Tras dirigir La Villana en 2017, el director surgido de la Seoul Action School, Jung Byung-gil, iba a debutar en Hollywood con Afterburn, un proyecto que terminaría por no hacerse realidad por diversos motivos, pandemia incluida, por lo que hemos tenido que esperar cinco años para disfrutar de su nueva película que podemos definir como excesiva en todo. Según he leído en redes sociales, mucha gente no ha entendido la experimentación que supone una experiencia como Carter (mientras que películas occidentales si lo son, quizás por esa actual manía de criticar lo asiático y lo que se puede ver en determinadas plataformas como Netflix o surgir de productoras como Disney por el mero hecho de criticar, esos odiosos haters que pueblan las redes) Y aunque para gustos, los colores, en ocasiones hay que ir más allá y entender lo que vemos, sin quedarse en la superficie, además de dejarse llevar y entrar en lo que nos quieren contar y en cómo nos lo quieren contar.
Por ejemplo, Hardcore Henry (2015), me aburrió. Como amante de la acción, quiero
disfrutar de este género viendo las peleas, las escenas arriesgadas y demás, y
una peli de hora y media en primera persona, con un uso y abuso de efectos
digitales donde no vemos bien las técnicas de lucha o el trabajo de los
especialistas, es aplaudido por esos aficionados a los videojuegos, donde no me
encuadro, mientras que Carter es
atacada hasta por los que no la han visto, decantándose por un bando, por así
decir, para, quizás, congraciarse con ese mismo bando.
Carter nos presenta a un agente norcoreano sin memoria que deberá encontrar a la hija de un científico, en cuya sangre está la clave para erradicar un misterioso virus. Las dos coreas han unido fuerzas para ello, aunque la CIA norteamericana está metida en el ajo. Una trama sencilla que nos ofrecerá dos horas y poco trepidantes y repletas de acción, como no se ha visto antes. Voy a proseguir con mi crítica para pasar después a comentar lo que la gente que no le ha gustado está diciendo en redes sociales, incluyendo en mi muro.
Cuando digo que la película está
repleta de acción, no es nada gratuito ni exagerado. La trama queda en un
segundo plano de cara a rizar el rizo en cuanto a acción. Empezamos con acción
física, con Carter pegándose con varios de la CIA para saltar de edificio y
terminar masacrando a unos mafiosos a cuchillazos, patadas, puñetazos y usando
muchas más armas de filo en una secuencia sumamente brutal, posiblemente la
mejor de la película, aunque el resto no se quedan demasiado atrás. El director
declaró que quería hacer posible lo imposible en términos de acción, usando stunts reales mezclando con CGI, sobre
todo para determinados momentos donde es necesario por otro motivo, el crear
una película en falso plano secuencia.
Mezclar drones, movimientos de
cámara imposibles junto a las escenas arriesgadas y de acción de todo tipo, es
sumamente complicado, y Byung-gil experimenta con estas herramientas, para bien
o para mal. Con una estructura de videojuego, pasando de fase a fase, asistimos
a un derroche de imaginación en cuanto a diseño de escenas de acción, con
peleas cuerpo a cuerpo, armas blancas, persecuciones en moto, coches,
camionetas, trenes, helicópteros, en un bosque, en una instalación llena de
infectados… Todo es válido para crear una sensación más que trepidante y
sumamente caótica, una forma de mostrarnos lo que vive su protagonista,
llegando incluso a usar la primera persona. Pero claro, el nivel de producción
no es el mismo que el cine mainstream
de Hollywood, y el trabajo de la empresa de efectos digitales no está a la
altura para que sea, digamos, realista (aunque el cine de acción en general no
es realista) Unir los drones con los stunts,
el resto de trabajo de cámaras y demás es algo complejo y Magic Media and Entertainment Group (con sede en Dublín y
acostumbrados a trabajos para videojuegos) no da la talla en determinados
momentos para una película de estas características. No voy a culparles a ellos
de ciertos momentos que se notan en exceso, pero como digo, estamos ante un experimento
visual al que hay que entrar sin prejucios.
Personalmente me ha encantado, siendo totalmente consciente de sus errores, en
parte argumentales ya que la trama principal y el resto de subtramas parecen
ser secundarias en el resultado final, y es que el director quería esto, ir un
paso más allá en el cine de acción. Diría que Carter coge las escenas de acción de La Villana (por cierto, copiadas en la franquicia de John Wick,
concretamente en la tercera entrega) y le inyecta esteroides. Joo Won, el good doctor original coreano, estuvo entrenando alrededor de 4
meses para poder hacer sus escenas arriesgadas, algo necesario por el tipo de
rodaje, evitando ser doblado en muchas ocasiones, cumple a la perfección como
este héroe desmemoriado.
Quizás las críticas negativas se
deban a que se toma en serio a sí misma, cosa que otras producciones que he
comentado, como las indias o la saga A
todo gas no hacen, y eso crea cierta complicidad con el espectador para
saber ante qué tipo de producto estamos. Por otro lado, el acabado digital del
film puede hacernos parecer que hay un exceso de uso de CGI en todas las
secuencias, cuando la realidad es otra. Joo Won, como dije, ha realizado todas
sus escenas arriesgadas, o al menos la gran mayoría, y la acción es totalmente
real, como se puede ver en el vídeo que te dejo aquí mismo, pero entiendo que
haya gente que no lo crea. Pero es lo que hay, así que, si alguien quiere poner
alguna excusa sobre el tema digital, que se busque otra, que hasta han rodado
el salto en paracaídas de forma real y es que Tom Cruise no ha inventado nada. No le voy a restar mérito, pero vamos,
que lo que ha hecho y sigue haciendo en la cansina saga de Ethan Hunt, se lleva
haciendo desde tiempos de Douglas
Fairbanks, por no hablar del cine asiático, ya sea de Hong Kong, China,
Corea del Sur, India o Japón, pero claro, hay que dorarle la píldora a Cruise
por ser quien es.
NOTA: 7
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