CRÍTICA - KENSHIN, EL GUERRERO SAMURAI - EL PRINCIPIO (2021)

Si a finales de junio se estrenaba la cuarta entrega de las aventuras de Battosai, este mes de agosto hemos podido ver por fin la quinta y última entrega de esta saga. Si la trilogía original narraba en tres actos un periodo de la historia de Japón, siguiendo la estela de la serie de animación, y la cuarta cerraba un poco todo con una historia igual de épica que la que veíamos en las tres primeras películas, pero condensando todo en una sola entrega, recuperando el espíritu más lúdico del personaje con esos personajes exagerados puramente de anime, esta precuela de todo ofrece el mismo tono histórico y político, pero tomando como referencia el largometraje, también de animación, que nos mostraba el origen del ronin protagonista…


Dicho largometraje fue una sensación cuando salió en España en VHS. Conocíamos la serie de anime, y gustaba, por lo que el estreno en vídeo de esa precuela llamó mucho la atención del otaku medio. El tono divertido desaparecía en favor de una seriedad acorde a la pesadumbre existencial del protagonista, y es precisamente esto lo que vemos en esta última entrega. De esta forma, se repite la jugada comercial que se une al protagonista, Takeru Sato, con legiones de fans por todo el mundo y que aquí muestra su lado más humano y tristón en una historia donde la política, la acción y el amor se unen en su abultado metraje, de dos horas y cuarto, aproximadamente. Al ser una precuela, podemos disfrutar de otras versiones de algunos personajes, incluyendo a Kenshin Himura, lo cual, para un actor que repite papel, es un buen reto. Y el mismo reto es para el director. Keishi Otomo, quien repite con su buen hacer, pero que demuestra que puede dirigir guiones más tranquilos, más sosegados, pero sin dejar fuera la acción, claro está, y en eso, Otomo ha demostrado con creces que sabe dirigirla, aunque sin lugar a dudas, contar con un genio de las coreografías como en Kenji Tanigaki, ayuda mucho. Son las propias secuencias de acción las que dan velocidad a la trama, aunque no son demasiadas ni muy largas, pero consiguen que la primera mitad se nos pase volando a la vez que se cimienta la historia de trasfondo. Por si esto fuera poco, este estilo pausado y comedido consiguen separarla del resto de la saga, que alterna la acción y el humor más que el drama, que lo hay, pero en menor medida. Es normal, ya que la historia principal que tenemos es cómo cambió Battosai el Carnicero a ese Kenshin algo bobalicón por momentos. El abandono de su antigua vida debe ser narrado con la importancia que tiene el romance con Tomoe (Kasumi Arimura), por lo que la sensibilidad y flema que necesita la historia es diferente a la de las otras cuatro entregas. Por todo ello, su director acierta por completo al planificar las secuencias como se debe, con tranquilidad, todo extremadamente pausado incluso, los diálogos, gestos, movimientos imperceptibles de la cámara, la elección del tamaño de los planos, la edición, la música… Todo en armonía que choca con las intrigas entre personajes, su evolución, la historia real de Japón y las escenas de acción, pero, repito, todo en completa armonía.

El dinamismo de las coreografías de lucha son marca distintiva de estas adaptaciones, con esa mezcla del estilo de Hong Kong con katanas que tan bien sabe diseñar Tanigaki (no creo que haya que repetirlo, pero por si alguien no conoce a Kenji, indicar que es amigo íntimo de Donnie Yen y “culpable” de su éxito) Pero esta vez, aunque se mantiene este tipo de coreografías, consiguen ir acordes al tono del film, con secuencias cortas y potentes, casi poéticas, con momentos donde la música anula los efectos sonoros mientras vemos a Himura acabar con sus enemigos. Al no tener personajes exagerados, las peleas son muy técnicas y veloces, sumamente sangrientas y los desplazamientos siguen siendo espectaculares, con Sato demostrando estar en una estupenda forma física, así como el excelente trabajo con cables. Resumiendo, una película con más drama que el resto de la saga, con estupendas escenas de acción, pero menores, con la evolución del personaje de Kenshin de cara a lo que vimos en las anteriores películas, con buenos giros de guion que demuestran que se puede hacer cine de acción con guiones consistentes donde los personajes son importantes. Como última película de la saga, es un buen producto, que evita repetirse y que profundiza en los personajes, añadiendo el amor, la traición y el propio desamor a la historia, consiguiendo mantener el alto nivel que hemos visto en las cuatro anteriores convirtiendo a esta franquicia en, prácticamente, las mejores adaptaciones de un manga y anime.

NOTA: 7

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