CRÍTICA - LOS PALOS DE LA MUERTE (1986)

El cine filipino de acción y artes marciales tiene una larga tradición, además de una estrecha relación con el de Hong Kong. Mucho se habla del Kung Fu chino, el Karate japonés, el Muay Thai o, recientemente, el Pencak Silat indonesio, pero cuando hablamos de Filipinas, parece que a mucha gente se le olvida la riqueza marcial de este país. Y además de clones de Bruce Lee, Filipinas ofrecía artes marciales autóctonas con auténticos expertos en sistemas como el Arnis, y por eso mismo hoy traigo al blog una película de 1986 que llegó a estrenarse en España, como bien me ha informado mi buen amigo Jesús Manuel Pérez Molina, todo un experto en cine filipino (y hongkonés, y chino, y de ninjas de la IFD como muestra su estupendo libro editado por Applehead) Los Palos de la Muerte nos presenta a Roland Dantes, culturista, ganador del título de Mr. Filipinas en cinco ocasiones y Gran Maestro de Eskrima, que había debutado en el cine en 1974 con The Pacific Connection y con más de 30 largometrajes a sus espaldas. Un cine bastante desconocido para muchos, con carencias, pero también con aciertos.

La trama comienza con Johnny Guerrero, se niega a colaborar con unos mafiosos, por lo que le dejarán malherido. Johnny se irá con su abuelo para curarse las heridas, además de entrenar en Arnis. Tras un tiempo aprendiendo, nuestro bigotudo héroe volverá a la ciudad para hacerse policía, enfrentándose a criminales y a su propio pasado. La película desconcierta un poco. Parece que va a ser una película de pandilleros y mafiosos, con un protagonista buscando venganza, pero el primer giro llega cuando vuelve a la ciudad. Afeitado, con el pelo corto y enfundado en su uniforme de policía tras haber estudiado en la academia en una secuencia musical patriótica de esas que tanto aplaudimos cuando son norteamericanos. En este momento, la película cambia radicalmente para convertirse en un thriller donde veremos a Johnny lucirse marcialmente con su bastón extensible con una guarda, al estilo del jitte japonés. Todo el film es un cúmulo de clichés y situaciones ya vistas, pero con el punto exótico filipino y, sobre todo, sus artes marciales. Tener a todo un maestro como protagonista, con ese físico hinchadísimo y esa cara pétrea es todo un espectáculo, a pesar de no contar con mucho presupuesto, pero es una buena muestra de ese mundo criminal de Manila, suavizado un poco con ese toque arquetípico estadounidense pasado por el filtro local, pero con un agente de la Interpol para internacionalizar la mezcla. También tenemos algo de amor, pero la historia no está muy desarrollada, siendo mero relleno. Es más, cuando el protagonista abandona a su abuelo para volver a la ciudad, se encontrará con dos chicas con un coche atascado en el barro, iniciando así una amistad que desembocará en la mencionada historia de amor, a pesar de ser lo más flojo de la película. Y es que en general, parece hecha con retazos de otras películas, como un gran puzzle para ofrecer un poco de todo.

Pero sin lugar a dudas, son las escenas de acción las que merecen el reconocimiento. Ver auténticas artes marciales filipinas realizada por expertos es toda una delicia, y es que Roland es tan buen artista marcial como mal actor, pero bueno, la película es lo que es, un entretenimiento algo monstruo de Frankenstein que entretiene sin muchas más pretensiones, a pesar de algunos altibajos que te sacan un poco de la película. Otro punto negativo es el clímax, ciertamente flojo a pesar de conseguir cerrar la historia, pero hubiese estado mejor un buen combate contra otro experto en Arnis, siendo algo descafeinado, pero por otro lado tenemos una secuencia puramente de exhibición de este arte realizada por auténticos expertos en una demostración estupenda y realista. Y también tenemos algún momento que nos recuerda al cine de Hong Kong, como el entrenamiento del protagonista en casa de abuelo, bastante más ligero que, por ejemplo, los de Jackie Chan con Yuen Hsiao Tien, pero igualmente remarcable. No obstante, es una de esas películas que merece la pena ver para disfrutar de otros conceptos marciales y me ha picado bastante la curiosidad para seguir viendo películas de acción y artes marciales filipinas, al margen de las pocas que he visto, en gran parte por las conexiones con la Bruceploitation, tanto por rodajes en dicho país, como por el clon del Pequeño Dragón que fue Ramón Zamora, con quien Roland compartió protagonismo en varios títulos. También me resulta muy curioso lo que decía al principio, que se haya estrenado en España pero no sea un título conocido por los aficionados. Técnicamente no es para recordarla mucho, pero tenemos que olvidar de esa perfección a la que nos hemos acostumbrado, ignorando la falta de medios y las diferencias sociales y culturales entre países y disfrutar de una rareza como ésta, ampliando así nuestros horizontes fílmicos y marciales.

NOTA: 6

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