CRÍTICA - MONKEY MAN (2024)

Dev Patel saltó a la fama con Slumdog Millionaire (2008), tras debutar en la serie Skins (2007) Quién nos iba a decir que este indio nacido en Londres era un fan empedernido del cine de Kung Fu hongkonés y que debutaría como director en una película de acción y artes marciales. Y es que fue esa misma pasión la que le ha llevado a escribir, producir, dirigir y protagonizar Monkey Man, un film de diez millones de presupuesto que ya ha recuperado en taquilla, sin haberse estrenado a fecha de hoy en todo el mundo y que no deja de cosechar grandes críticas. No obstante, no estamos ante una mera película de artes marciales, sino ante un drama de venganza violento, oscuro, con un viaje interior que usa la estructura del cine de la Shaw, entre otros, sin olvidar la denuncia social. Una película sumamente interesante que nos ha descubierto facetas de Patel desconocidas y que me ha encantado.

Un delincuente que acaba de salir de prisión y que vive en la India, intenta adaptarse a un mundo marcado por la avaricia y carente de valores espirituales. Allí luchará, literalmente, por buscar venganza por la muerte de su madre y defender a las clases más desfavorecidas. Es la sinopsis oficial de esta película que se estrenó el 12 de abril en España de mano de Diamonds Films y que ya está cosechando, no sólo una buena taquilla, sino excelentes críticas. Y no es para menos, aunque es cierto que hay voces discordantes y está claro que no tiene porqué gustar a todo el mundo.

Al margen de las dificultades para rodarla, en plena pandemia, con sus restricciones, como no poder rodar todo en la India y tener que irse a Indonesia, los problemas, como fallos de equipos que obligaron al propio Patel a grabarse algunas escenas con su móvil en el baño de su hotel, además del uso de cámaras Gopros para abaratar costes, o los accidentes, con el protagonista rompiéndose una mano, dos dedos de los pies, una lesión en un hombro y una infección en un ojo, pero sin dejar de grabar, algo habitual, por otra parte, en multitud de rodajes con más o menos presupuesto, Dev Patel consigue ofrecernos una película que navega entre el cine de autor y el de acción y artes marciales.


Y es que el actor es sexto dan de Taekwondo, amante del cine de artes marciales hongkonés, con Bruce Lee a la cabeza y seguido de Jackie Chan, Sammo Hung, Jet Li o la Shaw Brothers, sin olvidar el thriller surcoreano y el propio cine de acción de la India. Si a esto le sumamos las historias que le contaba su abuelo, con la mitología hindú de fondo, estaba claro que tenía que salir una película como ésta. Podemos rastrear todas estas influencias a lo largo del metraje. La historia de venganza es puramente coreana, incluso en la potencia visual en determinados momentos, pero el personaje recuerda, aunque parezca mentira, a un personaje de una película de Kung Fu, pasando por los mismos estadios incluso que el famoso Viaje del Héroe de Joseph Campbell, pero siempre con un ojo en el cine de Kung Fu. Tenemos incluso secuencias de entrenamiento con guiños a Las 36 Cámaras de Shaolin (1978), unido al componente místico y filosófico que aparece alrededor de esta secuencia, muy Shaolin, por no mencionar algunos planos que recuerdan a la secuencia  de los espejos de Operación Dragón (1973)


La mitología hindú es evidente, con Hanuman, el Rey Mono hindú, y de otras religiones de Asia (casi todas, por no decir todas, tienen un Rey Mono, y algunos países comparten el nombre de Hanuman, como Tailandia) que junto a determinadas secuencias sobre el origen del protagonista, le dan ese toque intimista pero mitológico, mostrando una historia pequeña con reminiscencias de algo mucho más épico. El libro sagrado hindú Ramayana da esa base mística en una especie de representación de ciertos capítulos, por lo que Patel se fija en esas viejas historias de su abuelo, haciendo la película algo más personal incluso.

Aunque ya he hablado de cierta influencia del cine marcial hongkonés, toca hablar de las escenas de lucha, que ha coreografiado Brahim Chab, uno de los grandes nombres del mundo especialista que ha ido creciendo en cada película, ya fuese como especialista o como actor, con personajes potentes como los vistos en Boyka: Invicto 4 (2016) o el villano de Vanguard (2020), por citar sólo dos trabajos muy reconocibles. Estaba claro que su salto a coreógrafo erra cuestión de tiempo, ya que este miembro del Jackie Chan Stunt Team, tiene la calidad necesaria para ofrecernos un espectáculo marcial como el de esta película. Una secuencia de lucha debe integrarse de forma orgánica con la historia, con la atmósfera, y teniendo una película oscura, violenta y despiadada, la acción debía ser acorde.


Peleas rápidas, hiperviolentas, sucias, rodadas con planos demasiado cerrados, pero que se complementan con la propia atmósfera del film, una atmósfera caótica de una sociedad caótica, donde los más desfavorecidos deben pelear como animales para sobrevivir, algo que se convierte en un reflejo de los que ocurre dentro del ring, con nuestro protagonista con la máscara de mono. Todo está equilibrado en esta película, convirtiéndose en un proyecto muy personal de Patel, una historia centrada en un personaje, un descenso a los infiernos con ecos de la mitología hindú, junto al homenaje al cine de Kung Fu y al thriller surcoreano, como ya he dicho. Pero tengo que admitir que quien busque una película pura de artes marciales, a pesar de haber dado títulos míticos que tienen aquí su homenaje, se podrían llevar una decepción, pero es que la película es toda esa suma de influencias de un actor que quiere darle al género de acción algo más que acción por acción, centrándose en dar ese trasfondo a los personajes junto a los lazos mitológicos con Hanuman. La acción no es estilizada, a pesar del estupendo trabajo de Brahim Chab (quien por cierto interpreta a King Kobra, el luchador enmascarado que pelea en una secuencia contra nuestro protagonista), es directa y rabiosa, salvaje, sobre todo en su estupenda recta final, donde se despliega todo el potencial de la película. Destacar a Sharlto Copley en los nombres occidentales junto a un reparto indio con Sobhita Dhulipala, Sikandar Kher o Makarand Deshpande, nombres conocidos en la india.



No puedo terminar esta crítica son decir que a pesar de la gran calidad que tiene, es un film algo difícil, por eso se está dividiendo el público entre los que la aplauden y quienes la critican. Bueno, hay un término medio, que me consta, donde se disfruta de la película pero sin posibilidades de verla de nuevo, o de esperar algo similar de Patel. En mi caso, me ha encantado, como dije en la entradilla. Me encanta el paralelismo del protagonista con la historia de Hanuman en el Ramayana, aunque sea leve. Me encanta la sencillez y la ternura de los flashbacks. Me encanta la acción, las coreografías, la fotografía, las poderosas imágenes que nos regala a lo largo del metraje. Un mensaje social a través de una venganza sangrienta, una mirada a quienes se tienen que esconder en la sociedad para conseguir la libertad de aquellos que les exprimen. Y claro, me encantan las referencias al cine hongkonés, el entrenamiento, aunque sea muy inferior al del cine de Kung Fu. No es la mejor película de acción del año, ni pretende serlo, pero si es un estupendo debut de Patel como director, que ha rodado la película que quería, como quería, y le ha salido un producto sumamente interesante que rebosa calidad por todos lados, aunque haya que saber ver todas las piezas para ver el conjunto final.

NOTA: 7

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