CRÍTICA - GYMKATA (1985)

Gymkata es, sin lugar a dudas, un claro ejemplo de título mítico de los ochenta y una explotación de múltiples subgéneros, que coge prestados elementos diferentes para conformar una película extraña cuya suma de elementos consiguen, además, crear una obra diferente y con personalidad. No obstante, hay que recordar que está basada en una historia corta titulada The Terrible Game escrita por Dan Tyler Moore en 1956 y publicada en el Saturday Evening Post que se convertiría en novela al año siguiente. Además, estuvo prevista una versión cinematográfica anterior, durante la década de los sesenta, con Rock Hudson como protagonista, pero sería en 1985 cuando daría el salto en esta producción de bajo presupuesto, pero auspiciada por la mismísima Metro-Goldwyn-Mayer y que se sumaba a la explotación del cine ninja de los ochenta, aunque no saliese ninguno exceptuando en el póster. Ahora es un título de culto donde la gimnasia se une a las artes marciales en una historia por la supervivencia con toques de Operación Dragón y James Bond.

Un experto gimnasta, Jonathan Cabot, será reclutado por la CIA para participar en un juego mortal en el país de Parmistán en el que todos los extranjeros que pisan dicho país deben participar a cambio de su vida y de un deseo que le será concedido. La idea de la CIA es que dicho país, con ciertos problemas internos, no ponga una base para satélites el bloque comunista durante la conocida Guerra de las Galaxias de la era Reagan. Pero tranquilo, que no estamos precisamente ante una película política. Todo esto nos lo cuenta en menos de diez minutos, para pasar al entrenamiento de Cabot por parte de un asiático, un occidental afroamericano y la princesa de Parmistán y finalmente al juego.

Uno de los primeros datos que debemos tener en consideración es que detrás de esta película están Fred Weintraub y Robert Clouse, es decir, productores de Operación Dragón y que continuarían haciendo tándem en diversas películas marciales como Cinturón Negro (1974), La Furia de Chicago (1980), Los Cinco Invencibles (1981) o las dos entregas de China O’Brien de 1990, por citar algunas de las más conocidas y emblemáticas. El éxito de la película de Bruce Lee les llevaría a explotar el género con productos de serie B, aunque algunos de ellos sean míticos para los aficionados. El guion, obra de Charles Robert Carner, el mismo que cuatro años después firmaría Furia Ciega (1989), el Zatoichi de Rutger Hauer con Sho Kosugi como invitado, no sé lo fiel que será respecto al relato original, pero contiene numerosos elementos de explotación, sobre todo al principio, todo sumamente acelerado, por lo que tenemos el entrenamiento del protagonista e incluso el enamoramiento de la princesa, en los primeros 15 minutos.

De Operación Dragón toma el torneo, aunque no sea estrictamente marcial, y ese Khan que nos recuerda a Han, con fiesta incluida, así como algunos secundarios que parecen querer recordarnos a Roper y a Williams, e incluso a Lee, con la presencia de Conan Lee, aunque no es que hable demasiado. No puede faltar un émulo de Bolo, aunque sea uno de los participantes, con Bob Schott, campeón de pulsos, interpretando a Thorg. O algún que otro momento que copia determinadas secuencias del clásico de Bruce. No olvidemos que detrás están Clouse y Weintraub, y han intentado repetir la fórmula de su mayor éxito en diversas producciones, ésta incluida. Una de las secuencias es cuando nuestro protagonista acude por la noche para ver a la princesa, de la que se ha enamorado, mezclando las incursiones nocturnas de Lee con la charla que tiene con Mei Ling (Betty Chung) Hay un primo lejano del Q de 007 y sus cachivaches y, finalmente, el juego, llamado así durante todo el metraje. Ya hemos tenido entrenamientos, algún tiroteo y secuencia de acción donde el protagonista usa sus habilidades gimnásticas en la lucha, así que es momento de que comience el juego.

Una carrera contrarreloj llegando a varios objetivos y sorteando peligros, como escalando un precipicio con una cuerda, cruzar el Pueblo de los Malditos o un endeble puente, sin contar con la cacería humana a la que son sometidos los participantes con Zamir (Richard Norton) a la cabeza y montados tanto él como sus hombres (esos supuestos ninjas de la portada) a caballo. El juego aparece cuando falta media hora de película para terminar, siendo la menor parte del metraje la que se encarga de mostrárnoslo. Una vez que hemos visto a los participantes, comienza la cacería para que vayan cayendo uno tras otro de cara al enfrentamiento final entre el protagonista, Jonathan, y Zamir.

Como he dicho, podemos ver referencias a Operación Dragón, incluyendo algunos pasajes de la banda sonora que recuerdan poderosamente a dicha película. Por suerte el guionista sabe encajar estos detalles con la historia original, separándose lo suficiente para no notarlo demasiado. Respecto al reparto, además del medallista olímpico que interpreta a Cabot, Kurt Thomas (que fallecía el 5 de junio de 2020), y al estupendo Richard Norton, quien además coreografía las peleas, podemos ver a Conan Lee, al que también he mencionado, a la modelo y actriz Tetchie Agbayani como la Princesa Rubali, a John Barrett como uno de los competidores, experto en Tang Soo Do (bajo tutela del mismísimo Chuck Norris) y creador del American Martial Arts System y que probó suerte en el cine apareciendo tanto en films de Norris como secundario o especialista, como protagonista con American Kickboxer (1991), sin lograr el éxito esperado, a Tadashi Yamashita interpretando al maestro asiático de Cabot, y a Sonny Barnes, maestro de Kenpo Karate, como el maestro occidental del protagonista.

A pesar de tener estos nombres, los dos últimos, Yamashita y Barnes, salen poco, siendo el japonés el que más se luce usando los kamas. También tenemos a Norton deleitándonos con su manejo de los sais y alguna que otra pelea más, como la de Conan Lee contra el enorme Schott, y las demostraciones de este arte marcial ficticio que nunca llegan a mencionar, el Gymkata, en El Pueblo de los Malditos. Este pueblo, según contó el propio Thomas, usó como figurantes a locos de un manicomio local en Yugoslavia (lugar del rodaje del film) a los que se les proporcionó alcohol y comida por su tiempo. No obstante, a los aldeanos a os que golpea, eran especialistas. Como decía, en este pueblo de atmósfera malsana (uno de los aciertos del film) podemos ver esa combinación de gimnasia y Karate, usando un potro de piedra, o en alguna secuencia anterior usando una barra para colgarse y patear a unos perseguidores.

El tema ninja es evidente que se usó como reclamo en la portada, siendo realmente guerreros de Parmistán vestidos de negro con una cinta roja en la frente, pero cuyas máscaras difieren de las habituales. El exotismo del concepto del Gymkata, junto a la atmósfera de la película, y a las buenas coreografías de Norton y los artistas marciales que aparecen, convierten a este film en una película de culto, mala en muchos sentidos, pero tenemos que tener en cuenta la época en la que se rodó y estrenó, una época donde se podían rodar películas algo locas, incluso casposas, pero manteniendo las dosis de entretenimiento desenfadado como es el caso, poblando las estanterías de los videoclubs para hacernos soñar con historias arriesgadas pero que no se autolimitaban ni con el presupuesto ni con las ideas más extravagantes y, sobre todo, con grandes artistas marciales que conseguían que en este sentido tengan una calidad indudable, por mucho que sean serie B.

NOTA: 6’75

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