Existen muchas películas que son
necesario reivindicar. Títulos que no son justamente valorados, siempre
comparándose con otros films del mismo género, o que no consiguen encontrar su
hueco en la industria. Una de ellas es El
Poder del Tai Chi, debut como director de Keanu Reeves, quien iba a ser sólo el villano, pero que el propio Yuen Woo Ping, recomendó dirigir. Una
unión de talentos en una historia pura de artes marciales que pasó bastante
inadvertida para los grandes medios. Se trata de un estupendo trabajo marcial
además de un reparto, tanto principal como secundario, digno de admiración, por
lo que aprovechando que me la he encontrado de repente en la tele, qué mejor que
volver a verla para refrescarla y ver todos los aciertos que la podrían
convertir en un título de culto, menor, pero de culto, llena de estupendas
peleas, una historia sencilla, pero con un estilo algo oscuro y mucha personalidad
que la convierte en una rara avis del
género que es absolutamente necesario reivindicar, como decía al principio de
esta entradilla.
Uno de los elementos más visibles
es la fotografía. A pesar de la luminosidad en muchas secuencias, la paleta de
colores va del azul metálico al gris, con ciertas notas de color en momentos
determinados, pero manteniendo una atmósfera como de pesadumbre, incluyendo el
templo donde estudia el protagonista. Colores pétreos que se mantiene durante
todo el film, transformándose en una atmósfera opresiva constante, uniéndose a
la dirección de Reeves, apoyado por Yuen
Woo Ping, Eagle Yuen Shun-Yi, Chad Stahelski y Jon Valera, es decir, leyendas del cine de Hong Kong con los 87Eleven Action Desing, casi nada. La crême de la crême del cine marcial
oriental y occidental. Las angulaciones y movimientos de la cámara en las
escenas de lucha acompañan a la atmósfera para enrarecer de cierta manera la
película. Claro está que los combates, al ser un campeonato clandestino, tiene
el exotismo de los lugares donde se suceden, comenzando por esas salas grises
con espejos donde asistimos al viaje al corazón de la violencia al que se
embarca Tiger Chen, otro elemento
enriquecedor a efectos dramáticos, dotando de mayor dimensión a su
protagonista. Un viaje con tintes filosóficos demostrando una dualidad en el
personaje, que deja salir su violencia para ganar dinero y salvar el templo de
su Maestro. Ya tenemos al principio la inclusión de elementos esotéricos y
filosóficos con el Chi de Tiger, y
mientras avanza el film, vemos la analogía en el desequilibrio energético y lo
que va ocurriendo, el mencionado viaje, uno hacia los infiernos, donde sólo
podrá ser el quien decida, con la omnipresencia de un estupendo Keanu Reeves,
amenazador y desplegando su carisma y presencia. Esto nos transporta a un mundo
casi de cómic, más clásico, con el bien y el mal, y el mal tentando al bien. La
lucha de Tiger Chen que se une a esa lucha interna por el equilibirio de su Chi. Una historia compacta, que consigue
aunar todos estos elementos de forma magistral, incluyendo las escenas de artes
marciales y el reparto que las compone.
La parte marcial se incluye en
ese viaje espiritual y energético. La evolución en las peleas del protagonista
va de la mano con su estado anímico, volviéndose cada vez más brutal y violento
hasta afectarle en su faceta deportiva, de la que vemos sólo dos combates para
mostrar al mundo ese aspecto negativo del experto en Tai Chi que asombra al
mundo usando este arte marcial de forma contundente y evitando que la gente
piense que es sólo algo energético y curativo. Para ello iremos viendo a Tiger
pelear contra distintos combatientes, Brahim
Chab (Boyka: Invicto), Ocean Hou
(Attrition), Silvio Simac (Danny the
Dog) o el mismísimo Iko Uwais, que
consigue lucirse brevemente en su combate contra Tiger. Todos ellos, y el resto
de luchadores, enriquecen enormemente la historia, mostrando un amplio abanico
de estilos a los que se enfrenta nuestro protagonista, maravillosamente coreografiados,
con un uso puntual de los cables, y muy bien rodados. Tener los nombres
mencionados anteriormente en la faceta marcial, da como resultado unos combates
de una altísima calidad. Y si he hablado de nombres, no puedo dejar de recordar
que también tenemos a Simon Yam (Una
bala en la cabeza) y a Karen Mok
(Black Mask), dos grandes nombres del cine de Hong Kong que aparecen en la
subtrama policíaca que existe en toda película de torneos clandestinos. Como la
película no tiene un aire puro al cine hongkonés, la aparición de los dos,
sobre todo la de Simon Yam, intenta acercarse al cine de Kung Fu del que bebe,
el de la ex –colonia británica, siendo un guiño que nos gusta.
Resumiendo, El Poder del Tai Chi es una película puramente de artes marciales,
llena de tópicos pero que consigue traspasarlos para conseguir una personalidad
propia, diferente, menos luminosa de lo esperado, repleta de estupendas
coreografías marciales, con un reparto coral que respalda el debut como
estrella de Tiger Chen, además del de Reeves como director y una amalgama de géneros
bien engarzados que merece la pena recuperar.
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