Estamos ante una película muy
política, por mucho que al pensar en ella se nos forme la imagen visual de
Norris, sus armas y su ropa vaquera. El tema de la Guerra Fría y el enemigo
comunista de la época se magnifica al centrar el desarrollo de personajes en el
villano de la función, Richard Lynch,
que encarnó de forma estupenda a Mikhail Rostov. El odio que siente hacia
Estados Unidos es secundario para él, obsesionado tras haberlo detenido, y de
esta forma nos llega la imagen de Norris, que podría haber sido el germen
indirecto de la creación de las Chuck
Norris Facts, es decir, la pesadilla de los malvados, la imagen de la
justicia más directa, el macho alpha de la humanidad, duro, impertérrito,
gélido y explosivo. El típico héroe americano de la era Reagan y del concepto
de la época del American Way of Life,
y cimentando además esa apertura de mente hacia los latinos que explotó hasta
la saciedad en la serie Walker, Texax
Ranger (donde sumó sus creencias religiosas como el capítulo donde una
pareja de latinos sin techo dan a luz en un portal, con animales, al más puro
estilo Jesucristo, pero con el toque Norris) Aquí tenemos a un grupo de latinos
a los que atacan los rusos para fomentar el terror. No en vano, a pesar de las
connotaciones políticas, son terroristas. Este elemento abre el enfoque de la
película, mostrando el horror de sus ataques en barrios residenciales y en ghettos, convirtiéndose en algo más que
disparos sin ton ni son. Otro momento épico que ahonda en esa destrucción del status quo es la del centro comercial.
Escenas habituales en el cine de comedia, todo navideño, con ese niño haciendo
el gamberro en un atestado centro comercial donde suenan villancicos y la gente
hace sus compras, con una pareja que ve cómo un hombre deja un paquete en el
suelo, iniciando un infierno de explosiones y balas. Hasta que entra un
todoterreno con Matt Hunter para provocar el caos más absoluto que proviene de
su estricto sentido de la justicia, emparentándolo, por mucho que sea de la
CIA, con el cine de justicieros al más puro estilo Paul Kersey, pero a una
escala mayor, la de salvar el mundo y la democracia, un salto de nivel respecto
al personaje de Charles Bronson. Una especie de puesta de largo del subgénero
vigilante con una clara representación de Estados Unidos y sus valores en la
carne, hueso, músculo y barba de Chuck Norris. Y si tenemos un villano y un
héroe míticos, necesitamos una chica a la altura, como la periodista que se cruzará
en el camino de Hunter, Dahlia McGuire (Melissa Prophet) Y tras el centro
comercial, volvemos a un ataque en una iglesia, viendo a ciudadanos
resguardarse por la invasión de los malos. Un ritmo constante que no nos deja
respirar, pero que aquí ya muestra cómo se impide con la heroica aparición de
Hunter, más badass que nunca. La
interpretación de Norris es sin duda la menos expresiva de su carrera, pero es
que no es un ser de carne y hueso, sino un icono de los ochenta y una fuerza de
la naturaleza. Un espíritu justiciero y vengador expeditivo a más no poder, matando
a sus enemigos sin contemplaciones. Según avanza la película esto se hace más
constante, pasando a convertirse en un entretenimiento de primera clase, con
Chuck disparando, golpeando y haciendo explotar a sus enemigos. Esta
transformación de Norris en el verdadero Capitán América se acentúa con la
obsesión de Rostov, refiriéndose a él como si fuese el país que quiere invadir.
Y llegamos a la parte de acción pura y dura, donde las armas de fuego son lo principal, dada la magnitud de la invasión. Los tiroteos y persecuciones son los primordial, con un despliegue visual espectacular. Norris realizó la gran mayoría de sus escenas de acción (que no todas), y podemos verle usar algunas de sus técnicas marciales marca de la casa, consiguiendo así darle todo lo que un fan de Chuck quiere ver en pantalla, aunque en términos generales salgan perdiendo las artes marciales en cuanto a minutos en pantalla. Si a esto le sumamos una buena dirección y uso de stuntmen, el resultado es glorioso. Claro está que para que la acción sea como es, se necesita a un buen equipo detrás, y resulta que tenemos a Newt Arnold, director de Contanto Sangriento (1988) como director de segunda unidad, es decir, los que suelen rodar las secuencias de acción, y aunque su carrera como director no es que digamos que sea demasiado prolífica (tres títulos frente los sesenta que tiene como director de segunda unidad e incluso asistente de director), cumple con creces en este enaltecimiento de Norris. Aaron Norris se encargó de coordinar a los especialistas, junto a Don Pike en la segunda unidad y entre los stuntmen tenemos nombres como los de Eric Norris, Dan Ferrandini o el mismísimo Bob Wall, amigo íntimo de Chuck. Todas las secuencias de acción son bastante episódicas, debido en parte a los recortes que sufrió la película, donde se eliminó el trasfondo de Hunter. No obstante, aunque la película originalmente fuese diferente, el resultado, tal y como lo conocemos, es estupendo, con un inicio de presentación y un desarrollo que desenlaza como queremos, entre disparos y patadas giratorias, frases lapidarias y violencia justiciera con un héroe cuya cada aparición es sumamente heroica que llena el metraje de momentos épicos que la convierten en una de las mejores películas de Norris, más icónicas de todas, aunque sea tan difícil poder elegir sólo una…
NOTA: 8
Comentarios
Espero que algún día, editen la versión "uncut" del director Joseph Zito, y podamos disfrutarlos.
Por cierto, una de las candidatas al papel de reportera era Whoopi Wolberg, que fue rechazada por Zito, pese a la recomendación del propio Norris, que se hizo amigo de la actriz durante el rodaje de "Fuerza 7" (Paul Aaron, 1979), dado que ella trabajó como extra entre el público que ve los combates de Norris y Wallace.