Tras los hechos acontecidos en
las dos primeras entregas, tenemos a un Denard renacido y con ansias de
justicia, aunque tenga que operar al margen de la ley. El amor, la justicia y
el pasado de Denard se dan cita en una historia que, como he dicho al
principio, tiene más de thriller que
de película de acción, aunque tenemos también las necesarias dosis de disparos
y artes marciales. La trama avanza a buen ritmo, desgranando las intrigas de
laboratorio que se vieron en las anteriores entregas y añadiendo nuevos
personajes.
Y es en este apartado donde
reside la fuerza de la película. Una trama bien desarrollada, con pulso, rodada
a cuatro manos por el propio Alain Delabie junto al mítico David Worth (Kickboxer) además de tener a un amplio abanico de
secundarios como Patrick Kilpatrick,
Matthias Hues, Eric Roberts, Louis y Costas Mandylor, a Mark Stas,
maestro de Wing Chun en la vida real y reconvertido a actor o Ron Smooremburg. Caras conocidas que
añaden diferentes elementos a la historia, como secuencias de lucha con Hues o
Stas, o avanzando la historia a nieles dramáticos con Roberts o los Mandylor.
Esta visión que tiene Alain
Delabie, nos ha traído, en definitiva, una película independiente que está
logrando que su creador se haga el hueco que se merece, un maestro de nunchaku
(tenemos, evidentemente, secuencia con nunchakus, cosa que agradezco
personalmente), que aspira a ser algo más que un héroe de acción, y eso se nota
en el cuidado que ha tenido a la hora de construir este antihéroe destinado a
ser un héroe. Una estupenda contribución al cine de acción, pero sin ofrecer
una historia que sustenta todo para pasar casi dos horas disfrutando de buen cine que usa las artes marciales como complemento, y no una razón exclusiva de ser, y se agradece mucho. Una buena historia con buenas artes marciales es lo que necesitamos, y Alain Delabie nos los da.
NOTA: 6’75
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