ambos les acerca muchísimo, siendo,
al fin y al cabo, las dos caras de una misma moneda. Ambos se enfrentan a sus
miedos, a su pasado, presente y futuro, pero sin soltar su historia ochentera
común, que tanto les ha marcado. En el caso de sus alumnos, este viaje vital
les va llevando de la luz a la oscuridad, demostrando así que el Karate y sus
senseis son realmente eso, senseis, no simples profesores, a pesar de casi
utilizarlos para vengarse de su enemigo, respectivamente. Durante las dos
temporadas, y sobre todo en esta, todos, alumnos y maestros, van aprendiendo de
sus errores, marcando la vida de los discípulos, y de ellos mismos, para
enfrentarse a la vida, dándose cuenta de sus errores y aciertos.
Toca hablar de la nostalgia, y en
esta temporada la tenemos con la aparición de más antiguos Cobra Kai en un
estupendo capítulo que enlaza con la primera película de nuevo, pero también
tenemos referencias a la segunda y tercera entrega, incluyendo fragmentos de
las mismas. E incluso se recupera en el décimo capítulo un tema musical de la
película original, Cruel Summer de Bananarama, una estupenda referencia a
todo lo ocurrido en el verano en el que transcurre esta temporada. El recuerdo
de Miyagi con el dojo de LaRusso, o
mejor dicho de Miyagi-Do, es constante, echando de menos al entrañable maestro
que interpretó el fallecido Noriyuki “Pat”
Morita, pieza indispensable de la saga.
Me queda hablar de la parte
marcial, con el estupendo Hiro Koda
detrás. Uno de los elementos imprescindibles en el cine de este género son los
coreógrafos, capaces de hacer que gente inexperta parezcan maestros, pero si
recuerdas las películas, los protagonistas no lo son y nunca han conseguido
parecerlo, pero siguen siendo mitos del cine, y aquí ocurre lo mismo. Esto no
significa que no se disfruten las peleas, ya que el tono realista indicado
antes es parte fundamental, y si bien tenemos algunos actores que sí han
mejorado bastante, están todos lejos de ser esas máquinas de luchar que son las
grandes estrellas del cine marcial. Es decir, ves a Van Damme aprender en Contacto Sangriento (1988), pero como
sabes que realmente sabe luchar, sólo esperas a que las secuencias de
entrenamiento pasen para disfrutar de su técnica. Aquí no son superhombres, son
gente normal que no ejecutan todo perfectamente, a pesar de poder disfrutar de
algunas técnicas muy buenas. El trabajo de Koda es soberbio, consiguiendo que
vibremos con las peleas, sobre todo en ese capítulo final tan épico, magistral,
que consigue además un giro final inesperado y emotivo, que te golpea como la
patada de la Grulla de Daniel, en pleno estómago. De nuevo la parte humana
aparece para mostrarte cómo los dos protagonistas son perdedores a su manera,
tengan o no dinero. Lo que cuenta es lo que llevas dentro, cómo te afectan las
cosas, los logros que te llenan, la satisfacción personal. Es decir, el propio
Karate. No tienes que lucirte en la vida real para que te aplaudan. Toda la
filosofía de vida que conlleva este arte marcial tradicional se pone de manifiesto
en los últimos demoledores minutos, como si no tuviese espacio en la vida
moderna.
Las sensaciones que deja esta
serie, como dije al principio hablando de la calidad, es abrumadora. Una serie
pequeña que te revuelve, te emociona y se transforma en una de las mejores
series de la actualidad, abriéndose paso sin ruido, sin esa épica forzada que
esperas de otras series, como he dicho en las redes sociales. Juego de Tronos, las películas de Los Vengadores, la nueva saga de Star Wars, todo ello compuesto de esa
obligada épica que esperas encontrarte, y encuentras, pero sin sorpresas. Aquí
aparece todo esto con unos guiones muy bien construidos, sin nada que sobre o
falte, y preparando el terreno para una esperadísima tercera temporada que
seguro que nos trae muchas y agradables sorpresas, como muestra uno de los
últimos planos que, evidentemente, no voy a desvelar.
NOTA: 9
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