El cine coreano actual ofrece blockbusters carentes casi siempre de la
potencia de las películas que marcaron esta cinematografía de cara a su
reconocimiento actual. Del thriller
con una arrebatadora personalidad ha pasado a ofrecer superproducciones técnicamente
impecables, pero con unos guiones lejos de esa potencia de hace unos años. Pero
de vez en cuando aparecen títulos, siempre dentro del blockbuster, como el que traigo esta semana al blog. The Divine Fury, una mezcla entre el
cine de exorcismos, de posesiones y de artes marciales. Sí, como lees, un
luchador de MMA enfrentándose a demonios y espíritus diabólicos acompañado de
un cura. Una curiosa mezcla que se transforma en una estupenda película de
acción y terror diferente que sabe mezclar estos subgéneros de forma
inteligente para ofrecer un producto compacto, atractivo y de calidad. Esto
último es habitual, claro está. A pesar de no conseguir títulos que vayan más
allá del mero entretenimiento, está claro que la calidad del cine coreano es
excelente, aunque sean películas de consumo rápido, algo que no siempre puede
decir el cine de Hollywood.
Kim Joo-hwan (Midnight Runners) escribe y dirige la película, su tercer
largometraje como director, arriesgándose con un film diferente, con elementos
de los subgéneros anteriormente mencionados, pero a la vez alejándose de los tópicos
del cine de terror de espíritus, demonios y exorcismos. Tenemos estos
elementos, pero manejados por el denominado Obispo Negro, el villano de la
función que orquesta las diferentes posesiones que veremos y a las que harán
frente un luchador de MMA elegido para salvaguardar nuestro mundo del
demoníaco, acompañado de un experto exorcista. De esta forma se establece un
esquema más cercano al cine de acción, con héroes y villanos, pero con demonios
entre medias haciendo de las suyas. Una atmósfera muy cuidada apoyada en una
estupenda fotografía y con un reparto encabezado por la estrella Park Seo-joon (She Was Pretty) que
vuelve a coincidir con el director tras Midnight
Runners (2017), el veterano Ahn
Sung-ki (The Tower) y Woo Do-hwan
(The Great Seducer) Un trio sobre el que recae el peso de la película y que
soportan como se espera, es decir, muy bien. El guion va pasando por todos los
subgéneros armónicamente, manteniendo el tono terrorífico durante casi todo el
metraje. Y digo casi todo ya que su tramo final se convierte en una especie de
versión light superheroica con ese
puño en llamas y ese ser del que no desvelaré nada más para evitar destripar
(vamos, el tan de moda spoiler) el
desenlace más de lo que puede que haya hecho. Pero haber mencionado esto no es
nada negativo, ya que lo considero un elemento muy importante para entender
ante qué tipo de película estamos ya que la sinopsis oficial remarca que el
protagonista es un experto en MMA, y claro, si el héroe es experto en artes
marciales mixtas, deberíamos tener unas buenas dosis de artes marciales, y las
tenemos de mano de un equipo con gente como Jung Sung-ho-I (El Hombre sin Pasado), Park Yeong-sik (The Pirates) o Im
Wang-seop (Monstrum) que cumple perfectamente en ese tramo final donde el
protagonista, Park Seo-joon, demuestra tener una excelente capacidad marcial
apoyado por el equipo de stunts,
claro está. Además, al tener ese halo sobrenatural, permite el uso de cables en
determinados momentos sin que quede exagerado. Esto, unido a ese enfrentamiento
final, espectacular y muy bien coreografiado y rodado, hacen que este híbrido
se convierta en una película muy disfrutable, con mucho ritmo, que va dándonos
pequeñas gotas de lo que veremos al final.
He comentado que tiene un aspecto
diferente a otro tipo de películas de terror similares, con posesiones y
exorcismos y es el tema del villano. Mientras que en otras películas tenemos a
un demonio como villano, oculto en los cuerpos de los poseídos, aquí tenemos a
Woo Do-hwan como un hombre que rinde culto a las fuerzas oscuras, siendo quien
ayuda a los demonios a poseer humanos. El diseño de los escenarios donde
Do-hwan realiza sus ritos difiere mucho de lo habitual en el género, dando un
paso hacia terrenos del ocultismo y las sectas satánicas que desembocará en ese
clímax espectacular. Y también he mencionado el subgénero de superhéroes, pero
no hay que ponerse nerviosos. No vemos a nadie volar ni lanzar rayos, pero
durante todo el metraje se establece esa conexión entre el protagonista y las
fuerzas de la luz con la capacidad de exorcizar con su sangre debido al estigma
que tiene en su mano derecha. Esto se desarrolla de forma seria, sólo
transformándose en una especie de superpoder en la última media hora, usando
esta capacidad que hace arder su puño derecho cuando sangra durante los
enfrentamientos contra sus enemigos. Esto aporta a las secuencias de acción un
aliciente espectacular, que, como he dicho, se equilibra perfectamente con los
momentos de terror que tenemos, bastante abundantes. Además, su director y
director artístico nos traen algunas secuencias visualmente muy trabajadas,
cambiando un poco el tono en ese tramo final. Resumiendo, una película muy
entretenida, que consigue mezclar géneros para delicia de sus distintos amantes
y convertirse en una película mucho menos vacía que otras superproducciones,
dando ese mismo, o más, entretenimiento a la vez que hace que no quieras
perderte nada. Cine comercial de calidad y con personalidad que evita copiar
otras películas para ser un film diferente y, ante todo, un acierto pleno.
NOTA: 6'95
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