CRÍTICA - VIKRAM VEDHA (2022)


En septiembre del año pasado subía un post al blog hablando de las películas que más ganas tenía de ver del año, y una de ellas era Vikram Vedha, remake en hindi de la película del mismo título, pero rodada en tamil, es decir, de Kollywood, tomando la K de la palabra de Kodambakkan, barrio y base de operaciones del cine tamil. Y aunque no he visto la película original (admito que me atraía mucho más ver a Hrithik Roshan y a Saif Ali Khan antes de a los actores originales), cosa que solucionaré en breve, sólo puedo recomendar ver esta otra versión, como digo, en hindi, y por ello, ésta sí, perteneciente a Bollywood. Un neo-noir indio con un Roshan enorme y un montón de buenos giros de guion que la aleja de los blockbusters al uso de Bollywood y que, por ello mismo, muestra otra cara del cine de Bollywood lejos de los colores, y la acción más hiperbólica.

Y es que estamos ante un thriller con esquema de gato y ratón, con un policía, Vikram (Saif Ali Khan) que persigue al criminal llamado Vedha (Roshan), pero es su desarrollo, a través de flashbacks, donde conoceremos a ambos personajes y todo lo que ha ocurrido en el pasado y presente, para entender hacia dónde avanza la historia en el futuro próximo. Es una película que juega con los bandos, con las dos caras de la misma moneda, poniendo en entredicho el bien y el mal, y mostrando toda la gama de grises que existen entre el blanco (el bien) y el negro (el mal). Un juego psicológico que se une al enfrentamiento entre los dos protagonistas, grandes estrellas indias, que llevaban exactamente veinte años sin compartir cartel.

A pesar de tener una versión original previa, con el riesgo que supone saber el desenlace y conocer los mencionados giros de guion, es una película de la que es mejor no adelantar demasiado de la trama, ya que como he dicho en la entradilla, no es el típico blockbuster indio al estilo de War (2019) o Pathaan (2023) Se ciñe al thriller de investigación, con esa cacería como leitmotiv central, alrededor del que vertebra esta dualidad del bien y el mal, acentuado todo por los giros de guion que van desgranando, como he dicho, toda la historia. Un enorme puzzle muy bien construido por parte de sus guionistas y directores, los mismos de la película original tamil.

Hablo del matrimonio Pushkar-Gayathri, cuya carrera comenzaría en 2007 con Oram Po, siendo Vikram Vedha, la tamil, su tercer largometraje, y este remake, el cuarto. Sin duda, este dúo de Chennai ha sabido mantener ese estilo visual lejano al de Bollywood, usando una paleta de colores oscuros y apagados, sucios, arenosos y embarrados, junto a las localizaciones a los propios personajes, también sucios de forma figurada, que bebe directamente de cine tamil más puro. De esta forma tenemos una atmósfera oscura y deprimente, donde todos los personajes parecen estar más cerca del mal y de la oscuridad que de la luz y el bien. Y, evidentemente, la fotografía ayuda mucho, junto a la edición, dando mucha fuerza visual a todas las secuencias, ya sean de acción o dramáticas.


Y ya que he hablado de la acción, sigo en este tema, que recayó en manos de Parvez Shaikh, veterano especialista y director de acción con películas como War (2019), Saaho (2019), Heropanti 2 (2022) o Brahmastra Part One: Shiva (2022) Pero a pesar de estos estupendos créditos, no estamos, como ya dije antes, frente a una película trepidante como War. La acción es brutal y violenta, pero más contenida, sin tantas acrobacias imposibles ni artes marciales y, sobre todo, balística. Eso sí, a pesar de ser más un thriller, tenemos momentos de badass igualmente, de esos que nos flipan a los que amamos el cine indio, sobre todo de acción. Y si hablamos de badass en esta peli, hay que hablar de Hrithik Roshan.

Roshan está sencillamente brutal e inmenso, como apunté en la entradilla, totalmente desatado en todos los aspectos, comiéndose a Saif Ali Khan, en gran medida debido a que el personaje de Vedha tiene muchos matices, está muy bien escrito y es, sin lugar a dudas, el corazón del film. Un mafioso, pero con principios, con familia, con motivaciones, mientras que Vikram, el policía que interpreta Ali Khan, es más plano, aunque también tiene algunos matices y conflictos morales, incluso en su casa con su esposa, abogada y que terminará involucrada en la persecución que realiza su marido de Vedha. Sin duda estamos ante un duelo interpretativo que en algunos momentos me ha recordado al clásico hongkonés de 2002 Infernal Affairs (titulada en España como Juego Sucio), pero mientras que en ésta Tony Leung Chiu-Wai y Andy Lau están uno a la altura del otro, aquí, repito, Roshan es quien lleva el mando, apoyado en los looks de su personaje, sobre todo en la actualidad, con ese pelo largo y esas barbas, además de esa cara de “loco” que pone, alejando su personaje de otros que ha interpretado que se apoyaban más en su atractivo físico.


Para terminar con la acción, tenemos cierto estilo a lo John Woo, con saltos disparando o un momento donde un personaje ayuda a que otro coja una pistola, símbolo de ese hermanamiento, al menos temporal, de dos enemigos. Pero todo esto es en su tramo final, espectacular, aunque con menos carga dramática que, por ejemplo, una pelea bajo la lluvia entre Vikram y Vedha, pero no digo nada más para no destripar nada.


Sólo nos queda hablar de las canciones, o de la canción, ya que sólo hay un número musical, justificado al tratarse de una fiesta, con la canción Alcoholia, un temazo muy bailable y con unas coreografías acordes al tema de beber alcohol, donde se va aumentando la intensidad. Incluso en esta secuencia, aunque tenemos botellas que brillan y dan una nota de color, se sigue usando la misma paleta apagada. Sin duda, un trabajo espectacular donde de nuevo Roshan está desatado, como manda el personaje. Y ahora sí, es hora de terminar. Siento que me he dejado cosas en el tintero, pero casi mejor, ya que no hago spoilers y solo puedo recomendar verla. Bueno, y me sirve de recordatorio para ver la película original y poder realizar las odiosas comparaciones.

NOTA: 7’75

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