Cuando se estrenó el trailer, las
comparaciones con la indonesia Redada Asesina (The Raid) (Gareth Evans.
2011) comenzaron a salpicar su inminente estreno. Y la publicidad
estadounidense ha seguido por ese camino, y admito que tiene bastantes puntos
en común con el díptico protagonizado por Iko Uwais, e incluso en general con
esta nueva ola de cine de acción indonesio con títulos como Headshot
(Timo Tjahjanto y Kimo Stamboel. 2011) o The Night Comes For Us (Timo
Tjahjanto. 2018), es decir, ultraviolencia, sangre y burradas sin parar. Pero
la narrativa y el propio guion cambian el enfoque del motivo de esta explosión
de violencia cruda. Que transcurra prácticamente todo el metraje en un tren
afianza esta comparativa con las redadas de Iko, eso está claro. Pero como
digo, el sencillo guion se esfuerza en explorar el viaje hacia la desesperación
del protagonista.
En su primera parte, de la hora y
tres cuartos que dura, vemos al comando y a su amigo acabar con los ladrones
pero no de forma expeditiva, pero a medida que avanza la trama y comienza a
morir gente, la cosa se encrudece. La bestia interior del comando, interpretado
por Lakshya, se va desatando para afrontar la situación extrema que va
viviendo. Es a la mitad de la película, justo cuando además sale el título,
cuando sucede algo que provocará la extrema violencia que ya nos acompañará el
resto del metraje. Y hay muchos personajes que pueden provocar esto, que conste
ya que incluso el guion se apoya en ellos para contarnos esta historia donde la
acción es lo primordial, pero con cierto sentido todo, lo cual es de agradecer.
Eso sí, tenemos algunos momentos
repetitivos e incluso podemos hablar de recrearse en las coreografías
sanguinolentas y momentos gore, pero tampoco traspasa ninguna línea que no
hayamos visto antes. El trabajo del surcoreano Oh Se-yeong y el indio
Parvez Shaikh sabe combinar ese toque indonesio con el indio, a la hora de
rodar las escenas de acción y en general en cómo trabajan los stuntmen. El
uso masivo de armas blancas y sus efectos en el cuerpo humano quedan bastante
clarificados durante todo el metraje, así como el cansancio físico del
protagonista, dato a tener en cuenta, lo cual no le impide parecer Michael
Myers y volver a levantarse una y otra vez para seguir cometiendo burradas.
Tenemos además momentos de drama,
tanto de la familia de la chica, interpretada por Tanya Maniktala, como de
otros pasajeros del tren. Todos ellos, además de los propios ladrones, ayudan a
aligerar la narración, a tomar aire para la siguiente escaramuza, que junto a
otros giros de guion, hacen avanzar al protagonista y le obligan a endurecer
sus técnicas contra los asaltantes. Un de menos a más, pero que desde que
empieza la acción, es de calidad. Un estupendo trabajo de Nikhil Nagesh Bhat,
que además guioniza y que tres días después de estrenarse en USA, ha sido
adquirida para un remake de mano de 87Eleven Entertainment. Si ya
la película es muy buena, ¿para qué una nueva versión? En fin, lo de siempre,
que Hollywood puede hacer mejor tu película, o eso piensan. Ni aunque contrates
a John Woo para hacer un remake para plataformas de The Killer
(1989), oh, espera, que lo han hecho. Pues eso, que te recomiendo Kill,
la india para disfrutar de estupendas y violentas escenas de acción muy
diferente de lo que hacen Shah Rukh Khan y demás Khan en Bollywoood.



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