CRÍTICA - RING OF FURY (1973)

El éxito de Bruce Lee provocó innumerables clones y nuevas estrellas que querían ocupar su puesto, o sacar tajada. Una de estas estrellas fue Peter Chong, maestro de Karate Kyokushinkai, que protagonizó Ring of Fury, un homenaje a Bruce (dicho por el propio Chong) que procedía de Singapur pero que no logró pasar la censura, permaneciendo guardada en un cajón, o mejor dicho, en la nevera de Chong, literalmente, hasta el pasado 2017, estrenándose en el festival Asian Restored Classics. ¿A qué se debió que se prohibiese? La mala imagen de Singapur, con las mafias campando a sus anchas, y el concepto de vigilante, además de la violencia. Algo sumamente exagerado, como se puede comprobar tras verla, liberándose en Youtube, con subtítulos en inglés. Una película deudora de Bruce y de Sonny Chiba, la primera del género en Singapur, con un bajísimo presupuesto, unos 80.000 o 100.000 dólares, actores amateurs y muchos elementos habituales en el cine de Kung Fu, como la venganza o entrenamientos extremos, además de algunos momentos extravagantes.

Un vendedor de tallarines se niega a pagar la protección que le ofrecen unos mafiosos, por lo que, para protegerse de ellos, terminará aprendiendo artes marciales para buscar justicia y venganza cuando los mafiosos usen la violencia hasta con su propia madre, ciega. A pesar de que numerosos medios hablan de inspirarse en Furia Oriental (1972) de Bruce Lee, las similitudes son escasas, más allá del uso de la palabra furia en su título. Según cuenta Chong, los artífices de la película, James Sebastian, que reside actualmente en Australia, y Tony Yeow, ya fallecido, se le acercaron en varias ocasiones para proponerle protagonizar la película, negándose hasta finalmente ceder. Un rodaje poco profesional, sin medios y con escenas arriesgadas sin protecciones, como la pelea final en la cantera, ha terminado por convertirse en una película de culto a pesar de las numerosas deficiencias que tiene. El estilo de Karate de Chong, Kyokushinkai, le convierte, como decía al principio, en un émulo de Sonny Chiba, con un estilo igual de desgarbado, unido a la inexperiencia del equipo de especialistas que nos terminan de ofrecer peleas poco técnicas, bien rodadas (dentro de lo que cabe) pero con ese aspecto amateur que ofrece toda la película. Los momentos dramáticos no son demasiado creíbles, e incluso el protagonista detesta sus escenas más tristes. No obstante, tenemos algunos lugares comunes del género, como el entrenamiento, deudor de los habituales en el cine hongkonés de Kung Fu que elevaría a la máxima potencia Jackie Chan a partir de 1978, o escenarios naturales como descampados o la cantera final, con un duelo sucio en el barro carente de la plasticidad de Bruce o de cualquier otra película del género. Pero esto, a la vez, consigue diferenciarla, y siendo la primera película de artes marciales de Singapur, además de su presupuesto, podemos perdonarle los fallos.


Por otro lado, tenemos elementos que muestran la vida en el país, con diferencias respecto a otros países asiáticos, así como otros deudores de películas entre pulp y camp a lo James Bond, como los decorados de los villanos o el propio jefe criminal, con esa máscara plateada que luce casi todo el metraje. La inocencia de la propia trama, con el uso de niños, contrasta con el drama o la venganza, uniendo todo en una película que puede resultar mala a ojos actuales, pero que necesita que pensemos en la época en que se rodó, en los medios, en esos actores no profesionales, sobre todo el protagonista, que no volvería al mundo del cine para limitarse a dar clases de Karate hasta la actualidad y que, con esta película, ofreció una obra que ha pasado, de aquella manera, a la historia del cine marcial, lejos de lo que ofrecía en aquellos años la Shaw Brothers o la Golden Harvest. Un episodio desconocido dentro del género y en un país poco dado a ofrecer cine de artes marciales.

NOTA: 6

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