No me cansaré de reivindicar la
figura de Jung Doo-hong, actor,
especialista, coreógrafo, director de acción y experto en Taekwondo (durante su
periodo en la Universidad, dio clases como Maestro Nacional en Corea, Japón,
USA y México al ser escogido como miembro del equipo dedicado a promover el
Taekwondo por el mundo), que además fue instructor de lucha durante su servicio
militar obligatorio. Tras trabajar como guardaespaldas, fue un compañero suyo
que le recomendó entrar en el mundo de los stunts,
por lo que Jung no dudó y viendo que era difícil entrar (consiguió ser
contratado sólo para llevar el equipo de los especialistas en producciones
directas a vídeo), comenzó un entrenamiento intensivo tanto físico como
marcial, incluyendo Aikido, Hapkido, Kickboxing e incluso en combate con cuchillo.
Esto le hizo comenzar en General’s Son
(1990), comenzando así una meteórica carrera con títulos como Shiri (1999), Musa (2001), Silmido
(2003), A Bittersweet Life (2005), The City of Violence (2006) El Bueno, el Feo y el Raro (2008), The Berlin File (2013) o Veteran (2015) También ha probado
suerte en Hollywood, siendo el doble de Lee
Byng-hun en G.I. Joe. La Venganza
(2013) y Red 2 (2013) Pero hoy
hablaremos de otra película suya, Arahan,
con un director con el que se ha acostumbrado a trabajar en auténticas
maravillas del género.
En el 2002, el director Ryoo Seung-wan debutaba como actor en Sympathy for Mr. Vengeance y como
guionista y director con No Blood, No
Tears. En dicho film participaba como especialista Jung Doo-hong,
iniciándose así una colaboración en los títulos dirigidos por Seung-wan como Arahan, siguiente película en la
carrera de ambos. Una fuerte apuesta por el cine marcial traslandando el Kung
Fu Taoísta al Seúl contemporáneo, todo ello con fuertes dosis de humor y
fantasía, usando el subtítulo de Urban
Martial Arts, un concepto que personalmente me fascina, uniendo el cine de
Kung Fu tradicional con el mundo actual. Así conocemos a unos peculiares
maestros de artes marciales, que salvarán a un joven e inepto policía, el cual
desarrollará poderes al abrirse sus chakras. Así comenzará a entrenarse mientras
un mal acecha al mundo de las artes marciales. El humor coreano se acentúa en
los maestros y el alumno, interpretado por el hermano del director, Ryoo Seung-bum. Una especie de parodia
del cine de Kung Fu más fantásticos pero a la vez como un homenaje pasado por
el filtro coreano que recuerda en ciertos momentos al espíritu de Shaolin Soccer (2002) en lo referente a
lo patéticos que parecen en ciertos momentos estos expertos maestros, acudiendo
a programas de televisión y con un comportamiento excéntrico. Toda similitud
termina aquí, claro está, pero ofrecer este submundo de maestros capaces de
realizar, a pesar de todo, técnicas fantásticas como levitar o proyectar
energía es sin duda algo que ambas películas tienen. Pero en este caso va más
hacia el terreno de la acción, con el personaje interpretado por el propio
coreógrafo, Jung Doo-hong, el villano de la historia. De esta forma se
equilibra el humor con la seriedad para ofrecer una trama con tintes épicos,
aderezado de ciertos componentes románticos, claro está, con la presencia de la
guapísima Yoon So-yi. Los tres
protagonistas dan el pego como luchadores, a pesar de ser doblados en ciertos
momentos, y junto a la pericia del director para rodar las escenas de lucha, cables
incluidos, convierten a este film en todo un must see para conocer mejor el cine marcial coreano.
La parte marcial nos ofrece
momentos de entrenamientos y lecciones de filosofía, con momentos paródicos,
como ver al protagonista debajo de una cascada, meditando, mientras la cámara
se aleja y vemos que está en un spa
lleno de familias. Momentos tipo sketch
que dan ritmo a la fase de entrenamiento del protagonista, viendo sus avances
de cara a la segunda mitad de la película. Esto no significa que no tengamos
notas de humor, pero la historia se centra en la lucha entre el Bien y el Mal,
dando rienda suelta a la acción. Las peleas son un claro homenaje al cine de
Hong Kong, usando múltiples recursos y técnicas habituales del cine de Kung Fu de
la ex-colonia británica, sobre todo por el uso de la espada. Debido al uso de
la energía interna, hay momentos a medio camino entre Goku y Matrix (1999) lo que obliga al director
a todo un despliegue visual y de montaje de calidad, y la tenemos. La
espectacularidad y las estupendas coreografías nos transportan a ese mundo
mágico de artes marciales con poderes y proezas físicas increíbles. Tenemos
mucho wuxia, muchos combates con
espada al más puro estilo clásico, pasando por el Kung Fu puro y duro, sin
armas, aderezado de cables para el toque fantástico. Toda una maravilla del
género que se merece una reivindicación en toda regla, abriendo la puerta al
cine coreano a otro tipo de acción con mucha influencia del Kung Fu hongkonés,
que tuvo su cénit en la maravillosa The
City of Violence (2006), de la que ya te he hablado en este blog.
NOTA: 8
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