Durante décadas hemos visto cómo
otros géneros como el western o el
cine de piratas tenían sus décadas de apogeo, llegando a considerar muchos de
sus títulos como películas clásicas de gran calidad, películas que han pasado a
la historia del cine como obras maestras. Entonces, ¿por qué no han conseguido
títulos míticos del cine marcial estar a la altura de pelis de otros géneros?
Principalmente, la nula formación en este género de esos autoproclamados
críticos. Clint Eastwood y su Harry
el Sucio son consideradas grandes películas en los años setenta, encumbradas
con toda la razón del mundo, pero los títulos de Chuck Norris en la misma década se consideran obras menores. Craso
error. La cara de palo de Eastwood como el duro policía es igual que la de Chuck Norris en muchas (o casi todas)
sus películas. Las interpretaciones, o falta de ellas, de Seagal están al mismo nivel, pero en vez de decir frases lapidarias
y disparar con su Magnum, suelta sus propias frases mientras parte huesos, o Van Damme y sus patadas en salto.
Lo que esos críticos que se
autoconsideran guardianes de la verdadera calidad cinematográfica no entienden,
es el significado de las artes marciales en el cine. Ya sean las producciones
de la Shaw Brothers, la Golden Harvest, la Seasonal, la Cannon, P.M o Nu Image, las pretensiones de sus producciones responden a dos
objetivos, entretener y mostrar la pericia técnica marcial de coreógrafos y
actores, sean o no especialistas en artes marciales. Pero en muchas ocasiones,
las propias coreografías definen a personajes y se desarrollan a favor de las
propias tramas. Es como en Bolywood, criticadas por mucha gente por sus números
musicales, pero sin tener en cuenta que, en la mayoría de las ocasiones, esas
mismas canciones desarrollan la propia historia y las relaciones amorosas entre
personajes, como elipsis temporales de las mismas. Hay ejemplos muy básicos,
como por ejemplo en El Único (2001),
empleando estilos muy característicos para ampliar la personalidad de los
personajes que interpretó Jet Li.
Como ya he dicho, el western usaba conceptos que pueden
parecer ajenos al cine marcial, pero las dosis de entretenimiento de muchas
películas de este género son las mismas que las del cine marcial. Por otro
lado, existen títulos que consiguen meternos de lleno en otros géneros, digamos
más serios, como el drama. A nadie le va resultar raro que hable de Warrior (2011), el estupendo drama con
las MMA de fondo con Tom Hardy y Joel Edgerton, que incluso consiguió
una nominación a los Oscars de
Hollywood para Nick Nolte como actor
de reparto, consiguiendo el premio, pero en los San Diego Fims Critics Society Awards. Este reconocimiento ha hecho
que aparezcan numerosas películas con mucha carga dramática, por encima de las
propias artes marciales que muestran. Una reciente película es Herida (2021), protagonizada y dirigida
por Halle Berry. Pero entre Warrior y Herida, han surgido infinidad de películas con mayor nivel marcial,
pero inferior nivel dramático, usando auténticos artistas marciales con menos
calidad dramática.
En muchas ocasiones he leído dossiers de prensa de cine marcial que intentan poner de relieve la parte más dramática, pero sin el mismo éxito que, por ejemplo, Warrior. ¿Podría decir que Warrior ha hecho daño al cine marcial? Por un lado, ha conseguido que se tome en serio el género, pero dañándolo por igual. Me explico. El cine de artes marciales suele ser puro entretenimiento, donde las artes marciales suelen ser el plato fuerte, con guiones típicos, pero, por otro lado, el drama humano ha hecho que actores sin conocimientos marciales hayan dado rienda suelta al aspecto dramático y humano, en detrimento de las escenas de lucha. Buscar y encontrar el equilibrio entre ambos aspectos es difícil. ¿Contamos con buenos actores que aprenden las coreografías, o contamos con artistas marciales que aprendan a interpretar? Una difícil elección que queda supeditada a las pretensiones del director o productora.
Por otro lado, el cine deportivo
en general, usa ciertos lugares comunes para componer este tipo de cine. Perdedores
que triunfan o no deportivamente pero que ganan a nivel dramático y emocional
para buscar la empatía con el espectador a niveles ajenos a la acción marcial,
con un desarrollo personal estupendo, pero con una sensación agridulce durante
la película, ¿es mejor que ver cómo gana, por ejemplo, Jackie Chan o Van Damme
en sus típicas películas de acción? Diferentes objetivos entre diferentes
películas, pero la crítica suele meterse con las de Jackie o VD y acusarlas de
ser malas y repetitivas. Como si las películas de Woody Allen no lo fuesen… No digo que Allen haga malas películas,
pero de nuevo estamos ante las pretensiones de cada tipo de película. El
neoyorkino cuenta las historias de unos personajes para profundizar en ellos,
en las relaciones y demás, pero las de Van Damme buscan entretener ofreciendo
buenas secuencias de acción. De nuevo surge la pregunta. ¿Es mejor hablar de
las relaciones humanas y sus miserias que entretener? La respuesta es obvia.
No, y repito lo que dije unas líneas más arriba: diferentes objetivos entre
diferentes películas.
Entonces, ¿por qué se ignora y no
se respeta a este género? Habría que preguntar a cada crítico y experto
cinematográfico sobre ello, pero es indudable que necesitamos, como fans del
cine marcial, que se valore en su justa medida, que se le dé el hueco que merece.
Bueno, realmente ya tiene ese hueco, pero debe dejar de ser menospreciado. Un
buen ejemplo de este desprecio lo vemos en esos grandes premios del cine
occidentales, que dejan fuera tanto a estas películas como a los profesionales
que están detrás. Y amplio esto antes de que nadie diga que no van a nominar al
Oscar o a un Goya a Van Damme o a Teo
García por Xtremo (2021),
¿nominas al Oscar a la Mejor Película a Pantera
Negra (2018) y no premias a los que han diseñado la acción? ¿Al coreógrafo
de lucha (tremendamente importante para la propia película), a los
especialistas? Sin ellos (y sin los CGI) la película no sería lo que es. En
Asia tenemos grandes premios que no envidian a los occidentales, pero que
premian además a la acción, sea marcial o no. En España, entre lo cegatos que
son los productores, que pasan olímpicamente de este tipo de cine, y ese
gafapastismo industrial que tiene, no se plantean ni siquiera nominar al mundo
del especialista, que ya sabemos que tiene presencia en cualquier género.
Al menos tenemos la suerte de que
exista la serie B, que sigue ofreciéndonos cine marcial, pura evasión, con
diversas calidades, eso sí. No voy a ser hipócrita y decir que todo el cine de
artes marciales es bueno, claro está. Y ya sea en Asia o en los premios Taurus que da Red Bull, se reconoce a los profesionales de la acción, pero no es
suficiente. ¿Le das un Oscar a Brad Pitt
por interpretar a un especialista, cuando se pasa toda Érase una vez en… Hollywood (2019) con la misma cara y no se crea
la categoría de Mejor Especialista?
Eso sí que es hipocresía. Pero bueno, va siendo hora de terminar este artículo
o esta redacción de pensamientos personales, deseando que el cine marcial sea
mejor considerado, que deje de ser ignorado por los productores quienes, no
obstante, no dejan de usar las artes marciales de vez en cuando, pero como algo
exótico que añadir a películas como Matrix
(1999) o la saga de John Wick, pero
sin las agallas (por no decir huevos) de volver a rodar un Kickboxer (1989), o un Operación
Dragón (1973), puro cine de artes marciales, las cuales han dado dinero a
espuertas a sus productores. Sí, el público también manda, pero está claro que,
si el cine ofrece un tipo de producciones, el público termina por disfrutar de
ese cine. Lo ha demostrado la primera aventura de Shang-Chi en el cine, o la nueva Mortal Kombat (2021), que se puede hacer cine marcial de serie A y
dar dinero, consiguiendo que las disfruten tanto los fans del cine marcial como
el público general.
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