NIAFF'S19: ARAHAN (2004)


No me cansaré de reivindicar la figura de Jung Doo-hong, actor, especialista, coreógrafo, director de acción y experto en Taekwondo (durante su periodo en la Universidad, dio clases como Maestro Nacional en Corea, Japón, USA y México al ser escogido como miembro del equipo dedicado a promover el Taekwondo por el mundo), que además fue instructor de lucha durante su servicio militar obligatorio. Tras trabajar como guardaespaldas, fue un compañero suyo que le recomendó entrar en el mundo de los stunts, por lo que Jung no dudó y viendo que era difícil entrar (consiguió ser contratado sólo para llevar el equipo de los especialistas en producciones directas a vídeo), comenzó un entrenamiento intensivo tanto físico como marcial, incluyendo Aikido, Hapkido, Kickboxing e incluso en combate con cuchillo. Esto le hizo comenzar en General’s Son (1990), comenzando así una meteórica carrera con títulos como Shiri (1999), Musa (2001), Silmido (2003), A Bittersweet Life (2005), The City of Violence (2006) El Bueno, el Feo y el Raro (2008), The Berlin File (2013) o Veteran (2015) También ha probado suerte en Hollywood, siendo el doble de Lee Byng-hun en G.I. Joe. La Venganza (2013) y Red 2 (2013) Pero hoy hablaremos de otra película suya, Arahan, con un director con el que se ha acostumbrado a trabajar en auténticas maravillas del género.

En el 2002, el director Ryoo Seung-wan debutaba como actor en Sympathy for Mr. Vengeance y como guionista y director con No Blood, No Tears. En dicho film participaba como especialista Jung Doo-hong, iniciándose así una colaboración en los títulos dirigidos por Seung-wan como Arahan, siguiente película en la carrera de ambos. Una fuerte apuesta por el cine marcial traslandando el Kung Fu Taoísta al Seúl contemporáneo, todo ello con fuertes dosis de humor y fantasía, usando el subtítulo de Urban Martial Arts, un concepto que personalmente me fascina, uniendo el cine de Kung Fu tradicional con el mundo actual. Así conocemos a unos peculiares maestros de artes marciales, que salvarán a un joven e inepto policía, el cual desarrollará poderes al abrirse sus chakras. Así comenzará a entrenarse mientras un mal acecha al mundo de las artes marciales. El humor coreano se acentúa en los maestros y el alumno, interpretado por el hermano del director, Ryoo Seung-bum. Una especie de parodia del cine de Kung Fu más fantásticos pero a la vez como un homenaje pasado por el filtro coreano que recuerda en ciertos momentos al espíritu de Shaolin Soccer (2002) en lo referente a lo patéticos que parecen en ciertos momentos estos expertos maestros, acudiendo a programas de televisión y con un comportamiento excéntrico. Toda similitud termina aquí, claro está, pero ofrecer este submundo de maestros capaces de realizar, a pesar de todo, técnicas fantásticas como levitar o proyectar energía es sin duda algo que ambas películas tienen. Pero en este caso va más hacia el terreno de la acción, con el personaje interpretado por el propio coreógrafo, Jung Doo-hong, el villano de la historia. De esta forma se equilibra el humor con la seriedad para ofrecer una trama con tintes épicos, aderezado de ciertos componentes románticos, claro está, con la presencia de la guapísima Yoon So-yi. Los tres protagonistas dan el pego como luchadores, a pesar de ser doblados en ciertos momentos, y junto a la pericia del director para rodar las escenas de lucha, cables incluidos, convierten a este film en todo un must see para conocer mejor el cine marcial coreano.


La parte marcial nos ofrece momentos de entrenamientos y lecciones de filosofía, con momentos paródicos, como ver al protagonista debajo de una cascada, meditando, mientras la cámara se aleja y vemos que está en un spa lleno de familias. Momentos tipo sketch que dan ritmo a la fase de entrenamiento del protagonista, viendo sus avances de cara a la segunda mitad de la película. Esto no significa que no tengamos notas de humor, pero la historia se centra en la lucha entre el Bien y el Mal, dando rienda suelta a la acción. Las peleas son un claro homenaje al cine de Hong Kong, usando múltiples recursos y técnicas habituales del cine de Kung Fu de la ex-colonia británica, sobre todo por el uso de la espada. Debido al uso de la energía interna, hay momentos a medio camino entre Goku y Matrix (1999) lo que obliga al director a todo un despliegue visual y de montaje de calidad, y la tenemos. La espectacularidad y las estupendas coreografías nos transportan a ese mundo mágico de artes marciales con poderes y proezas físicas increíbles. Tenemos mucho wuxia, muchos combates con espada al más puro estilo clásico, pasando por el Kung Fu puro y duro, sin armas, aderezado de cables para el toque fantástico. Toda una maravilla del género que se merece una reivindicación en toda regla, abriendo la puerta al cine coreano a otro tipo de acción con mucha influencia del Kung Fu hongkonés, que tuvo su cénit en la maravillosa The City of Violence (2006), de la que ya te he hablado en este blog.

NOTA: 8

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