CRÍTICA - SHADOW MASTER (2022)

Dentro del panorama cinematográfico marcial occidental, sabemos que es necesario un relevo generacional. Con Scott Adkins como prácticamente única cabeza visible del género, tenemos a un montón de nuevas caras que van haciendo cosas interesantes, y a la espera del proyecto que les encumbre en este tipo de cine. Los últimos en aparecer y conseguir llamar la atención incluso de los grandes estudios como Disney y Marvel, han sido los chicos de Martial Club, que de momento han empalmado, tras una carrera de cortos en Youtube y mucho estudio de Kung Fu y del mundo del especialista, la adaptación de Shang-Chi y el último megaéxito de Michelle Yeoh, Todo a la vez, en todas partes (2022) Y precisamente ellos, es decir, Andy y Brian Le, están detrás, o son nombres que suman junto a D.Y. Sao, que trabajó en Shang-Chi como especialista y como uno de los entrenadores de Simu Liu. A esto tenemos que sumar al director de Ong Bak (2003), Prachya Pinkaew, productor ejecutivo de Shadow Master, y poco más, en este lanzamiento de Sao como estrella con acción con los hermanos Le, con Brian además como uno de los villanos del film.

Estamos ante una película post-apocalíptica, con un guion bastante más denso de lo esperado, donde se toman su tiempo en mostrarnos este mundo en el que vive el protagonista, An Voaen (D.Y.Sao) que comenzará a trabajar como vigilante nocturno de una comunidad y se verá envuelto en una lucha contra mística que le otorgará poderes de Hanuman, el Rey Mono, en una historia narrada en flashback y con un inicio que recuerda poderosamente al comienzo del k-drama The Veil (2021), pero con el añadido del misticismo del sudeste asiático para crear una atmósfera algo extraña pero ciñéndose al cine fantástico en su desarrollo y con las escenas de lucha pertinentes y espectaculares.

El plato fuerte lo tenemos en la acción, parcela donde la película es sobresaliente. El trabajo de Martial Club y del propio protagonista, el camboyano Sao, experto en Bokator y Kung Fu, con una carrera como especialista que alternó con trabajos en cortometrajes y algún que otro largo, en cuanto a coreografías, son de gran calidad, espectaculares, y casi siempre bien rodadas y editadas, lo cual es ya un punto sumamente positivo para darle una oportunidad.

Y digo oportunidad ya que es una producción sumamente modesta, que ha contado con distribución de Saban, el paso lógico para Martial Club, ya que sabemos que Hollywood tardará en llamarlos ya que no tenemos precisamente mucho cine marcial en blockbusters. Por ello se mantienen en esta serie B que sirve de intento de lanzamiento de un émulo de Tony Jaa, a quien nos recuerda por el uso de codos y rodillas, además de cierto aire físico, mezclado con el estilo de lucha más actual, al estilo de Adkins, unido al Kung Fu velocísimo de Brian, en uno de sus duelos contra Sao.

El mayor lastre que tiene es querer construir todo un universo con seres excéntricos, dando un paso más allá en el tema post-apocalíptico y uniendo fuerzas con ciertos conceptos estéticos japoneses, en el diseño de estos secundarios y villanos con máscaras extrañas y poderes sobrenaturales. Incuso tenemos el diseño del villano final, una especie de versión tokusatsu algo barato de diseños de Guillermo del Toro. No obstante, es una película curiosa de ver, que entra a varios géneros con pasos algo dubitativos, como el terror, ofreciéndonos alguna secuencia que podría verse en una de la saga de los Warren.

Su hora y media se hace algo pesada por momentos, pero las secuencias de lucha merecen, y mucho la pena, siendo estupendas. Igualmente mantiene una estructura narrativa clásica del género, con joven luchador que se mete en problemas, le dan una paliza, se recupera, “sube de nivel”, hay sea con maestros extraños y técnicas invencibles o poderes místicos, con Hanuman otorgándole ciertos poderes para una épica lucha final. Y da lo que necesitamos, aunque nos importe más la acción que la propia historia.

Eso sí, tampoco han ido a lo fácil y ofrecernos una pura película de Kung Fu o de artes marciales con un guion excusa para unir diversas secuencias de lucha. Y eso se agradece, aunque, como he dicho, lastre un poco el resultado general de la película. El carisma de Sao no es precisamente enorme, pero nos podría regalar alguna que otra buena película de serie B o C, con bajo presupuesto, pero con excelentes artes marciales, y los Martial Club siguen destacando en cuanto a diseño de la acción, afianzando su lugar detrás de las cámaras. No creo que tardemos demasiado en ver alguna película a este nivel de presupuesto, algo indie, con Andy como protagonista, y es algo que, sinceramente, me apetece ver. Y mucho.

Pero mientras esperamos a ver si esto ocurre, al menos podemos disfrutar con una película como Shadow Master, que si bien es una ligera brisa de aire fresco, tampoco inventa nada, siendo una vuelta de tuerca al cine marcial ofreciendo uno poco visto, el Bokator, aunque tenga similitudes visuales con el Muay Thai Boran de Tony Jaa. Pero como digo, las coreografías brillan en cada secuencia, y por ello es bastante recomendable verla y disfrutar de cada secuencia de acción, y a este nivel, no defrauda para nada.

NOTA: 6’75

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