Cuando se habla de cine de Karate
(énfasis en el “de”) mucha gente piensa en Sonny
Chiba, Karate Kid, Chuck Norris (al margen de que
estudiase realmente Tang Soo Do) e
incluso en Karate Kimura. Pero sin
lugar a dudas, una de las obras maestras (sí, maestras de verdad, no como
tantas películas actuales que por ser de tal o cual director o por gustar
mucho, se usa demasiado este término, demostrando que quienes la usan tan
alegremente no tiene realmente demasiada idea de cine) sobre el arte japonés es
Kuro Obi, es decir, Cinturón Negro, nada que ver con la
película del mismo título de Jim Kelly
(titulada originalmente Black Belt Jones)
Esta producción japonesa es una obra maestra del cine de Karate lo es por
diversos motivos que ahora veremos. Drama, artes marciales de verdad, sin
cables ni efectos digitales, sin superhombres que aguantan golpes poderosos e
imposibles. Toda una demostración de la eficacia real del Karate, con
auténticos maestros de este arte, una carta de amor imprescindible para los
practicantes de este bello arte, y para los amantes del cine marcial más serio
y realista.
En 1932, una escuela tradicional
de Karate tiene la visita del ejército japonés y el resultado será el
enfrentamiento contra el mismo, ganando los karatekas, aunque uno de los tres
únicos alumnos resultará herido, impidiendo que siga practicando. No obstante,
cuando el maestro fallece, poco después, del enfrentamiento, le pedirá al
alumno herido que sea él quien decida cuál de sus dos compañeros se merece el
cinturón negro de la escuela. Esto provocará una rivalidad entre ambos, sobre
todo cuando el ejército nipón pida a uno de ellos entrenar a los soldados. Si
por esta fuera poco, durante el enfrentamiento, al vencer a uno de los altos
cargos militares, provocará que se suicide, por lo que sus hijos buscarán
venganza y, por honor, Giryu, el alumno que le vence, se dejará ganar, quedando
herido y separándose de su hermano marcial. La trama es bastante más sencilla
de lo que parece, estableciendo el marco de la acción en pocos minutos para
convertirse en una maravillosa historia sobre el significado del cinturón negro
en Karate. Jôji Iida (La Puerta del
Infierno) elabora así un guion profundo sobre el honor, el significado del
Karate, la ambición y el choque entre el Karate clásico y la sociedad moderna,
todo ello orquestado por Shunishi
Nagasaki (Shikoku) que le da además un toque clásico y pausado.
Al margen de la propia historia,
bien llevada pero sencilla, como he dicho, estamos ante una película pura de
Karate, y qué mejor que tener a auténticos maestros en el reparto, como Tatsuya Naka, maestro del estilo
Shotokan e instructor de la Japan Karate
Association, que interpreta al, aparentemente, villano, Taikan, o a Akihito Yagi, experto en Goju Ryu, como
el protagonista, Giryu o a Fuyuhiko
Nishi, otro experto en Shotokan. Es más, él mismo produce la película y la
coreografía junto a Akihiro Noguchi,
co-fundador de los Alpha Stunts y de
nuevo, experto en Karate y colaborador habitual de Isaac Florentine en
películas como Exterminio (1999) o Ninja (2009) En el film podemos ver los
estilos mencionados e incluso Kyokushinkai, con katas clásicos de Goju, como Sanchin, con el que abre el film. Gracias
a que estos maestros son los que consiguieron poner en marcha la película,
podemos ver unas coreografías realistas y contundentes, demostrando que el
Karate, en su faceta de defensa personal no tiene nada que envidiar a otras
artes, sin necesidad de trabajo con cables ni florituras. Un trabajo
coreográfico excepcional, directo, que se une al significado del cinturón negro,
esa puerta al conocimiento y una meta, lleno de respeto y filosofía que debe
ganarse el alumno, y no precisamente peleando. Es el camino que recorren los
dos protagonistas, Giryu y Taikan, dos caras de la misma moneda y que, en sus
respectivos viajes, irán descubriendo ambos. El camino de Taikan transcurre por
una senda tenebrosa, mientras que el de Giryu, en la luz, debe también mutar
para llegar al enfrentamiento final, donde ambos descubrirán ese significado
del cinturón de su maestro, rodado en blanco y negro que acentúa el dramatismo
de la secuencia. Resumiendo, Kuro Obi
es una maravillosa película donde nos sumerge en el verdadero Karate-Do, en su
filosofía de vida, entendiéndolo todo a la vez que sus protagonistas y
demostrando que el ser humano no es blanco y negro, sino que tiene una miríada
de matices extrapolables a cualquier arte marcial. Una carta de amor para
aquellos que quieran auténticas artes marciales.
NOTA: 8’75
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