CRÍTICA - BORROWED TIME 3 (2022)

El cine independiente sigue nutriendo el cine de acción y marcial, y el belga Alain Delabie nos ha traído este 2022 Borrowed Time 3, el final de un viaje que comenzaba como una webserie y dos largometrajes que pretendían, consiguiéndolo, realizar una anatomía del héroe, o del antihéroe, como indica el título original de esta saga. Lo bueno que tiene dicha saga, además de la multitud de nombres conocidos, es querer regalarnos no sólo una película de acción, sino un thriller donde la historia y los personajes son muy importantes, evitando una sucesión de secuencias de acción donde la historia es demasiado secundaria y el peso de la parte dramática es mínimo. Borrowed Time 3 es ante todo una buena historia aderezada de secuencias de acción realistas que permiten a sus actores y actrices desplegar sus capacidades dramáticas en favor de la historia de Frank Denard, un antihéroe convertido en héroe por las circunstacinas, con estupendas dotes marciales, pero con Delabie demostrando que se puede ser un action hero y un actor, con un personaje con muchos matices.

Tras los hechos acontecidos en las dos primeras entregas, tenemos a un Denard renacido y con ansias de justicia, aunque tenga que operar al margen de la ley. El amor, la justicia y el pasado de Denard se dan cita en una historia que, como he dicho al principio, tiene más de thriller que de película de acción, aunque tenemos también las necesarias dosis de disparos y artes marciales. La trama avanza a buen ritmo, desgranando las intrigas de laboratorio que se vieron en las anteriores entregas y añadiendo nuevos personajes.

Y es en este apartado donde reside la fuerza de la película. Una trama bien desarrollada, con pulso, rodada a cuatro manos por el propio Alain Delabie junto al mítico David Worth (Kickboxer) además de tener a un amplio abanico de secundarios como Patrick Kilpatrick, Matthias Hues, Eric Roberts, Louis y Costas Mandylor, a Mark Stas, maestro de Wing Chun en la vida real y reconvertido a actor o Ron Smooremburg. Caras conocidas que añaden diferentes elementos a la historia, como secuencias de lucha con Hues o Stas, o avanzando la historia a nieles dramáticos con Roberts o los Mandylor.

Incluso las escenas de lucha tienen ese toque visual del thriller, con coreografías realistas, firmadas por Delabie y Stas, cortas pero intensas, adornado todo con tiroteos en diversos momentos del film. Es un viaje hacia el corazón de la violencia del protagonista, en sus ansias de justicia, pero todo profundizando en los personajes, algo que Alain busca en sus trabajos, no sólo ofrecer una historia que sea una excusa para las secuencias de acción y artes marciales, para lucimiento de la estrella de turno. Alain busca algo más, ser más completo como actor, y da la oportunidad a otros expertos marciales con el mismo objetivo.

Esta visión que tiene Alain Delabie, nos ha traído, en definitiva, una película independiente que está logrando que su creador se haga el hueco que se merece, un maestro de nunchaku (tenemos, evidentemente, secuencia con nunchakus, cosa que agradezco personalmente), que aspira a ser algo más que un héroe de acción, y eso se nota en el cuidado que ha tenido a la hora de construir este antihéroe destinado a ser un héroe. Una estupenda contribución al cine de acción, pero sin ofrecer una historia que sustenta todo para pasar casi dos horas disfrutando de buen cine que usa las artes marciales como complemento, y no una razón exclusiva de ser, y se agradece mucho. Una buena historia con buenas artes marciales es lo que necesitamos, y Alain Delabie nos los da.

NOTA: 6’75

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