Estamos ante una película
post-apocalíptica, con un guion bastante más denso de lo esperado, donde se
toman su tiempo en mostrarnos este mundo en el que vive el protagonista, An
Voaen (D.Y.Sao) que comenzará a trabajar como vigilante nocturno de una
comunidad y se verá envuelto en una lucha contra mística que le otorgará poderes
de Hanuman, el Rey Mono, en una historia narrada en flashback y con un inicio que recuerda poderosamente al comienzo
del k-drama The Veil (2021), pero
con el añadido del misticismo del sudeste asiático para crear una atmósfera
algo extraña pero ciñéndose al cine fantástico en su desarrollo y con las
escenas de lucha pertinentes y espectaculares.
El plato fuerte lo tenemos en la
acción, parcela donde la película es sobresaliente. El trabajo de Martial Club
y del propio protagonista, el camboyano Sao, experto en Bokator y Kung Fu, con una carrera como especialista que alternó
con trabajos en cortometrajes y algún que otro largo, en cuanto a coreografías,
son de gran calidad, espectaculares, y casi siempre bien rodadas y editadas, lo
cual es ya un punto sumamente positivo para darle una oportunidad.
Y digo oportunidad ya que es una
producción sumamente modesta, que ha contado con distribución de Saban, el paso lógico para Martial
Club, ya que sabemos que Hollywood tardará en llamarlos ya que no tenemos
precisamente mucho cine marcial en blockbusters.
Por ello se mantienen en esta serie B que sirve de intento de lanzamiento de un
émulo de Tony Jaa, a quien nos recuerda por el uso de codos y rodillas, además
de cierto aire físico, mezclado con el estilo de lucha más actual, al estilo de
Adkins, unido al Kung Fu velocísimo de Brian, en uno de sus duelos contra Sao.
El mayor lastre que tiene es
querer construir todo un universo con seres excéntricos, dando un paso más allá
en el tema post-apocalíptico y uniendo fuerzas con ciertos conceptos estéticos
japoneses, en el diseño de estos secundarios y villanos con máscaras extrañas y
poderes sobrenaturales. Incuso tenemos el diseño del villano final, una especie
de versión tokusatsu algo barato de
diseños de Guillermo del Toro. No obstante, es una película curiosa de ver, que
entra a varios géneros con pasos algo dubitativos, como el terror,
ofreciéndonos alguna secuencia que podría verse en una de la saga de los
Warren.
Su hora y media se hace algo pesada por momentos, pero las secuencias de lucha merecen, y mucho la pena, siendo estupendas. Igualmente mantiene una estructura narrativa clásica del género, con joven luchador que se mete en problemas, le dan una paliza, se recupera, “sube de nivel”, hay sea con maestros extraños y técnicas invencibles o poderes místicos, con Hanuman otorgándole ciertos poderes para una épica lucha final. Y da lo que necesitamos, aunque nos importe más la acción que la propia historia.
Eso sí, tampoco han ido a lo
fácil y ofrecernos una pura película de Kung Fu o de artes marciales con un
guion excusa para unir diversas secuencias de lucha. Y eso se agradece, aunque,
como he dicho, lastre un poco el resultado general de la película. El carisma
de Sao no es precisamente enorme, pero nos podría regalar alguna que otra buena
película de serie B o C, con bajo presupuesto, pero con excelentes artes
marciales, y los Martial Club siguen destacando en cuanto a diseño de la
acción, afianzando su lugar detrás de las cámaras. No creo que tardemos
demasiado en ver alguna película a este nivel de presupuesto, algo indie, con Andy como protagonista, y es
algo que, sinceramente, me apetece ver. Y mucho.
Pero mientras esperamos a ver si esto ocurre, al menos podemos disfrutar con una película como Shadow Master, que si bien es una ligera brisa de aire fresco, tampoco inventa nada, siendo una vuelta de tuerca al cine marcial ofreciendo uno poco visto, el Bokator, aunque tenga similitudes visuales con el Muay Thai Boran de Tony Jaa. Pero como digo, las coreografías brillan en cada secuencia, y por ello es bastante recomendable verla y disfrutar de cada secuencia de acción, y a este nivel, no defrauda para nada.
NOTA: 6’75
Comentarios