Esta semana traigo una película
japonesa, así que no confundir con la estupenda serie coreana del mismo título
con zombies en la época Joseon. Se trata de la adaptación del anime del mismo
título que a su vez se basa en un manga de Yasuhisa
Hara que nos cuenta la historia de unos huérfanos para mostrarnos el
período de los Reinos Combatientes
de la antigua China. El director escogido es, sin duda, el mejor director de live-actions nipón, Shinsuke Sato, que tiene en su filmografía grandes títulos desde su
debut en 2001 con The Princess Blade,
seguida de las entregas de Gantz, I Am a Hero, Death Note: El Nuevo Mundo, Inuyashiki
y Bleach, así que es fácil imaginar
que estamos ante una buena película y como ha demostrado en las que tienen
acción, muy recomendable. No me gustó la última entrega de Death Note, pero como el resto son de buenas a muy buenas, no he
dudado en ver ésta, su, de momento, última película.
Dos huérfanos sueñan con
convertirse en grandes generales, pero su sueño dará un giro inesperado cuando
uno de ellos es reclutado por el Gobierno y, tiempo después, regrese herido
para morir en brazos de su amigo. Decidido a descubrir la verdad, Li Xin se
verá envuelto en una guerra civil entre el rey y su malvado hermano, que ha
usurpado su trono e intenta matarle. Como decía al principio, es una libre
adaptación de los Reinos Combatientes chinos, que comenzó en el siglo V a.c,
terminando con la unificación del país en el 221 a.c y la aparición de la
Dinastía Qin. A pesar de los elementos ficticios y algunos casi fantásticos,
Sato nos ofrece una estupenda película de aventuras y acción, donde se nota el
origen de la adaptación en algunos personajes, actitudes y elementos del propio
guion. Que transcurra en China favorece que el estilo de acción escogido
recuerde mucho al hongkonés, sobre todo el uso de los cables, realmente
estupendo. Claro que tener a Yûji
Shinomura y a Koji Yamamoto como
directores ayuda mucho. El primero ha colaborado con Donnie Yen en The Princess
Blade (2001), al que conoció en la serie alemana Puma (2000) y tiene trabajos coreógraficos altamente recomendables
como los de Shinobi (2005), Alien vs. Ninja (2010), El Camino del Guerrero (2010) o las dos
anteriores películas de Sato, Inuyashiki
y Bleach, ambas de 2018. Yamamoto
tiene una filmografía mucho más pequeña, pero sin duda su trabajo en Hydra (2019) es sobresaliente. No
podríamos decir que el estilo de las peleas es Kung Fu, es un híbrido entre la
plasticidad china con el toque espadachín japonés, algo que le sienta muy bien
a la película, como ya ocurrió con la trilogía (este mismo año aumentarán en
dos nuevas entregas) de Kenshin. Gracias a los físicos de los principales
actores, con Kento Yamazaki a la
cabeza, la fluidez de las peleas y el uso de los cables resultan muy dinámicas,
si bien no llegan a ser tan técnicas como las de las mencionadas películas de
Kenshin. Mientras en ellas se usaba un estilo muy chino para dar velocidad y
espectacularidad a los samuráis, aquí se mantiene el toque chino pero muy de
anime. Quizás lo único malo que podría decir de la acción es que me ha sabido a
poco la espectacularidad, ya que, aunque la tiene, asistimos a varias batallas
con muchos soldados, reduciendo el impacto visual de la acción, pero remontando
cuando vemos a los protagonistas.
Ok, la acción es muy buena, ¿pero
la historia? No he leído el cómic ni visto la serie de animación, pero el guion
de la película, aunque funciona todo bien, suena a ya visto, y no por el
periodo histórico que narra. Los giros, tras el primero donde se descubre por
qué escogieron a uno de los huérfanos, no sorprenden y se adorna la historia,
de cara a la batalla final, de personajes secundario muy arquetípicos, sobre
todo para darle un toque cómico en determinados momentos, pero como digo, todo
funcionando bien. En este sentido es un poco película de encargo, sobre todo
tras Bleach, pero consigue
entretenernos las poco más de dos horas que dura. El protagonista, Kento
Yamazaki, convence en todos los aspectos, más que cuando protagonizó la
aburrida JoJo’s Bizarre Adventure:
Diamond is Unbreakeable (2017), de Takashi Miike, con ese toque canalla,
mientras que Ryô Yoshizawa da el
pego en dos papeles diferentes. También tenemos al gran Tak Sakaguchi (Versus), que impone con su sola presencia además de
deleitarnos con su forma de luchar y moverse. Y destacar a Masaya Katô (Fuerza Máxima) y a Takao Ohsawa, en papeles secundarios, sobre todo el segundo, una
especie de aparición especial por el personaje que interpreta, con una cara de
estar de broma todo el rato que me ha resultado curiosa al querer darle un halo
de superioridad sobre el resto de personajes, sobre todo al final de la
película.
Resumiendo, una historia muy
típica, pero muy entretenida, con unas buenas secuencias de acción gracias a un
gran uso de los cables, que se convierte en una nueva muestra del buen ojo de
director a la hora de escoger sus proyectos, por muy comerciales que sean.
NOTA: 7
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