En 1986, el guionista Kazuo Koike y el dibujante Ryoichi Ikegami presentaban el manga Crying Freeman, donde un joven alfarero japonés, Yo Hinomura,
terminaba siendo el brazo ejecutor de una secta china, los 108 Dragones. Tras
un lavado de cerebro, se convertía así en un asesino programado para matar que
suelta siempre una lágrima tras cada asesinato. Dos años después aparecería la
serie de animación con seis episodios producidos por Toei Animation, mientras que en 1990 se estrenaban dos producciones
hongkonesas que la adaptaban. La primera fue Killer’s Romance, con Simon Yam (Full Contact) y Joey Wang (Una
Historia China de Fantasmas) y la segunda, The
Dragon from Russia, con Samuel Hui (Mad Mission) y Maggie Cheung (Deseando
amar), con mucha más comedia. Cinco años después, occidente se percató de la
existencia de esta historia, y gracias al francés Christophe Gans, se estrenaba, incluso en España en cines, Crying Freeman. Los Paraísos Perdidos,
la puesta de largo de Mark Dacascos
tras sus inicios en la serie B videoclubera y que sólo había estrenado a lo
grande la adaptación del videojuego Double
Dragon.
Emu O’Hara será la testigo de unos asesinatos. El asesino, un
hombre enmascarado, descubrirá su rostro y se presentará, sentenciando a muerte
a la joven. Pero el amor impedirá que el destino de Emu sea fatídico,
enfrentando al asesino con sus superiores mientras se desarrolla una guerra
entre la Yakuza y los Hijos de los Dragones, la misteriosa secta china a la que
pertenece Freeman, el asesino que
suelta una lágrima tras cada trabajo. La película adapta el primer arco
argumental del manga original,
contando el origen del personaje en una serie de flashbacks donde Mark
Dacascos demuestra ser un Freeman perfecto, tanto a nivel dramático como
marcial. La sombra de John Woo sobrevuela (y algo más) la película, ofreciendo
ralentizaciones y composiciones de planos llenos de poesía junto a un estupendo
montaje y una atmosférica banda sonora. Claro está que contar como supervisor
de edición a David Wu, que ha
trabajado con leyendas como Chang Cheh,
Liu Chia-Liang, Kirk Wong, John Woo, Tsui Hark o Ronny Yu favoreció el aspecto de cine de Hong Kong del que Gans es
amante, para disfrute de los que amamos esta cinematografía. La acción es lo
principal, tanto balística como marcial, con un Dacascos en plena forma que a
punto estuvo de no conseguir el papel protagonista, ya que fue ofrecido a Jason Scott Lee (Dragón. La vida de
Bruce Lee), pero su contrato con Universal
tras el biopic del Pequeño Dragón se
lo impidió, y salimos ganando. Peleas acrobáticas sin exagerar, peleas con
katanas (coreografiadas por Dacascos y el director) y tiroteos visualmente
impactantes van apareciendo durante el metraje mientras asistimos a esa guerra
entre los chinos y los japoneses, sin olvidar a la Interpol, que se encuentra
en medio de todo.
Tenemos además personajes muy
carismáticos, al margen de la pareja protagonista. Por un lado, el policía de
la Interpol interpretado por Tchéky
Karyo, que aporta su poderosa presencia, el tándem Yakuza de los Hanada,
con Masaya Katô y Yôko Shimada, o el asistente de
Freeman, Byron Mann. Todos ellos
expanden el universo de la película y aunque Yo Hinomura sea el protagonista,
nos deja claro que es una herramienta en una situación que le sobrepasa,
enfrentándose así a los dos mundos que retrata el film. Y todo por amor, aunque
no tengamos componentes románticos al uso. Kong
Resumiendo, Crying Freeman es un homenaje al manga, al anime, al cine
de Hong Kong, lleno de acción estupendamente rodada, con un universo
enormemente rico, de venganzas, de guerras, de luchas interiores para salir de
lavados de cerebro, pasión y traiciones, de dobles caras y artes marciales. Una
de las mejores adaptaciones de un cómic japonés donde se demuestra la pasión
por este medio y por todo lo dicho hasta ahora y una carta de amor al género
con un enorme Mark Dacascos, que además sirvió para que conociese a su mujer,
Julie Condra. Un título imprescindible.
NOTA: 8
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